martes, 11 febrero 2025
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El dólar, rítmica esencia del guaguancó

Ya se olvidaron los oficialistas de culpar a las páginas que seguían la cotización del dólar. Ahora rezan para que luego de los incrementos el precio de cotización se mantenga.

@OttoJansen

Hace por lo menos 30 años, cuando los círculos estudiantiles universitarios en su mayoría y un nada pequeño espíritu de este país surfeaba en el romanticismo contestatario como vanguardia del perfeccionamiento del mundo, se creía que los vaivenes económicos eran la fórmula ideal (en concordancia con los manuales marxistas) para que se produjeran espontáneamente los levantamientos de las masas a pelear por sus derechos. ¡Qué ingenuos!

Entrados al proceso político que nos conduce, conocido por su saña y afán a toda costa por el poder, esas creencias se han ido volviendo “sal y agua” en cualquiera de los imaginarios de la población, referidos a aguerridas protestas masivas (o elecciones libres y justas), en procura de resultados determinantes para la calidad de vida. En la extensa Guayana de los tiempos actuales, el rosario de episodios es largo y prácticamente no hay municipio o comunidad que no tenga su huella particular, dejando constancia de su voz ante la injusticia política y social orquestada por la revolución bolivariana, sin que tales manifestaciones hayan valido mucho para el cambio o el freno de tales aberraciones.

De nuevo llegamos a otro diciembre y la modalidad del poder hoy en sus diversas instancias (que en definitiva es uno solo), ante los embates medulares de una crisis humanitaria que sigue su curso serpenteante, es la de ofrecer “exitosos” espejismos de alivio popular, de espacios de entretenimiento, “operatividad” de las instituciones, discurso de representatividad comunal y de funcionamiento de las ciudades. Mientras los hechos recurrentes del hundimiento estructural social y económico, desde el valor de la moneda, la adquisición de productos de primera necesidad o la mera existencia del salario, cíclicamente implosionan (ese vaivén de un dólar como guillotina, prácticamente cada cuatro meses), dejando por supuesto ruinas y más hambre en una población que tiene años en la misma condición.

Repasemos las insurgencias sociales que no han cristalizado ante el férreo e inescrupuloso comportamiento de un régimen bien asesorado y entrenado por sus antecedentes en sabotear lo que antes llegaron a ser sus mejores gritos de combate al “sistema”.

La magnitud y conmoción de los guayaneses en los saqueos producidos en Ciudad Bolívar, Ciudad Guayana y Upata. La inseguridad y la depauperación crónica de los servicios que tanta agitación ha tenido en Caicara del Orinoco. La problemática indígena y criolla en los dispersos caseríos del municipio Sucre. La matanza minera en Sifontes, episodio salpicado de profundas derivaciones del poder político, de las que salieron incólumes. Las muertes, persecución y división de pueblos indígenas y de habitantes de Santa Elena de Uairén, que ha servido como mecanismos de chantaje en los pleitos de dirigentes locales de la revolución, pero sin trascendencia significativa. Aquí vale recordar que cuando ocurrieron estos hechos, los líderes de la oposición salieron despavoridos de sus andanzas turísticas por la Gran Sabana, a la par que otros fueron sorprendidos animando pequeños actos electorales en la capital guayanesa. Continuamos con el polvorín que es el municipio El Callao, quizás la primera jurisdicción de Venezuela (igual que los costeros pueblitos del estado Sucre) que emula los ejemplos de pueblos mexicanos controlados por el hampa y los cuerpos de seguridad. Nos quedan aún, otros municipios y otras historias.

El paralelo

Ya se olvidaron los oficialistas de culpar a las páginas que seguían la cotización del dólar. Ahora rezan para que luego de los incrementos (inevitables según los estudiosos y conocedores serios) el precio se mantenga; circunstancia en la que la ciudadanía inevitablemente teje sus oraciones pidiendo un compás a las angustias. La experiencia de los últimos días con la carrera estratosférica de la divisa y la pérdida absoluta del bolívar no deja lugar a dudas de que “no, no, no basta rezar, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz”, como cantó el manido Alí Primera. El asunto entonces es que con los movimientos políticos nacionales e internacionales, como realización de primarias, negociación en México, o la preparación del señor Biden ante incumplimientos de acuerdos del régimen, según Washington Post, para no pocos se abren esperanzas de cambios y de buenas noticias. Quizás, pero evidentemente de lo que la gran mayoría de la población está atenta, es de la imposibilidad de vivir con una situación que ensancha las desigualdades entre la cúpula del poder y la gran masa estupefacta.

Ese estado de conmoción tendrá su cierre definitivo (dice uno, tratándose de zafarse de las añejas miradas del manual) con incorporación de mentalidades jóvenes, evaluación, sin autoengaños, de la inconformidad social, inventiva de esfuerzos que aparten los gastados clichés en las acciones, aunado al coraje de recorrer cada rincón de la región y el país; contacto ahora hundido en las redes sociales y en prácticas burocráticas. Por lo pronto, la incertidumbre del precio de la divisa, como dijeran Pete Conde Rodríguez y Jhonny Pacheco, en relación a otra materia, es la esencia del guaguancó, y otro mambo no aparece por ningún lado.

Una apostilla limeña

Aquí en Lima, desde la distancia pero con enlaces confiables, la percepción personal del pretendido golpe de Estado del ahora detenido expresidente Pedro Castillo fue que se trató de una patética desconexión con una población mayoritariamente activa económicamente, pese a los rezagos sociales. La mayoría de los peruanos anda tras otros umbrales, mientras el “líder” esgrimía la manida proclama de defensa de los más débiles, como justificación de su extravío y ante acusación de irregularidades. Esas carantoñas no funcionaron.

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