Desde la transitoria lejanía me comunico a mí mismo, enfrascado en las reflexiones de las últimas horas, la más plena confianza en los retos inmediatos para nosotros como pueblo. El proceso presidencial por celebrar apenas dentro de unas horas (al momento de escribir y enviar la columna) con la evidente carga de luchas contra el autoritarismo ejemplo en su desarrollo de cómo el mundo civilista actual, lleno de aprehensiones y pifias, aborda las manifestaciones históricas de la involución y los episodios que le han marcado en su trayectoria de siglos. Estas elecciones en Venezuela, repito, son definitivamente la entrada -no me cabe dudas- a muy diferentes escenarios, no exentos de arduos esfuerzos individuales y colectivos, pero en los que una calidad mayor de acción y visión enfila su cauce.
Hay que asegurar con la convicción que nos muestra la presión ciudadana que a la cúpula revolucionaria no le tocará otra sino entregar el poder. La voluntad soberana cobrará la faena que asumió en la confrontación directa, apartando los eufemismos, imposturas y poses engreídas de los tradicionales factores económicos y políticos en los 25 años de enfrentamientos contra el cálculo totalitario. Esto lo disfrutaremos. Ahora el camino no termina aquí; los reductos de la revolución seguirán intentando la desestabilización: ese es su fuerte. Los grupos de intereses como siempre lo han hecho, buscarán colearse en las definiciones trascendentes que se inician, correspondiendo por lo tanto al papel ciudadano que recién se estrena, llenarse de instrumentos, de conocimientos y pericias para enrumbar al país hacia la disciplina del ejercicio de la ley, a la rigurosa cultura de la productividad nacional, al cumplimiento de los deberes y derechos. Para algunos en este marco venezolano inducido a las dudas y al escepticismo o sencillamente al uso del enfoque mecanicista podrá parecerle que aún (a pocas horas, insistimos) no se cuentan los votos. Podrá parecerle que se hace uso de la especulación o de la adivinación cuando afirmamos que el país entra en otros parámetros y en circunstancias de rescate pleno a su identidad democrática. Sin embargo la verdad es, como también lo hemos escrito aquí, no hace falta sino mirar la calle, el acontecer de movilizaciones y euforias, esa voluntad sólida de cambio tejido en todos los sectores. El espíritu nacional en un solo ser empinando la determinación de superar la barbarie revolucionaria, para dejar de tener suspicacias en que las puertas están suficientemente abiertas y que, esto en justo rigor, no puede sorprender a nadie.
Estamos contemplando el final de un ciclo duro de pruebas y lecciones. Otros capítulos emergerán para los mecanismos de transición, justicia o mandato constitucional en realidades surgidas de una etapa que no queremos se repita. Se va la cúpula del poder y en la política han de quedar quienes creen y han pregonado la decencia ante los chantajes de una justicia que nunca fue y es fundamentalmente un catastrófico engaño.
“Mi amigo el camino”
El camino que nos condujo hasta el presente momento es menester hacerle la apropiada valoración, destacando la figura protagónica de una mujer en la trascendencia de un liderazgo sin las consabidas posturas rutinarias y totalmente desapegadas de la coherencia y la autenticidad. Señala este tránsito una ruta a forjar organizaciones ciudadanas múltiples que no pueden significar, por cierto, la relativización de los valores y el desprecio de los derechos en aras de otros conceptos que pasen por encima del todo social. El protagonismo de la gente, que hoy se prueba es de la ciudadanía expresada en organizaciones nuevas y vinculadas al más amplio anhelo popular, en las que las esferas asociativas no han de pertenecerles a nadie o se inscriban en eso que en las últimas décadas se mal llamó “poder popular”.
La libertad y el juego democrático dejando de ser exquisitez de pocos, las tan solo migajas para los desposeídos; la práctica burocrática institucional o el permanente esquince de la maniobra política tiene que ser conducta y cultura sagrada de la condición de la sociedad venezolana en su conjunto. Nadie puede jugar al incesante desenfreno de elaboración de leyes desechadas de una día para otro. La sencillez y el espíritu festivo del gentilicio de Venezuela no puede nunca más confundirse con la informalidad que es capaz de atentar contra sí misma; como ocurrió con los políticos, magistrados, instituciones, la Constitución y los valores nacionales durante el periodo chavista que fue el piso de la crisis humanitaria y la corrupción, teniendo el manejo del pillaje como verdad revolucionaria. La ruta cumplida hasta el presente nos permite lecciones estelares, quizás la fundamental sea que la acción fructífera es producto del esfuerzo tesonero, del sacrificio y de la entrega hasta lograr los propósitos. A cada obstáculo por grande que se presente es posible encontrar solución si existe empeño y la garra para no claudicar o edulcorar el veneno, enfrentando la adversidad y los nudos. Esa clase magistral de la vida venezolana que se pondrá en el tapete con contundencia de los resultados de la elección presidencial, tiene que ser escrita como la cartilla y el código de honor, presente en cada decisión o paso importante de la vida nacional.
Que no queden dudas de lo que somos capaces como sociedad en las circunstancias más apremiantes y retadoras.
Trocitos…
– La emoción y el entusiasmo por las definiciones políticas y electorales en Venezuela se palpan en la numerosa pero dispersa comunidad de connacionales en la ciudad limeña. Coincide el evento electoral con las fechas patrias peruanas que son celebradas por todo lo alto y los venezolanos tienen algo importante con que acompañar. Muchos hasta hace poco escépticos se han contagiado del ímpetu de lucha que vale la pena por la democracia y la esperanza tangible de un país que puede ser expresión de derechos y de felicidad para todos.