martes, 14 enero 2025
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Ejemplaridad y ética para una opción política creíble

No es tiempo de mesuras convenientes, los venezolanos tenemos que alzar la voz por los principios; con nuevas formas de actuar en la política, lejos del uso de promoción social o bandoleros premiados con cargos de representación popular.

@OttoJansen

El espectáculo de las detenciones de altos funcionarios del régimen, por entramado de corrupción en Pdvsa, visto las últimas horas por los venezolanos (y por los guayaneses en CVG), sin que nada de lo ocurrido garantice justicia en delitos surgidos de cargos gubernamentales que en su momento el régimen designó. Ha tenido de utilidad en que los ciudadanos reafirmen, lo que es inocultable del funcionamiento entronizado del socialismo del siglo XXI. De esta manera no hay más que explicar acerca de la bancarrota de la nación y que en el estado Bolívar (las consignas de fidelidad de los gobernantes locales quedaron calladas con la caída de los títeres) tiene demostración dramática con las ruinas de las empresas básicas y con esa condición fantasmal en todos los municipios, alguna vez con posibilidades de desarrollo. El escándalo con personajes de confianza de la revolución, ahora acusados de faltas inimaginables, ha sido importante para dejar claro, por enésima ocasión, la falta de escrúpulos con los que los jerarcas designan a espalderos “calificados” que luego sacan con expedientes y con la vendetta pública. Nada nuevo a lo que se ha dicho.

Quizás, los estrategas de la revolución proyectaron el capítulo en cuestión, con el cálculo de poner a la opinión pública a repetir sus argumentos. Pero es innegable que el espiral de repugnancia se hizo presente en todos los estratos sociales con mucho de sarcasmo, sorna y burla, y esto, no se va a quedar así. Es un momento -lo han expresado voces juiciosas- para que las inquietudes ciudadanas que no se rinden ante la sombra movediza del autoritarismo se miren en esas aguas y apunten a que las emocionalidades no terminen en otro desencanto. Estamos obligados para rescatar, la libertad, el estado de derecho; toda esa normalidad perdida, a construir con firmeza una alternativa que sea un proyecto que demuestre dominio en cuanto a que en la viña del Señor hay conformistas, colaboracionistas, farsantes y “vivos”, integrando, en este instante, la estructura del régimen pero que ya hemos tenido alertas de las “culebras” y “zorros” que se mueven en una “oposición”, nada moderna, nada trascedente y de sospechosa condición democrática. No se puede ir a la conformación de una colcha de retazos para que luego estalle con los consabidos corruptos y “camaleones” que en 24 años del socialismo bolivariano han emergido de la “pureza” mitológica revolucionaria, pero cuya cizaña está allí y que Venezuela, pase lo que pase, no quedará exenta. Mas, si el engrudo, que hemos visto fracasar en recuperar la institucionalidad secuestrada, que sin dudas son estos partidos políticos desfasados, logran el protagonismo nacional.

Tres mil millones de dólares en cajas de zapatos

Mucha agua ha corrido bajo el puente de la historia sobre sus gobernantes, ministros y dirigentes partidistas que han hecho atajos para desvincularse de responsabilidades y faltas a la ley. De allí que no es el requisito abstracto el pretender la sociedad convencida de la disciplina social, de poder transitar con firmeza los pasos hacia la cultura de la decencia. Conseguir la ahora esquiva honradez y convertirla en rutina; desde la noción infantil escolar hasta las más altas responsabilidades ciudadanas: el ejercicio de los valores morales y éticos en la conducta privada y pública, derivando en la ejemplaridad de marca-país.

El proceso de los bandidos, corruptos y farsantes, como parte del poder político, se ha repetido permanentemente en Venezuela; en las últimas dos décadas con más cinismo en nombre de la civilidad, de preservar supuestos espacios económicos o democráticos. Afianzado en la grandilocuente lucha contra el capitalismo y el imperio. El licenciado Oscar Murillo, director de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello, extensión Guayana, citaba en un tuit (¡qué pertinente!) el caso de la corrupción en el estado Bolívar y las evidencias de connotados personeros vinculados a la revolución que quedaron en el olvido (escándalos y pataleos, de similar dimensión, a la que ahora se observan, pero que después quedaron en libertad). Tales antecedentes obligan a que la propuesta de cambio no sea tan solo una operación electoral para Guayana y el país. ¿Cómo pretenden los mismos partidos que nunca explicaron el caso de la empresa Monómeros, que propician inculpar a quiénes son y a quiénes no? Los que echaron por tierra la institucionalidad mínima con la Asamblea Nacional del 2015 y “quebraron” el interinato, figura probablemente discutible desde lo práctico, pero innegablemente efectiva de impulso a la resistencia política y ciudadana ¿Cómo pretenden que la ética y la ejemplaridad no exista, no tenga significación, ni sea parte del discurso transformador, en ese remolino de inmundicias que mira la nación?

No es tiempo de mesuras convenientes, los venezolanos tenemos que alzar la voz por los principios; ese pensamiento con nuevas formas de actuar en la política, lejos del uso de promoción social y de enriquecimiento de bandoleros, cínicos e incompetentes, premiados con cargos de representación popular y con cajas de zapatos repletas de millones robados.