La política es una fuerza que impulsa el movimiento en las sociedades. Su energía activa la cultura, la economía, la educación, las artes, la organización humana, desarrolla capacidades para la reflexión, la discusión y la confrontación. Nos enseña las virtudes de la tolerancia, porque nos hace entender que una posición u opinión contraria enriquece el diálogo y la perspectiva de quienes discuten, lo que evita ver al otro como enemigo. La política en democracia es una fuente que irriga las ideas que surgen del debate, de la controversia, de la polémica, del desacuerdo.
Por eso apreciamos cómo en las democracias -incluso las que están situación de mayor precariedad- se producen movimientos que hacen que los péndulos oscilen. Se movieron hacia la izquierda en las dos primeras décadas del siglo XXI. Contaminados por el derrame de petrodólares venezolanos que se desbordó hacia Brasil, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Argentina, con la interesada complicidad del extinto verdugo del pueblo cubano, cuyo nombre no quiero repetir y prefiero olvidar.
La democracia en escenarios hostiles, y a pesar de su fragilidad, saca fuerzas de sus entrañas para hacer valer las instituciones que le permiten ser. Es lo que vemos en aquellos países de nuestro continente que no se han hundido en el fango socialcomunista, como Cuba, Venezuela y Nicaragua. En Brasil el péndulo se movió y la institucionalidad ha funcionado. Por eso al cumplir Lula su segundo mandato le sucedió Dilma Rousseff. Y gracias a la independencia del poder judicial de aquella república federativa, Lula, fue condenado por corrupción. Poco o nada pudo hacer el Foro de Sao Paulo. Esa taifa de los izquierdópatas del continente, que agavilla también, a tipos como Baltasar Garzón, Rodríguez Zapatero, los del casi desaparecido Podemos y otras alimañas rojas-rojitas de Europa.
Si Jair Bolsonaro hubiese tenido una dosis moderada de atrabilis, seguramente estaría gobernando Brasil, pero su arrogancia militar, carácter despótico y violento lo alejó de las preferencias de los electores. Sin embargo, en la segunda vuelta un Lula -recién salido de la cárcel- le ganó por escaso margen.
En Ecuador llegó al poder Rafael Correa -el de la sonrisa luciferina- apuntalado por el zurdaje del Foro de Sao Paulo. Fueron dos períodos presidenciales en los que este economista intentó destruir medios e instituciones democráticas, pero estas aguantaron el demoledor empuje de Correa. Quien, denunciado e investigado por la justicia ecuatoriana, debió huir a Bruselas para evitar ser detenido. Esto no ha sido óbice para que sus seguidores se mantengan fieles a este infumable personaje. Los gobiernos de Lenín Moreno y Guillermo Lasso fueron asediados por la omnipresencia del correísmo y por una violencia descontrolada, proveniente del narcotráfico, la narcoguerrilla, grupos subversivos de diversas nacionalidades, y por todos los recursos de los que dispone el crimen organizado para vulnerar/acabar con la democracia.
Guillermo Lasso recurrió a esa eutanasia política llamada muerte cruzada, y convocó a elecciones anticipadas para este domingo 20 de agosto. Lo que ha sido motivo de perturbación en Ecuador, que se ha estremecido con la muerte del candidato presidencial Fernando Villavicencio, asesinado por sicarios. La situación es incierta y de mucho cuidado, pues aquella frágil democracia es desafiada por las oscuras y tenebrosas fuerzas del populismo de izquierda, decidido a adueñarse, nuevamente, de este país sudamericano. Veremos cómo la política democrática sortea tan difícil reto.
En Argentina las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) movieron el péndulo y le abrieron un ancho camino hacia el triunfo al economista Javier Milei. Un político liberal que le cierra las vías al peronismo-kirnechrista y evita que siga gobernando. De suyo, la gran derrotada ha sido la viuda de Néstor Kirchner, la vicepresidenta que acabó con la escasa condición humana de Alberto Fernández, el mandatario que quedó para la historia por su pusilánime poquedad. Le calza el adjetivo hebén, que es una cosa o persona fútil de poca sustancia. Su psicoanalista estará trabajando a marcha forzada para restaurarle algo de fortaleza a su pateada autoestima.
Bolivia con Evo Morales también forma parte de este grupete de regímenes socialcomunistas. Luis Arce -uno de sus ministros- fue su sucesor y ahora Evo se lanza nuevamente, después de un enfrentamiento con Arce. Veremos qué ocurre. Pero hasta en Bolivia las instituciones democráticas funcionan todavía: habrá elecciones y el péndulo se moverá. Mientras tanto, estamos expectantes con lo que ocurre en Chile con Gabriel Boric, en México con AMLO y en Colombia con Gustavo Petro. ¿Se impondrá la cultura política-democrática y oscilará el péndulo?
Agridulces
Los presos políticos venezolanos claman por sus escasos derechos ante el alto comisionado de DD HH para que les garantice su integridad. Muy vulnerada en las ergástulas de esta tiranía, que los somete a atroces torturas físicas y psicológicas.