domingo, 19 enero 2025
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El Restaurante Ercole, 40 años

A todo lo bueno que dejó Ercole, le añade Leo a los clásicos fogones del sitio la audacia creadora de la cocina de autor contemporánea, y sigue vinculando platos y a Ciudad Guayana con personalidades y sabores del resto de Venezuela y del planeta.

Entras, caminas hacia la derecha, subes dos escalones, aparece una barra sobria y hermosa con tope de madera de pardillo pulido. Es el primer ambiente del restaurante -son cuatro-, y colgado en la pared que hace frente con la barra, estaba el cuadro. Era una pintura de gran formato cuyo autor fue Henri Corradini, multifacético artista que se afincó en Ciudad Bolívar y falleció hace como 20 años. El motivo del cuadro es una batalla. Jinetes con armaduras y grandes lanzas que apuntan a las alturas y a los pechos enemigos de piel marrón y apariencia infernal, que están a punto de ser derrotados. Era un cuadro magnífico; conjeturo que Corradini se inspiró en una obra de Pablo Uccello, La Batalla de San Romano. Ercole me contó que en una ocasión, el que fuera secretario de Defensa de los Estados Unidos, Robert McNamara, invitado por cicerones al restaurante, insistió en comprar la pintura, se negó a venderla. Años más tarde un infausto incendio devoró el cuadro.

Aventuro teorizar que la pintura escenificaba de alguna manera la vida de Ercole. Una suerte de batalla de muchos años que él mismo me contó más de una vez: vivencias de su infancia y la guerra, la huida del servicio militar italiano y el barco que atraca en La Guaira, es ayudante de mecánico, suple a un mesonero en un fiesta que amenizaba Billo y gana en una noche – sumando paga y propinas- lo que en una semana en el taller, y hasta allí llegaron sus tratos con tuercas, engranajes y grasa. Un noviazgo con la hija de un jerarca local de la dictadura perezjimenista y la broma de un amigo sobre el reciente asesinato de un inmigrante italiano que andaba con una novia como la suya, hija de un funcionario, lo hizo huir sin despedidas hasta El Tigre donde funda un restaurante. Cerca entonces de la Zona del Hierro, combina lo del restaurante con la venta de provisiones que trae, junto a su esposa, a empresas de los trabajos embrionarios del desarrollo hidroeléctrico y siderúrgico. Vislumbra el destino de Puerto Ordaz e instala la primera pizzería de la que aquí se tuvo conocimiento. Luego, con sello de ciudad, funda el Key Club con restaurante, sala de fiestas y espectáculos, que más tarde vende. En su camino de empresario construyó en “el centro” de Puerto Ordaz seis edificios y un séptimo en Alta Vista; en uno de ellos concibió el sitio para un restaurante y lo bautizó como Ercole. Se jugó el nombre en lo que desde el comienzo hasta hoy es un espacio gastronómico de excelencia de Guayana y Venezuela. Desde el inicio ha estado el Ercole a disposición de las familias que aquí decidimos vivir y de gente de paso: bodas, bautizos, graduaciones, banquetes de corporaciones, fiestas de Navidad y de fin de año… No exagero si digo que si acaso aquí queda algo intacto, indemne todavía, con las marcas de gran ciudad que tuvo Ciudad Guayana, al Ercole hay que colocarlo entre los primeros y más importantes símbolos de feliz permanencia.

Ercole decidió construirse a sí mismo como hombre educado, viajado por el mundo, aficionado a acompasar el buen vivir con el trabajo y dormir sólo cuatro horas diarias. Con esa inteligente vitalidad, desde el comienzo le imprimió al restaurante categoría de alta cocina que conserva. De cada uno de sus frecuentes viajes trajo exquisiteces que ponía en los platos de clientes, costumbre que Leo D’Addazio ha ensanchado. Los gurús de la gastronomía del país, también hombres de mundo, fueron amigos de Ercole y de Leo, su hijo. José Rafael Lovera y Armando Scannone fueron comensales suyos en los espacios del Ercole. Miró Popic, gastrónomo de fama bien ganada, escritor, columnista e historiador, también comensal y amigo de los D’Addazio, ha escrito páginas elogiosas del restaurante.

Aficionado hasta el final de la vida a los grandes vinos, surtió Ercole la hermosa y acogedora bodega del restaurante con los mejores vinos del mundo, de tal manera que hoy día son escasos los restaurantes con una carta de grandes de vinos como la del Ercole.

Muerto Ercole le sucede Leo en la dirección. Tiene su propio prestigio, reconocido dentro y fuera de Venezuela. Es creador, profesor y director de la prestigiosa y sin igual Academia de Sommelier que funciona en Caracas, donde se han formado decenas de profesionales repartidos en todos los continentes, expertos en vino, rones, cocteles, café y chocolate, famosos muchos de ellos. A todo lo bueno que dejó Ercole, le añade Leo a los clásicos fogones del sitio la audacia creadora de la cocina de autor contemporánea, y sigue vinculando platos y a Ciudad Guayana con personalidades y sabores del resto de Venezuela y del planeta.