Término nuevo: Escarrastrado. Que es pobre, mísero, lleno de privaciones o fatigas. Una vida escarrastrada. Sinónimo, adjetivo femenino, masculino. Pícaro, que actúa con maldad y falta de honradez. Pillo, adulante, jalamecate, sinvergüenza, recontra… lo que todos ustedes se están imaginando.
Por estos días, Federico Prieto, colono cultural, enviado de las faldas del Waraira Repano, antes Ávila, quien tres décadas atrás arrimó bártulos y familia a estas tierras guayanesas con la noble intención de enseñarnos modales, relaciones públicas y humanas, sin por supuesto lograra dicho cometido o tarea ni siquiera en un tercio de lo presupuestado (la estrategia corporativa no entró en el túnel de la sinergia y quedamos los indiecitos incultos y a la deriva pero con ganas de echar lavativa o vaina a la carta la faena) me hizo llegar esta palabra nueva, escarrastrado, acepción que tiene el noble descargo de catalogar la miseria y la falta de escrúpulos que hoy está en los altísimos lugares de la popularidad y la moda. El hit parade se quedó pendejo.
Ser un escarrastrao no es pecado, en lo absoluto, es una manera liberal de vivir sin ataduras, permisada por la nomenclatura, en algunos casos requisito de la oligarquía reinante. Todo se vale por estos días de catástrofe evidente y reseñada con saña por los medios internacionales amantes confidenciales del imperio con sus intenciones oscuras.
Escarrastrados hay por todos los rincones de nuestra tierra en desgracia. Los hay oficiales de pesadas medallas, diplomáticos, jefes parroquiales, asambleístas (nacimiento o génesis de la criatura), legisladores de verdad electoral pero que dejan embadurnado el cuerpo deliberante al remendar los zapatos del celestino. En fin debajo de las piedras os conseguiréis un adlátere, un oficiante de la ignominia, un escarrastrao.