Una periodista venezolana aquí en Lima me dice sonriente que a la inquietud de muchos sobre la situación en Perú y el caso del expresidente Alberto Fujimori, liberado en estos días, por un indulto que enfrenta a la justicia peruana con la Corte Interamericana y otras interpretaciones jurídicas internas, responde a que en este país se vive en un drama permanente pero hasta ahí. En el curso de esa misma interrogante el editorial del diario El Comercio, del martes pasado, refiere: “Mínimos históricos. Al parecer, la caída de la aprobación de las autoridades no conoce límites”. En una equilibrada reflexión que habla de la contracción económica, de la inseguridad ciudadana y resalta -apropiadamente según nuestra opinión-, que por fortuna las manifestaciones antigubernamentales no han sido exitosas teniendo de referencia las protestas destructivas y violentas que ha vivido la capital. Panorama para no dejar pasar inadvertido (y aquí explicamos lo de apropiado) porque esa desaprobación, justificada probablemente, se torna peligrosa al momento de la defensa y estabilidad del sistema democrático peruano.
A todo esto, otro venezolano me instruye sobre los días decembrinos en esta tierra, contándome que la Nochebuena se recibe con la cena que compone el pavo, chocolate caliente, panetón. Veo, además, que tiene “lechón al horno, arroz navideño, ensalada navideña y puré de manzana”. Ahora, el ambiente cotidiano de la gigantesca Lima sigue su curso. Los adornos han comenzado a llenar las calles, la limpieza de las avenidas se dinamiza, nacimientos y guirnaldas rojas van vistiendo las residencias y edificios; las mercancías -en los reportes del sector comercial de Gamarra- convocan a las multitudes, pero el fuerte ritmo laboral que es condición de esta tierra no merma aunque las celebraciones lentamente empiezan a hacerse sentir.
El año pasado, recién llegado, pude contemplar la cantidad de marcas de panetón exhibidas en los supermercados. Como varios productos que son o que la gente de este pueblo considera suyo (el pollo asado, por ejemplo), tiene una intensa promoción. El panetón exhibe calidad de diversos niveles; desde la delicada presentación internacional, como la artesanal que incluso apreciamos de un grupo universitario que los muestra como parte de sus trabajos en los cursos para esta fecha.
No ha habido en las últimas horas (tampoco es para invocar) escándalos asociados con los venezolanos, y esto viene a recalcar: primero, lo puntual de los casos que se conocen en la opinión pública, a lo que se añade, como se ha dicho, el interés en exacerbar y magnificar una relación “directa” entre la violencia, la conducta antisocial y el gentilicio, aupado por grupos de intereses. Lo segundo, la inercia y hasta ausencia de una narrativa de valoración de la presencia venezolana que, aun cuando, tiene recursos con que demostrar la falsedad de estas esporádicas campañas en contra (el fin de semana pasado todos los centros médicos privados de propiedad o integrados por médicos de Venezuela, en Lima, realizaron un operativo gratuito de atención a la población peruana e inmigrante), sin embargo se deja al destino el reconocimiento de la decencia mayoritaria en quienes han terminado haciendo vida en Perú. Tercero, quizás lo más importante. Son cada vez más visibles el número de voces nativas calificadas expresando su apoyo a los venezolanos, e incluso, explicando desde lo antropológico y sociológico los comportamientos históricos y actuales ante el fenómeno inmigratorio en este país.
Peregrinos en el fin de año
La búsqueda de la felicidad es el anhelo. Frente a las adversidades siempre surge el recurso de encontrar la trascendencia y ello puede significar la convicción de ahondar raíces en la tierra de Vargas Llosa, Haya De la Torre, Miguel Grau y Chabuca Granda. O de sentir que se ha cumplido la estancia en la tierra de los incas y regresar, como muchos lo han hecho ya (pese a la continuación de la oscuridad de Venezuela) con lágrimas en los ojos y agradeciendo la hospitalidad.
El peregrinaje, la condición extranjera, fuente de desconfianza y suspicacias “naturales” en los países de acogida tiene un costado de lección y de enseñanzas para los venezolanos que salieron al mundo huyendo del hambre y el autoritarismo. De lección, pero también de tarea, queda recuperar la libertad con el compromiso de llegar a tener democracia que manifieste el libre albedrío para quienes decidan si quieren quedarse en Venezuela, irse o quedarse en otras tierras. La peregrinación venezolana que continúa, penosamente tiene aún más significado, en la época para conmemorar el nacimiento de Cristo, cosechar conocimientos, asumir la laboriosidad (que en Perú es ejemplo), hacer mayor el apego a la disciplina, valores, justicia, respeto, cultura y educación.
Al caminar por los parques de Lima, sintiendo los aires de la Navidad, con el maravilloso encuentro familiar que las fechas tradicionalmente propician, hay que reforzar el impulso por hacer tangible que no somos un pueblo extraviado, que aquí y donde estemos podemos contribuir con la grandeza de otros pueblos. Que los propósitos son tanto individuales como colectivos en la inmigración. Nuestras hallacas están en el presupuesto, el cochino también y, en realidad, el panetón no nos es extraño. Para la Nochebuena las “frías”, el chocolate caliente lo dejamos para después.
Trocitos…
— Este lunes 18 de diciembre, a las 6:30 pm hora de Perú. 7:30 pm hora de Venezuela, despedimos por el 2023 nuestro espacio, @aquiconottojansen en la red social Instagram. ¿Qué es la Navidad? Invitados: periodistas venezolanos residentes en Lima, Lisbet Borjas y Juan Carlos Urbina. En la cuenta estaremos publicando mensajes navideños de amigos y seguidores de Venezuela, Perú, EE UU y Argentina.