lunes, 2 diciembre 2024
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El begoñagate

El nombre de Begoña Gómez está en boca de quienes la defienden pero también de acusadores, que ven en ella la representación del abuso de poder en toda su tumultuosa desfachatez e inverecundia, de lo que no se salvan ni las universidades.

La España de Pedro Sánchez, indiscutible padrote del PSOE, es cada vez más sudaca, más populista y más corrupta. Como cualquier país latinoamericano en las garras de dictadores, otrora militares hoy civiles socialcomunistas. Los mismos que conforman sus gabinetes con una patulea de ignaros e incompetentes, pero de probada fidelidad perruna al mandón. Los tiranos no eligen por méritos, formación académica, experiencia, sino que se decantan por lo peorcillo de su periferia, para garantizarse que ninguno los superará. Esa es la razón por la que Sánchez tiene como vicepresidenta a Yolanda Díaz y antes estuvo a Pablo Iglesias. Igual ocurre con Mónica García, María Jesús Montero, Albares, Urtasun y hasta Grande Marlaska, sólo por nombrar a los más mediáticos, serviles y dogmáticos en sus posturas descolonizadoras y decolonizadoras.

Tengo para mí que el modelo más flipante para el jefe del Gobierno español es el del socialismo del siglo XXI, que padecemos los venezolanos desde hace un cuarto de siglo. Cuyas virtudes sólo son visibles a los enamorados ojos de Sánchez. Una de esas virtudes es el poder ilimitado que tiene la consorte del mandatario, que en Venezuela se le conoce como la primera combatiente, pero nadie tiene información en torno a sus acciones bélicas, luchas y/o batallas. Es un secreto de Estado, guardado bajo siete llaves.

Sánchez quería que su pareja emulara a la venezolana. Por eso le abrió todas las puertas que le permiten un exclusivo ejercicio del poder. Fraguado desde el lecho monclovita, cuyo colchón fue cambiado antes de instalarse en el palacio presidencial. Allí se han gestado y resuelto eventos y situaciones trascendentales, en los que la señora Gómez ha tenido tanto la primera como la última palabra.

Algunos medios de la madre patria hablan del esposo de Begoña, porque aquel es sólo un enamorado, postrado ante la que realmente manda en aquel país del primer mundo. La misma, que como dijo Isabel Díaz Ayuso, pasó de administrar los saunas gay de su señor padre, Saviniano Gómez, a ser catedrática en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Puedo inferir que Sánchez -doctorado con tesis plagiada- tuvo en Begoña una verdadera tutora, ductora, cómplice y maestra, que le enseñó cómo se consigue lo máximo sin hacer lo mínimo. Aquel llegó a la presidencia por una moción de censura contra Mariano Rajoy, y ha sido presidente sin ganar elecciones. Pero lo que sí es menester reconocerle es su infinita capacidad para cambiar de criterio, opinión y posición en temas medulares. Como con ETA, que pasó de ser una agrupación terrorista que mató a unos mil españoles, a convertirse en aliado de su sanchidad. Y qué decir de su complicidad con los golpistas catalanes, perseguidos por la justicia española y a quienes Sánchez les diseñó una amnistía a su medida.

La señora Gómez -la hija de Saviniano sin título universitario- tiene agenda personal para gestionar sus propios negocios, sus múltiples empresas -nacionales e internacionales- y los emprendimientos que se le ocurran y los que le propongan los privilegiados que aparecen en su lista de amistades. Total, para ella parecía no haber límite. Una conversación después de la cena, con una copa de vino y uno que otro arrumaco aflojaban todos los síes que ella necesitaba, para seguir triunfando en lo que se propusiera.

Pero está visto que España, todavía, no es Venezuela, y pueden activarse los resortes de la compleja justicia, en aquella monarquía parlamentaria. Hubo denuncias ante los tribunales y el poder legislativo no tiene a un psiquiatra como presidente, lo que permite discutir -con plena libertad- temas como el Begoñagate. De tal suerte, que el nombre de Begoña Gómez está en boca de quienes la defienden -legisladores del PSOE, ministros, medios, periodistas y opinadores tarifados- pero también de acusadores, que ven en ella la representación del abuso de poder en toda su tumultuosa desfachatez e inverecundia, de lo que no se salvan ni las universidades.  

Por ahora, el valiente juez Juan Carlos Peinado se ha arriesgado a recibir la denuncia contra la catedrática indocta. Citada en dos oportunidades al tribunal, al que ha llegado con más protección que Donald Trump después del atentado. Sin embargo, la justicia sigue su curso porque la independencia de poderes existe en España. A pesar de la tramoya que ha armado su enamoradísimo, epistolar y coqueto galán: un tal Pedro Sánchez, hermano de David Azagra, también investigado por los tribunales.

Agridulces

Una manzanilla no es suficiente para calmar los nervios del alto pana brasileño, fanático del Corinthians. También pieza fundamental de los clubes de los izquierdópatas, agavillados en el Foro de Sao Paulo y en el Grupo de Puebla. Su cambio de narrativa tiene mucho tufo a cálculo matrero.