viernes, 17 enero 2025
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En la cima de la determinación

La República Bolivariana de Venezuela va definitivamente en camino al final de un ciclo triste y doloroso y aun muchos (después de haber matado el tigre) no quieren creerlo.

@OttoJansen

En estas horas históricas que transcurren en Venezuela. Al actuar, si bien nos proponemos, no dejarnos llevar por la impaciencia, los escenarios preconcebidos, los febriles juegos de la mente  y nos aconsejamos alentar la humildad que permita captar la obviedad posible de los hechos, tal como vienen ocurriendo en estos instantes de definiciones nacionales trascendentes para la libertad y democracia. Si ciertamente intentamos atenernos al paso de cada circunstancia para entender o sencillamente llevar el ritmo de los eventos en desarrollo, siempre los esquemas rígidos o mecánicos, tanto como de los prejuicios nos ganan y terminamos por extraviarnos de las causas y consecuencias de los aconteceres, y en el caso de la lucha de Venezuela por sus derechos y en contra de las acciones tiránicas, nos hundimos en el velo de la emocionalidad que impide desenredar los nudos, ver las posibilidades y potenciar lo que hemos podido alcanzar del tránsito del proceso en vista.

Dudamos, más de lo recomendable, de lo que hemos visto o hecho. No tenemos confianza en las percepciones y sensaciones que nos conducen a la lógica, con sus medidas y evaluaciones. Nos arrinconamos en la imposibilidad y en muchos casos en el lamento sin haber agotado lo máximo y lo supremo de nuestras fuerzas. Repaso el siguiente texto bíblico: “24. Tomás, uno de los Doce, llamado el mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25. Los otros discípulos le dijeron: “Hemos visto al Señor”.  Pero él contestó: “Hasta que no vea la marca de los clavos en sus manos, no meta mis dedos en el agujero de los clavos y no introduzca mi mano en la herida de su costado, no creeré”, 26. Ocho días después, los discípulos de Jesús estaban otra vez en casa, y Tomás con ellos. Estando las puertas cerradas, Jesús vino se puso en medio de ellos. Les dijo: “La paz esté con ustedes”, 27. Después dijo a Tomás: “Pon aquí tu dedo y mira mis manos; extiende tu mano y métela en mi costado. Deja de negar y cree”, Juan 20:19:20.

La República Bolivariana de Venezuela va definitivamente en camino al final de un ciclo triste y doloroso y aun muchos (después de haber matado el tigre) no quieren creerlo. Los acontecimientos de este 9 de enero, cuando María Corina Machado convocó al país a levantar su voz de manera cívica pero firme en reclamo del triunfo de Edmundo González como presidente electo de los venezolanos, han mostrado al escepticismo, al cinismo, a la cobardía ilustrada; a los que en definitiva les falta el fuelle de la confianza, que no puede haber marcha atrás en este recorrido por la libertad. Y no puede, no solo porque se  presenten obstáculos o imponderables en contra (como la militarización y el cerco policial contra los manifestantes, o que la líder fuera momentáneamente secuestrada por la canalla). No es posible, sobre todo, porque el proceso viene completando a buena velocidad sus trámites, impulsando sus propias soluciones más allá de un plan y no hay forma a estas alturas (a menos que sea por el garrotazo, nada extraño en un régimen inescrupuloso, pero que incluso esto se tornaría temporal), de echar atrás la mayoritaria determinación, hecha de carne y hueso (no para el cañón como señalan los justificadores), aunque contenga de manera natural temores y dudas, pero nunca de llegar al límite de no asumir la decisión tomada y formalizada en julio del 2024.

Se acaba la chambelona

Estas líneas quedan incompletas; no incluimos, a los fines de la reflexión de las horas históricas venezolanas, lo que ocurra el propio 10 de enero, fecha constitucional de la toma de posesión presidencial. No nos da tiempo. Pero en la secuencia del proceso de agotamiento del chavismo y los claros signos de hundimiento en el sentimiento de la población, perfilamos un aspecto estructural que hay que tener muy cuenta en la práctica “exitosa” del modelo político nacional atesorado por su aliado del régimen cubano.

Con la caída del chavismo, en las circunstancias que sean y en la hora, hoy o mañana que termine de concretarse, se acaba la chambelona, importada en su mayor forma por la nomenclatura del Estado socialista del mar de la felicidad. “Chambelona. 1.f. Cuba. Caramelo plano, generalmente de forma circular, con un palito que sirve de mango”, definición de la Real Academia Española. “La revolución cubana ha hecho mucho daño a Venezuela” me asegura alguien que ha sido testigo de los movimientos burocráticos en los acuerdos forjados por Chávez-Maduro en los 25 años de presencia en el país. Me explica que la expresión de hacer uso de la chambelona (el caramelo pecuniario otorgado a militares, cuadros dirigentes socialistas, políticos opositores, empresarios, religiosos, alacranato y a cuantos han podido comprar del tejido social) fue su principal aporte en aniquilar la decencia e ir suprimiendo los valores de una sociedad sana. Cuando toque hacer el recuento de las ruinas en la que queda Venezuela, no solamente habrá que evaluar cómo el chavismo destruyó materialmente al país, sino que también convirtió a la política en un negocio con chantajes y juicios a conveniencia. Que igual como de la mano de la farsa de la solidaridad internacional, la revolución cubana, no solo se hizo de organismos importantes, sino que abundó en la descomposición y en la gran corrupción como principal conseja militar y de espionaje con que siempre han vendido su presencia. Además del fraude del servicio de salud con médicos que no eran tales que solo exprimieron importantes cuotas del presupuesto venezolano.

Esta referencia hoy, en vísperas de definiciones importantes para la república, tendrá que tener el cuido de permanencia en la memoria nacional para que jamás se olvide el alcance de la hipocresía de la mitología revolucionaria. Venezuela será libre y en ese logro por mucho que los escépticos intenten imponer la desesperanza, la fuerza de la determinación del cambio se hace más poderosa. Multiplicada por las heridas que no es necesario tocar. Ya lo veremos.