Uno de los animales más cercanos al hombre es el perro. Un ser capaz de percibir además de las acciones, todos los sentimientos y emociones que rodean la vida de los seres humanos. La relación entre perros y humanos es prehistórica. Algunos estudios científicos señalan que: por el solo hecho de ser acariciado, el can reduce su frecuencia cardíaca y la presión arterial. Una investigación china encontró que las personas que tienen un perro consiguen dormir mejor por la noche y se enferman con menor frecuencia. Pero esto no era lo que pensaba la sociedad comunista soviética sobre los sabuesos.
Mijail Bulgakov, en su obra Corazón de perro, muestra el tránsito que vivió la sociedad rusa después de la revolución bolchevique, a través de los ojos de un chucho abandonado que buscaba alimentos en los basureros y que al final, a causa de una quemadura, yacía en el umbral de una puerta, en espera resignadamente de la muerte. Para su sorpresa, aparece el exitoso cirujano Filipovich Preobrazhenski y le ofreció un trozo de salchicha. Alborozado, el perro sigue a Filip hasta su apartamento, donde se le otorga el genérico nombre de Sharik. En esa clínica improvisada, un grupo de galenos operan a Sharik y le implantan una glándula pituitaria y unos testículos, ambos de procedencia humana.
Corazón de perro es una novela satírica escrita en 1925, durante el apogeo de la nueva política económica implementada por Lenin para paliar el hambre de los soviéticos producto de los estragos de la Guerra Mundial. Es interpretada como una alegoría de la revolución comunista y el peregrino intento de la revolución por transformar radicalmente a la humanidad. A partir de los implantes, al can se asigna el nombre de Poligraf Poligrafovich Sharikov, quien se transforma en un ser humano física y moralmente repulsivo que termina por afiliarse al partido comunista y consigue ser nombrado subdirector del subdepartamento de limpieza de animales vagabundos, desde donde estrangula gatos callejeros y al mismo tiempo hace las veces de patriota cooperante.
La crítica especializada considera a Corazón de perro como una de las obras más apreciadas de Mijaíl Bulgákov, protagonizada por un canecillo vagabundo que toma forma humana como una encarnación descuidada y narcisista del hombre nuevo soviético. En la traducción al inglés de Michael Glenny, uno de los integrantes de la obra le pregunta a Sharikov qué es lo que hacen él y sus compañeros de trabajo con los gatos muertos que pululan en la calles, él responde: los llevamos a un laboratorio, donde los transforman en proteínas para los obreros. En gobiernos revolucionarios siempre aparecen proteínas de este tipo para alimentar al pueblo. En Venezuela aparecieron conejos y ovejos. Ojalá, la tiranía gobernante no imite a la sociedad soviética o norcoreana con lo de los alimentos en períodos de hambruna.
La novela ha sido interpretada tanto como una sátira de los intentos comunistas por crear al hombre nuevo y como una crítica a la eugenesia. Una interpretación usualmente aceptada es que Bulgákov trataba de mostrar todas las inconsistencias del sistema en el cual Sharikov, un hombre con la inteligencia de un perro, podía llegar a ser una parte importante del sistema dominante.
Como empleado público perteneciente a un colectivo dirigido por Lenin, Sharikov denuncia en la Cheka lo que hicieron con él y los planes que fragua el grupo de médicos en contra del comunismo. A consecuencia de ello, Sharikov es echado del apartamento donde vive, pero revólver en mano amenaza a los médicos propietarios. Después de la captura de Sharikov por parte de la policía, donde, seguramente, le será implantado un chip para evitar que se asile en alguna embajada, el grupo de médicos, ocupante de la vivienda, continúa desarrollando el experimento perro callejero.
Coordinador nacional del movimiento político Gente