@ottojansen
Las comunidades cambian ante nuestros ojos y su esencia imperceptible tiene aspectos concretos en el comportamiento de los guayaneses que se anexan a la cultura digital, a los cambios en resolución de problemáticas comunitarias desde la iniciativa individual y son variados y muy distintos los comportamientos en la dinámica económica. En lo institucional hay desdén por los actores que encarnan el papel público: no son manifestaciones estridentes pero la negativa es el centro de la conducta de la gente. Y claro, no es para menos, los funcionarios y los “políticos” nunca aparecen en temas del sentir colectivo. Sin embargo puede distinguirse que hay conciencia y amor en relación con la región, el país completo y sus desgracias. Existe, quizás sin forma definida todavía, el empuje por los valores ciudadanos que, hay que acotar, no tienen nada que ver con las consignas de grupos interesados que repiten los vicios del ejercicio político que la mayoría rechaza.
Las comunidades de Ciudad Guayana, la urbe de mayor población, han venido construyendo, guiadas por la inercia que han impuesto las dificultades, sus propios proyectos de sobrevivencia que tienen una muy práctica adhesión a la cotidianidad local y regional oscura, agreste y llena de infelicidades. Por supuesto, estas panorámicas están llenas igualmente de distorsiones, de vicios, de lances que en circunstancias normales muchos de estos procederes estarían fuera de la ley. Asociaciones para la especulación, aprovechamiento de las conexiones oficiales, que solo sirven para aparentar la fuerza del poder, pero que en verdad a ese poder le son indiferentes y luego bajo cualquier capricho les quitan el “patrocinio” y el dinero. Ponemos de ejemplo en Villa Africana, Puerto Ordaz, el consejo comunal que aúpa invasiones de terrenos de la urbanización, establecidos como recreativos, a señores con poder económico y seguramente ligados a las roscas gubernamentales, quienes edifican residencias de alto costo. En los predios de las estaciones de servicio en San Félix, los denominados colectivos se convirtieron en autoridad con la crisis prolongada del surtido de la gasolina. Pero en el conjunto de las anomalías es igualmente visible cómo la población en general crea sus propios incentivos con la decencia que las condiciones les permiten. La actividad del delivery, que ya ha tenido bajas fatales en cumplimiento de la labor realizada con esmero, es símbolo del nuevo perfil de la ciudad y de nuestros pueblos, en un área donde la población (quienes lo ejercen y quienes disfrutan del servicio) se agarra para no perder los resquicios de la modernidad e impulsar una labor con cara a aspiraciones de un piso económico una vez llegado el futuro de garantías a impulsos del desarrollo grande, con la instauración del estado derecho e institucionalidad.
El desafío de libertad
El modelo de la revolución bolivariana, está muy desconectado con estas realidades aun cuando su alcance geográfico es una ventaja en el extenso estado Bolívar: ni siquiera la propaganda oficial cuenta con un discurso creíble. La oferta es el bochinche de insultos y calificativos que tiene de marco la destrucción de empresas, empleo formal, las familias y los organismos de la estructura social y económica regional; obra del Plan Guayana Socialista. Por su parte, y lo hemos dicho aquí con las letras de preocupada advertencia, la tradicional alternativa democrática esta cegada por sus vicios, envejecimiento, y falta de calificación para ver esa realidad que cambia todos los días y que no espera por recetarios trillados sin beneficios especiales para la gente que anhela, ciertamente, pero a la vez empuja iniciativas poderosas.
Descubrir la Guayana que se viene forjando en las dificultades, es conectarse con los jóvenes fundamentalmente, tanto los estudiantes como los que se ingenian desde los oficios novedosos ocasionados por la crisis del país y la pandemia. La juventud que se encuentra aislada en las comunidades, sin orientación de los pasos para ganar un futuro de realizaciones. Redescubrir el complejo tejido social actual del estado Bolívar, lleno de desalientos, escepticismos, crudas precariedades familiares, conlleva al esfuerzo sostenido de conectar con el sector femenino en las barriadas y urbanizaciones con propósitos específicos del rol que deben jugar en lo inmediato. Por eso es que la oferta populista desprendida de unas elecciones regionales donde los únicos beneficiarios son los candidatos -de la mano del régimen- y que igualmente no se vincula con la tragedia que vive la empobrecida sociedad guayanesa; no tiene sentido ni posibilidad de movilizar el sentimiento de esperanzas de las mayorías. Las convocatorias insulsas y de cálculos grupales que hoy descartan rescatar el orden constitucional, no tienen posibilidad estratégica, ni de ningún logro que no se sea continuar con el marasmo de estructuras que el socialismo busca mantener mientras impone su modelo comunal.
Hay que ganar el futuro que viene -percibo- desde la simbología de los delivery para Guayana: no porque se haga un pedido y ya, sino porque es expresión del trabajo tesonero, callado y efectivo que viene haciendo esa población que cree en la libertad, los derechos y la justicia. Los que apuestan que en algún momento, por sobre la destrucción y los feos espectáculos de la clase política, el futuro de la modernidad y la democracia vendrá desde nuestras propias manos.