“Con mi burrito sabanero, voy camino de Belén. Si me ven, si me ven. Voy camino de Belén”. Los días decembrinos han tenido en la celebración de la tradición navideña venezolana un gusto espiritual especial. En décadas lejanas para la población menos citadina, el sentimiento producido en el último mes era sintomático de esperanzas y de augurios de buenas nuevas, en una atmósfera de auténtica espera del fin de año y de entrada al nuevo calendario.
Ese ambiente, posteriormente relativizado por el “progreso”, la acelerada dinámica urbana y los tantos intereses de un mundo inmediatista, contaba con la animación especial de las alegrías de los chiquillos a la caza de los modestos regalos del Niño Jesús y por las reuniones familiares con encuentros y hallacas. Proyectaba el nacimiento de un acontecer importante que partiendo del fervor religioso no se anclaba solo a este. Presagiaba ese ambiente, la llegada de los tiempos, de otros nuevos; del empuje de la historia -por decirlo así- con la apertura de las puertas hacia eventos escasamente visualizados, pero con certidumbre de su presencia y concreción. Ha sido este 2024 un tiempo áspero, de sabores agridulces, cuyos meses resumen las complicaciones y la saña de las conductas contra el pueblo, instauradas en 25 años de un modelo político atroz contra los derechos; “destinado”, en su visión manipuladora a ser eterno. Los venezolanos han visto con horror cómo la furia revolucionaria progresivamente se ha embalado contra el sentimiento popular de cambio que, prácticamente, saltó de las categorías del ejercicio político regular (ahora destrozado y ausente), para hacerse y convertirse en cruzada de resistencia cívica de la forma más inédita en la lucha por la libertad. En ese panorama de oscuridades, con indicadores de alarmantes precariedades sociales y económicas, la Navidad que toca las puertas dentro de unos días parece tener de contraparte el renacer del estado de ánimo de aquellas décadas cargadas de convicción absoluta por la esperanza y por la espiritualidad que, por sobre hechos invisibles, capta los estruendos, igual que los movimientos telúricos, mientras la tierra tarda en moverse a nuestros pies. Intuye el alma nacional, los muros de contención a la pretensión vil de continuar el sufrimiento de la nación hostigada por el autoritarismo y la tenaza dictatorial.
No es casual que así sea. Ha sido un año de esforzada creación colectiva por la democracia, a la que falta la formalidad del brindis final que el poder revolucionario ha intentado retrasar con más crueldad. Es la agotada pero satisfactoria sensación de la gente por haber labrado un proceso de transformación, sabiendo que no habrá impedimento por humillante y tortuoso que no pueda vencer. Esta será una Navidad de expectativas como presagios de desarrollos hasta los momentos resguardados y represados.
El bien evolucionó
“Para Rousseau, tanto el problema del mal como su potencial solución dependen de la idea básica de que el mal ha ido evolucionando con el tiempo”. Del trabajo Tratado del bien y del mal. La ética como filosofía primera, de Francisco Javier Rojo Vásquez. La cita a Rousseau se emplea en las presentes líneas para la reflexión propia sobre el nacimiento del Niño Dios que, en la tradición cristiana, celebrada en diciembre, significa también el parto de otra época para la humanidad.
Con la llegada del mesías a la tierra desde los actos que cumplió y padeció, se cumple el mayor acto de contrición que permite la redención y regreso del hombre al paraíso pedido por su desobediencia. He allí la esencia cristiana. Para los procesos históricos, sociales y políticos de las sociedades, como toda empresa humana, sirve la analogía al esfuerzo, sacrificios y aprendizajes a la permanentemente evolución de la existencia hacia estadios superiores. Para el caso venezolano se puede, teniendo en consideración los duros episodios que nos ha tocado transitar estas décadas, deducir la determinación popular de ensanchar el bien común, la calidad de vida, al igual que otorgarse una efectiva aplicación de la justicia, guiados por valores y ética como un todo. El regreso a la democracia, a la libertad: el “paraíso” como sociedad, ha logrado trámites importantes. Este proceso de avances claros es negado por los verdugos de la revolución y por voces interesadas que no creen posible que el pueblo pueda ponerse de pie de reclamo al cumplimento de sus derechos. Las elites han comido y dormido demasiados años al lado del socialismo del siglo XXI y copian sus trampas, falta de honestidad y hasta la crueldad. Propagandistas por excelencia; especialistas obsesionados con sus aritméticas academicistas, personajes de la mendicidad que repiten el discurso negador de la ebullición social y política que la sociedad nacional viene transitando. Se burlan, no lo quieren ver; retuercen argumentos o usan sus “prestigios” para levantar falsos escenarios ante el empuje de las mayorías.
Camino de Belén, dice el aguinaldo invocando la convicción de la trascendencia existencial, con poética sencillez de la tradición venezolana. Con el mes de diciembre avanzan también las horas hacia el 10 de enero, fecha en el que el actual estruendo del sismo nacional comenzará a ser visible en el renacer de otras etapas; ese desarrollo de definiciones de un pueblo que, como lo afirma la doctora Rosix Rincones, ha aprendido a reconocerse y actuar por sí mismo.
Trocitos…
– La cháchara de la paz y del espíritu navideño del régimen no es impedimentopara continuar con las detenciones arbitrarias a los defensores de la soberanía popular. Hace un par de días fueron detenidos otros dirigentes políticos en el estadlo Bolívar. A todos ellos y de manera especial al profesor Edgar Sarabia, de quien nos consta su honestidad y espíritu democrático, nuestra solidaridad y la petición de ser liberados en respeto a sus derechos ciudadanos.