En este desorejado y permanente carnaval vernáculo, en el que somos comparsa de los luciferinos que encabezan el aquelarre, la gente ni disfrazarse puede. En otros tiempos hombres y mujeres tenían todo en casa para gastar lo menos posible, al convertirse en negritas por dos días y pasarla de lo lindo. Pero en este punitivo socialismo es un delito, pues el fiscal general puede abrirte una investigación penal por racismo. Ahora los negros son afrodescendientes, y no es fácil conseguir un disfraz de una cosa tan traída por los pelos lexicográficos.
Otro recurso -muy recurrido por barato- era el de ocultarse detrás de un mamarracho, pero me temo que esto también puede ser tipificado como delito por los capitostes del régimen. Muy paranoicos ellos, pueden acusarte de burla a la autoridad o algo parecido.
Disfrazarse se ha convertido en algo inaccesible para el grueso de la población, a quien asiste el derecho a divertirse, aunque sea durante los breves días de carnaval. Pero no, en socialcomunismo el pan y el circo también están prohibidos. Una y otra cosa son hegemonizados por la cúpula, junto a sus habituales fiestas y jolgorios. Son de su exclusividad, y se celebran en sitios cerrados, con orquestas, invitados internacionales, el mejor escocés y la más abundante y exquisita comida. Siempre con miles de guardaespaldas para que no se dispare la manía persecutoria de la élite dominante. Mientras los choferes de las camionetotas blindadas de alta gama, esperan hasta que el cuerpo les aguante a sus jefazos.
Hasta los carnavales de El Callao se han venido a menos, y ya no cuentan con la presencia masiva de turistas que llegaban de toda Venezuela y otros países. Aquellos visitantes venían año tras año a disfrutar del calipso, que llenaba de alegría y enérgicos e interminables bailes las calles de ese pueblo, que sextuplicaba su población y activaba la economía.
En El Callao la gente gozaba al mejor estilo de las bacanales, aquellos festivales mistéricos que celebraban los antiguos romanos en honor al Dios del vino.
Es posible que todavía el vino sea disfrutado por algunos selectos paladares en aquella calurosa comunidad guayanesa, pero la cerveza y el ron circulan, profusamente, de boca en boca, entre la feligresía que todavía puede congregarse allí, para olvidar las penas por unos pocos días. Algo que debe ser un derecho sagrado y consagrado en estos tiempos de tantas privaciones, desgracias y penurias.
Lo del disfraz me llevó al carnaval que se celebra en este mes de febrero, pero quería compartir con mis pocos lectores unas muy confusas declaraciones de Neliley Andrade. Ella es miembro del buró político del Partido Comunista (PCV), quien denunció que el 4 de febrero se vieron personas disfrazadas con los símbolos del PCV, en una manifestación convocada por el oficialismo. Aquello no debería sorprender a los camaradas, pues ese partido -cuya dirigencia y militancia puede reunirse en un Volkswagen- apoya incondicionalmente a este régimen.
Disfrazarse de comunista en una marcha pseuveca debe ser más fácil que pelar mandarina, porque solo tienen que hacer acto de presencia. No hace falta ningún esfuerzo, porque son caimanes del mismo pozo. Con el guión aprendido del antimperialismo, seguros servidores del régimen putinista, del castrocomunismo, del imperio comunista chino. También de la tiranía sandinista, del Arce boliviano, del Boric chileno y del Lula del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla. Sin olvidar al último Juan Charrasqueado de México, mejor conocido como AMLO, y con la eterna gratitud a los camaradas del PCE y Podemos de España por sus enriquecedoras asesorías.
Tienen el mismo tumbao y su oficio se parece mucho al de inspector de aires libres, aunque se apertrechen con la hoz y el martillo. Eso sí, son irreductibles en sus arraigadas convicciones. Piensan igual desde que estaban en el vientre materno. Nunca han cambiado sus posiciones y mantienen sus principios, pase lo que pase. Incluso si matan de hambre al proletariado, como ocurrió con El Holodomor estalinista y como pasa en Venezuela y Cuba.
El PCV, aunque se vista de seda, es tan oficialista como lo es el PPT, el MEP, ORA, Podemos, LS, Facba, ICN, MNI y muchos otros grupetes que orbitan en la periferia de la élite dominante, y están al servicio de un proyecto destructivo, del que se benefician y al que defienden desde 1999. Todos disfrazados de salvadores en este perpetuo carnaval socialcomunista.
Agridulces
Manuel Vicente Vadel, el nuevo embajador en el Brasil lulesco, es un joven emprendedor con exitosas inversiones en el mercado de los textiles brasileños. 100 mil reales fue su capital-semilla, cuyo equivalente en dólares es de 19.191. Vadel exprimió sus lechugas verdes después que Bolsonaro lo declarara persona non grata. ¡El flamante embajador es tremendo comerciante!