La cercanía de los días familiares en diciembre esconden los pasillos emocionales de la población venezolana del campo minado de angustias sobre las carencias de los próximos días o meses. Tal vez solo tendrá un paréntesis con la maniobra prefabricada del régimen con el referéndum que las mayorías, una vez más, contemplarán como la fiesta de las simulaciones, reafirmando ese hartazgo silencioso que quieren esquivar los revolucionarios, sus satélites y los almidonados grupos de intereses con los formalismos atribuidos a la política.
Es decir que entre algún bocado insospechado y alguna hallaca que saldrá de la solidaridad humana y de la justicia divina, la sociedad civil (que no es un conglomerado abstracto como varios suponen) le toca la tarea de ir pensando la manera de construir el pensamiento y los recursos que le permitan salir airosa de los empujones desde los primeros días del 2024. Si la dirigencia oficialista supiera el desprecio de la gente por sus engaños, frenaría esos actos bufos que ya no exhortan a nadie. Si los partidos políticos opositores (fundamentalmente en el estado Bolívar) vieran la irritación que causan, en ese afán de protagonismos a toda costa, dejarían de retratarse en grupos haciendo arengas de sus reliquias inoperantes. Pero ni unos ni otros se ven en el espejo de las realidades, desconectados como están del sentimiento y la humillación popular ante el cumulo de las necesidades directas.
El estado Bolívar está harto de esas prácticas domésticas de la política y de los rostros sin horizontes en una democracia del porvenir. No hay modo de decirlo sin que lo entiendan o dejen de hacerse los “locos”. Se requiere por lo tanto apurar el talento y la determinación para ensamblar eso que constituya el cuerpo de ideas sobre el ejercicio de la participación y el protagonismo de los actores sociales, ahora derruidos por la legislación del proceso chavista. Cuando los jóvenes han vuelto, a través de las elecciones primarias, a poner atención al futuro del país. Cuando las amas de casa, los profesionales, lo que queda de los trabajadores y los adultos mayores, se hacen presentes en voluntad férrea de otorgarse el Estado de derecho, cuando la diáspora no pierde la esperanza de regresar, se abren las puertas a edificar las estructuras organizativas y de creación de ideas en novedosas perspectivas de luchas. Teniendo los trámites de la convergencia con quienes quieren aportar la experiencia para un cambio que no es nada más salir de un partido dictatorial y entrar en un conglomerado de siglas que se encuentran cerrados sobre sí mismos. Es la exigencia de construir el pensamiento de la Venezuela que rehaga las instituciones teniendo de centro el respeto al ciudadano. Es eso de “TODOS SOMOS NECESARIOS” pero que a los oídos de la vieja política siempre les parece que solo son ellos los llamados a la mesa del señor, pese a haber decapitado, por bastantes años, los procesos de renovación de su razón de ser.
“Vamos a impulsar consensos”
Acercando gente; impulsando los consensos necesarios, manifiesta la candidata presidencial María Corina Machado, y podemos estar de acuerdo en que esas orientaciones son las que corresponden a los tiempos de cristalizar victorias en las que se anda en Venezuela, frente a los nubarrones oscuros de las maniobras del régimen bolivariano. Ahora se trata de hacer énfasis en los consensos con los sectores, las regiones, el diverso tejido social de la sociedad llena de matices, en el país que tanto ha cambiado desde la década de los años noventa. Consensos que significan acuerdos mínimos que se impongan, por ejemplo, ante las camisas de fuerzas de las obtusas y obsoletas posturas ideológicas.
La operatividad en un plan de acción con la coherencia que otorgue efectividad, tal como también lo viene diciendo María Corina, no tiene que privilegiar a las volteretas de las organizaciones políticas que en su descrédito deben demostrar ganar la grandeza con su apoyo a la causa común del rescate de la democracia, pero de igual manera probar que el ejercicio de la política no es el que estamos acostumbrados en Guayana con silencios cómplices o a conveniencia, negociados con la cúpula chavista, el congelamiento en el uso de la sargentería política que tan útil ha sido para los beneficios de intereses grupales con promesas de favorecer el clientelismo partidista. Es menester cambiar y en ese sentido propiciar otros arquetipos de la vida institucional y del funcionamiento de organizaciones de la sociedad que tienen que rehacerse para que obtengan la confianza perdida. De allí que en esa emergencia que significa la actuación y protagonismo de la sociedad civil, que desemboca en la figura de la resistencia democrática, lejos de la fiesta electoral per se, la apuesta es sencillamente a la voz de los sectores sociales, personalidades, gremios y comunidades las que pueden atajar los cálculos tradicionales de proyectos personales políticos (cuyas trompetas alientan los partidos políticos en Bolívar) en no privilegiar la dirección de enfrentar el estado totalitario, embalado en la línea del comunismo chino, de la vetusta dictadura cubana y el increíble horror que es el régimen nicaragüense.
Después del triunfo de las primarias, bailar pa’ tras como el cangrejo, no es ganar el futuro; menos en fechas decembrinas de celebración del nacimiento del niño Dios.