jueves, 22 mayo 2025
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Decisiones en la gavia

De Churchill haber continuado la pacificación de su predecesor Neville Chamberlain, sin duda Hitler hubiese roto cualquier convenio para luego invadir a la Gran Bretaña. El titubeo y la tardanza hubiesen significado el aniquilamiento de la nación.

Hace varios años formé parte de un grupo de lectura y nos reuníamos los miércoles a finales de la tarde. Era otoño en Inglaterra y ya a esas horas había oscuridad y niebla, así que nos iluminábamos llevando la leña para la chimenea, además de las bebidas calientes y los postres de la estación. No escatima uno cuando puede vivir la experiencia de expresarse con libertad de lo que se lee. Como uno anda en una de dar y recibir, es aún más grato el escuchar al autor del texto que lee y al lector que pone su interpretación sobre la mesa.

En una de esas ocasiones surgió la pregunta de preguntas sobre el famoso discurso de Winston Churchill el 13 de mayo de 1940 sobre pelear donde se tuviere que pelear y “nunca rendirse”, de si el entonces primer ministro estaba tan seguro de que ganarían la guerra. Porque hasta el alto mando dudaba del desembarco a Normandía, fue Churchill quien los convenció. Y la pregunta que aun después de varias décadas se hacen los ingleses es si a Churchill no le temblaba el pulso al enviar a los soldados a la muerte. Porque el discurso de 1940 se lee fácil cuando se corona el triunfo, pero la pregunta permanece sobre la sombra de una posible derrota. Si se trata de una fe inquebrantable, ¿en qué consiste tal fe?

En principio, era una situación no tanto de salvar o no la vida sino de decidir cómo morir, es decir, de qué significado debía tener esa muerte. No había opción ni vuelta atrás. De Churchill haber continuado la pacificación de su predecesor Neville Chamberlain, sin duda Hitler hubiese roto cualquier convenio para luego invadir a la Gran Bretaña. El titubeo y la tardanza hubiesen significado el aniquilamiento de la nación. Por cierto, lo de destruir una nación, eso lo entendemos los venezolanos porque la violencia es apenas una parte de semejante desgracia.

Los ingleses aman las tertulias donde dilucidan su historia. Les apasiona el tema tanto como los enamora el teatro, y por esa me identifiqué tanto aquella vez. Siguiendo el entretejido de una discusión no exenta de pausas, me tocó el momento de hablar y dije algo como esto: “Conocía el temple de su país a lo largo de su historia. Conocía hasta dónde podía llegar el temple de los británicos ante esa circunstancia. Tener la visión da ruta, las palabras para forjar ese temple, y sí, la fe. Una que sólo él entendía puertas adentro”.

Una nota: Ante su decisión de realizar el desembarco a Normandía. Churchill debió primero discutir la posibilidad con su almirante mayor. Pocos años después ese almirante fue entrevistado por BBC 4 y la vi gracias a un archivo. No tengo su nombre exacto a mano, pero sus palabras me quedaron grabadas en la memoria. Decía él que antes de la reunión no se sentía ganado para la idea, veía riesgos difíciles de evitar. Fue en esa reunión que conoció a Churchill personalmente, y la verdad, tampoco cambió de opinión en el transcurso de su encuentro. El periodista insistió en saber algo más de la reunión y el almirante alcanzó a decir algo como esto: “Creo que accedí porque tenía algo en común con él. Su manera de ver y tratar a las mujeres era la misma que tengo yo, entonces supe que podía trabajar con él”.

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