“Dolor, sufrimientos más sutiles o intensos, enfermedad, crimen, guerra, terremotos, maremotos, plagas, pestilencia, tortura, muerte finalmente… nada vivo o aun inanimado parece poder huir de las afiladas garras del mal o de la destrucción si la entendemos tal. Es, por tanto, común, si bien en distinto grado, la experiencia del mal en la vida del hombre, lo que a la par pone en cuestión la posibilidad de una vita buona que merezca la pena ser vivida y exige redoblar los esfuerzos intelectuales para replantear, sea desde la razón o desde la fe o de cualquiera de todas sus posibles mixturas intermedias, los caracteres que debería atesorar esa ‘buena vida’ para intentar salir así, de manera al menos un poco digna, de semejante atolladero. Por tanto, constituye el mal -y el bien- un asunto de plena vigencia tanto ahora en la era contemporánea como en la antigüedad, en el medievo como en la era moderna (…)” Del tratado del bien y el mal. La ética como filosofía Primera. Rojo Vásquez J. (2017) Universidad Pontificia. ICAI. Icade. Comillas. Madrid.
Los últimos días en Lima, por donde ando, desarrollan una confluencia de acechanzas, de movimientos de intereses, al igual que hechos sociales objetivos con manifestaciones de la violencia e inseguridad que atropellan a la población en general, y ante lo que las autoridades parecen no tener pulso sobre las exigencias e implementación de medidas. Los factores organizados de la sociedad peruana subestiman las posibles emboscadas que también se intentan. Se invocan convulsiones sociales que posteriormente serán usadas para demoler los derechos (ahora insuficientes pero existentes), la libertad y el desarrollo que pueden obtenerse escuchando a las mayorías. El espejo de los inicios del proceso venezolano que condujo a la pérdida de las instituciones y la democracia, se nos presenta, con los consabidos sobresaltos personales, en las facetas que por aquí vemos. Ya hoy sabemos los de la tierra de Bolívar, lo que no supimos diferenciar entre los reclamos válidos y el juego a la impugnación sin medidas que desembocó en la pesadilla nacional con cuenta de 25 años.
Es la actual dinámica terrible de Venezuela, con una erosión que hace aguas en los predios del poder gobernante, descalificado para la verdad y para la acción del desarrollo público; a fin de cuentas solo posibles desde la intención hacia el bien común, lo que una vez más nos ocupa. ¿Es posible no calificar del mal, encarnado en la acción fría e insensible, del régimen chavista, al vejar a mujeres, ancianos o a adolescentes, calificándoles sumariamente de terroristas y alojándolos en recintos y centros de torturas? ¿Puede no calificarse la resistencia a estos desmanes, como la lucha del bien, este, en el sentido de lo que es bueno para todos, contra la maldad cuya novedad ya perdió para los venezolanos su olor a azufre, pero cuyos actos son horrorosos?
Bestia de mil tentáculos
La vida y las realidades de Venezuela hace muchos años vienen en descomposición a niveles que no pueden considerarse normales. Pero luego del 28 julio, con la abrumadora expresión popular en las elecciones presidenciales que decapitó el apoyo al ejercicio del PSUV en el entramado partido-Estado-gobierno, y que avanzó en dirección del cambio en el ejercicio de partidos políticos distanciados del sufrimiento de la gente, la revolución instauró otro umbral en el que prácticas se han redimensionado en grado superlativo: “(Tales como la encarcelación o privación grave de la libertad física, en violación de normas fundamentales del derecho internacional, la tortura, la violación o cualquier otra forma de violencia sexual de gravedad comparable y otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionalmente grandes sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud mental o física) y otras que son privaciones de los derechos fundamentales (tales como el derecho de participar en los asuntos públicos y las libertades de expresión, asociación y reunión)”. Del informe de conclusiones detalladas de la Misión de Determinación de los Hechos sobre la República Bolivariana de Venezuela. 14 de octubre.
Y este estadio sobrepasa ampliamente las tramoyas regulares de atropellos a las voces de indignación y el hartazgo social. Cuando el sistema escala al sadismo, saña, crueldad y cinismo como política sistemática de Estado. Cuando la vida humana se vuelve algo menos que insignificante, a la par que la denuncia se estanca en las clásicas aplicaciones del derecho y la justicia, actuando sin proporcionalidad o la rapidez requerida ante los gritos de la víctimas y el dolor de los venezolanos dentro o fuera del territorio nacional. Ese panorama de realidades oscuras describe, a los ojos de todos, la actuación deliberada del mal y sus farsas: ¿Es esto metafísico o filosófico? Quienes hacen la manipulación expresa de la realidad -que la psicología social estudia y establece categorías- se encuentran más allá de las perturbaciones mentales. Repito; ya no es el ejercicio de la política en sus distorsiones y bajezas. La dimensión es otra, más grande y terrible. ¿Es la encarnación del mal o todavía es un señalamiento moralista?
En Venezuela no es la batalla típica por el poder lo que se establece con la defensa de los resultados que dieron ganador por voluntad soberana a Edmundo González. Continuar en esa caracterización, mientras la garra totalitaria extermina a los pobladores, es alentar la inercia. Cuando María Corina Machado, otorgada la confianza por coherencia y superación en momentos cruciales del país, enfatiza dirigir el esfuerzo colectivo en parámetros que han de contar también con lo espiritual, no yerra en lo que está en el ambiente. Puede usarse el término terrenal que se considere, pero en los hechos y en el sentimiento colectivo de búsqueda de justicia y derechos, es el enfrentamiento largo y ancho entre la verdad y la mentira. Entre el bien y el mal.