viernes, 24 enero 2025
Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

El diente roto

La gente no anda para espectáculos políticos ni en lo atinente a servicios públicos, trabajo y salarios, ni en lo institucional: esas son otras aguas malolientes y quizás pronto sean olvidadas.

@OttoJansen

Las ciudades del estado Bolívar, grandes y pequeñas, muestran en su diario devenir cerros de desperdicios y maleza desproporcionada; una rutina agreste combinada con moscas, zamuros y la falta de agua por tuberías, como los elementos primordiales del derrumbe, abandono y la desolación de sus poblaciones. La denuncia ocasional, casi como para dejar constancia, brota en las redes sociales, en algunas voces vecinales que intentan concentrar fuerzas para que las problemáticas no continúen expandiéndose, para que las autoridades a quienes compete la atención de estos graves nudos en las ciudades reaccionen con algo trascendente que no sean mesas de trabajos de catarsis; el anhelo colectivo de que se ocupen de medidas inmediatas.

Estos escenarios directos a la vista, con las fallas permanentes de luz, aguas negras desbordadas en zonas residenciales completas, cárcavas agigantándose, que a la sumatoria de las dramáticas estrecheces económicas de las mayorías van forjando la ruptura del alma ciudadana de Guayana y convirtiendo el espíritu en una entidad perturbadoramente estacionaria, a la espera del derrumbe completo de la esperanza o del tic-tac de la irritación de previsible explosión. Sin información pública completa y siendo manejada con la discreción de los intereses del poder político a los guayaneses se les abre un manto de escepticismo e incredulidad al desatarse en estos días una oleada de detenciones por parte de organismos militares de inteligencia, a altos funcionarios de la región y del municipio Independencia del estado Anzoátegui -nuestro vecino- que en toda su existencia ha vivido hasta de los intercambios de chismes con la capital bolivarense. El impacto en la opinión pública es poco para la magnitud de lo que pueda estar ocurriendo adentro de la maquinaria revolucionaria, cuando son imputados el fiscal superior del estado Bolívar, hasta hace muy poco guardián de los intereses judiciales del gobierno en la región o del alcalde de Independencia, que es muy difícil pensar en buena lógica que los dirigentes del PSUV en Bolívar no estuvieran al tanto de esa especie de secreto a voces, al menos en cuanto a situaciones irregulares de esos personajes ahora caídos en desgracia. Pero la gente normal no anda para espectáculos “políticos”: ni en lo atinente a los servicios públicos, el trabajo y salarios, como tampoco en lo institucional, esas son otras aguas mal olientes y pronto olvidadas que no ocurre con las inmundicias que se amontonan en las barriadas y urbanizaciones.

Trucos

El otro manto que aguijonea el sentimiento de la extensa Guayana es invisible pero tiene presencia en cada rincón. Es el efecto inmigratorio de los compatriotas. Las noticias llegan de distintas latitudes cargadas de dramas. No pocas son satisfactorias, pero la gran mayoría son de gritos y tragedias que la poderosa consigna de los “buenos somos más”, no ataja, ni alivia el dolor de venezolanos con razón o sin ella, arrastrados por la miseria, incomprensión, la indefensión que a ratos los propios aliados internacionales eluden o quedan desbordados. Ante un torbellino que va y viene en el correr de las semanas, el régimen repite su clásico guión con el estreno del año. El libreto que consta de usar las palabras para esconder realidades y hechos, para pretender que los promontorios de basura se achican por obra y gracia de una operación publicitaria. Para hacer ver con el lenguaje de la posverdad sobre situaciones reales aderezadas con realizaciones que no existen, como por ejemplo que el servicio de agua pueda solventarse con el discurso propagandístico de los gobernantes que no exhiben ningún recurso técnico, ni alguna inversión trascendente al desastre y corrupción dejado por las gestiones de los anteriores jefes.

Por lo tanto, no es posible callar, ni hacernos cómplices de un proceso que no puede terminar bien, observando la gangrena institucional y política que a los mismos responsables les cuesta ocultar. En este momento de almas sin alientos, con las complicaciones de la figura de interinato presidencial y la Asamblea Nacional legítima, de hacer valer la Constitución venezolana, el ejercicio del pensamiento, la consulta y el debate cobran especial relevancia. Hay que profundizar en la convicción de los sectores regionales la dignidad de los derechos y beneficios comunes; se hace imperativo el coraje y la determinación para contribuir a que no siga rompiéndose la realidad social; a que no continuemos llenándonos de pesimismo. No podemos continuar absorbiendo como normal esa facilidad inducida que nos hace vivir entre escombros, violencia, ilegalidad y basuras, sin que importe. No puede el talento y la inteligencia del estado Bolívar refugiarse en tramoyas pequeñas o cuando más en su exclusivo diente roto: “…entregado a hondas meditaciones, para los demás, pero que en la oscuridad de su boca tentaba el diente roto sin pensar” como lo escribió Pedro Emilio Coll en su cuento. El engaño revolucionario es un fardo insoportable, a la par que las duras dificultades que afrontamos son engranajes para la pericia popular en la construcción de la mejor organización (con las reservas existentes en los obsoletos partidos) y de auténticos protagonistas para superar la aparente e interminable pesadilla.

Trocitos

El pasado 26 de enero falleció nuestro amigo Jorge Rivas Franco. Tato, como le conocimos siempre, fue un extraordinario operador de muchas tareas, de presencia casi anónima pero con el don de hacer amistad con gran soltura. Se fue demasiado joven. Nos encontramos aquí en Ciudad Guayana el 21 de enero, y aseguraba en la conversación que no se iba al extranjero porque allá no conocía nada, mientras que en Ciudad Bolívar sí. Cosas de Dios. Hasta siempre apreciado pana.