Los venezolanos estamos como la “gata Flora”.
Para no perder la costumbre ya salió por allí un opinador con avidez de centimetraje a decir que nosotros estábamos tan descontentos con Maduro como con Guaidó. Mal, ¿entonces qué queremos? Es muy fácil, manifestar de manera simplista y pueril que no queremos esto o aquello; más complicado y serio es proponer un plan juicioso para deslastrarnos de la cochambre convertida en arena movediza que nos ha tragado en alto porcentaje.
Las razones para repudiar a Maduro y enchufados son palmarias y no necesitan explicación porque es llover sobre mojado; pero a Guaidó que se ha mantenido firme a pesar de envidias a granel, inexperiencia juvenil y funcional, amenaza de cárcel, algunos errores y equivocaciones muy humanos y mucha gente tratando de echarle la partida pa’ tras, no solo es injusto sino muy mezquino, por decir lo menos.
Internamente no lo tenemos sino a él como interlocutor válido ante Trump y los países que muestran confianza y nos dan apoyo incondicional; apartando los guabinosos izquierdistas de la Unión Europea abanderados por un tal Borrell y acólitos.
Conste que no me caso con hombres, pero hay que reconocer que nuestras opciones actuales son escasas y deberíamos aprovechar a quienes tienen la disposición, la voluntad y el ánimo de enfrentar esta peste que nos ha tocado sufrir durante una generación, que se puede considerar como perdida. Los cubanos, en la isla de la perdición, llevan tres.
Este hombre joven, que seguramente no vislumbró que tendría la presente carga, la ha asumido con valentía y sobre todo con trabajo enérgico no siempre agradecido por los demás dirigentes que se regodean expresando ser opositores. Al César lo que es del César, sin regateos malsanos. La buena fe se presume y la mala debe ser harto probada para que alguien pueda ser reprochado en su conducta.
Los meteorólogos de la política desaciertan al igual que los del clima al hacer predicciones infundadas que terminan por desacreditar a quien las hace. Lo cierto es que el hombre logró, entre tantas acciones, que veintisiete partidos se avinieran a una suerte de convenio entre ellos para enfrentar no solamente al régimen sino a su brazo armado que es el CNE a la medida, con integrantes de la oposición que cohabita con ellos desde hace tiempo, y sigue haciéndolo hoy y mañana desde la pretendida conformación de la nueva horda.
Lógicamente el concierto de voluntades teóricas no tiene suficiente músculo para la gran tarea de sacar del poder a esa murga nociva y camorrera, de manera que es indispensable acompañarlo con acciones prácticas, tácticas y efectivas donde se comprometa al resto de la población. Veremos si la buena intención y el camino correcto se traducen en acciones de todo tipo que deberían diversificarse, continuarse y realizarse simultáneamente en todos los rincones del país. ¿Cuáles? Eso lo deben urdir los que están al frente para convocar a la sociedad harta y para la fecha ya hostil.
No se debería perder de vista el descontento generado en las izquierdas de todo talante como resultado de la espasmódica e irracional actitud del mandamás que in illo témpore perdió el rumbo de la cordura política. Igualmente, estimular la pesadumbre de las fuerzas vivas de la nación para que dejen la quejadera infructífera y se acerquen al candelero de actividades riesgosas e incómodas.
Con lo reflexionado aquí ni se defiende ni se agrede a nadie; solo se reseña.