Se cumplen ciento treinta años del natalicio de José Rafael Pocaterra (1889-1955), escritor, político y diplomático venezolano, autor de cuentos, novelas, artículos y crónicas publicadas en las páginas de la prensa nacional e internacional. Su obra cumbre es la novela Memorias de un venezolano en la decadencia, publicada por vez primera en 1927, en pleno imperio de la dictadura de Juan Vicente Gómez.
Pocaterra fue un intelectual comprometido con las luchas por la democracia, la libertad y la justicia en una Venezuela dominada por los sempiternos caudillos militares encarnados por los militares Castro y Gómez, secundados por una clase política complaciente, entreguista y corrupta. Su ejercicio del periodismo y la literatura crítica que desnudaba la quiebra social y moral del país, le llevaron a asumir la condición de preso político en las mazmorras del castillo de Puerto Cabello y luego en la tenebrosa prisión de La Rotunda en Caracas. En 1922, al salir en libertad emprende la aventura de fundar una empresa editorial, pero la intolerancia y la represión de la tiranía gomecista, le impulsaron abandonar Venezuela y radicarse primero en Estados Unidos y luego en Canadá. En ambos países desarrolló con intensa fuerza su intelectualidad y sus convicciones democráticas.
En 1939, ya muerto el dictador Gómez, retorna a Venezuela donde se incorpora a la dinámica política que propiciaba construir un nuevo esquema republicano y democrático. A los efectos, formó parte del Congreso Nacional, fue gobernador del estado Carabobo y bajo la presidencia de don Rómulo Gallegos representó a Venezuela como embajador en Brasil y Estados Unidos. Luego del derrocamiento del presidente Gallegos por parte del sector militarista-civil que conspiraba en su contra, Pocaterra regresó a la ciudad de Montreal, en Canadá, donde falleció en 1955.
Sobre la significación en el tiempo de su novela Memorias de un venezolano en la decadencia, los investigadores Piero Arria y Valmore Muñoz Arteaga, señalan lo siguiente: “Pocaterra realiza un diagnóstico inapelable de la división del país. En su libro Memorias de un venezolano en la decadencia, donde narra sus años como habitante forzoso de La Rotunda, es donde evidencia con mayor lucidez esta situación. En efecto, día tras día, los presidiarios que conoce y entrevista le permite conocer a fondo los movimientos secretos de la sociedad exterior. Ya que la comunidad del presidio estaba compuesta por representantes silenciados de los sectores más importantes del país. Pocaterra logra hacer un balance muy completo de lo que estaba sucediendo: la sociedad exterior vista a través de una pequeña sociedad interior agrupada, irónicamente, por Gómez”. En el texto de Memorias de un venezolano en la decadencia, lo investigadores destacan: “Minuciosa y dolorosamente Pocaterra anota cada abuso y cada vejación. Nombra cada torturado y cada asesinado. Cuestiona una y otra vez al régimen que vislumbra en sus patrones de gobernabilidad, rasgos notablemente misantrópicos”.
La violación continua de los derechos humanos fundamentales se refleja en un fragmento del texto donde alude a la crueldad del caudillo Cipriano Castro, presidente de la república, cuyo vicepresidente era Juan Vicente Gómez: “Una angina terrible ha tratado de asfixiarme. El doctor Noblott es el médico de la fortaleza. Solagnie le suplica una medicina para mí. Dice que no puede y declara al fin que “el general Castro ha dado orden que no haya médico ni medicamentos para los presos políticos”. Estremece leer esta parte del texto de la novela porque su contenido traslada en el tiempo a una realidad actual en Venezuela. Basta escuchar y leer los testimonios de los presos políticos de la “revolución bonita”. La miseria humana permanece…
Sobre el significado de Memorias de un venezolano en la decadencia en pleno siglo XXI, en la revista electrónica Analítica se observa: “En este escrito fundamental para los venezolanos de hoy, agobiados por un país que parece no tocar fondo, leer a Pocaterra debería ser una tarea fundamental por todos los que luchan por recuperar un país. Pocaterra sostenía que la decadencia a la que se refería era el estado de inercia y pasividad del pueblo que aceptaba la dictadura de un hombre cruel e inculto. Hoy, en pleno siglo XXI, pareciera que esas palabras son premonitorias porque nunca en nuestra historia ha habido tal cúmulo de decadencia, como la que sufrimos la inmensa mayoría de los venezolanos. No solo estamos sometidos a un modelo arcaico de totalitarismo, sino además, a una destrucción sistemática del pasado venezolano (…) Consecuencia de esa decadencia moral y ética es la proliferación de delitos impunes de toda naturaleza que han convertido a Venezuela en uno de los países más inseguros del planeta”.
Finalmente, el enfoque de la revista Analítica puntualiza en lo que sigue: “Otro de los ejemplos flagrantes de la decadencia, es la metástasis del cáncer de la corrupción que ha favorecido la creación de una nueva clase social que el ingenio criollo llama los enchufados, pero que en el fondo es lo que ha sido la norma en los países comunistas, en los que surge lo que Milovan Djilas denominó la nueva clase”.
Para cerrar, unas palabras de Pocaterra que mucho dicen en medio de tanta decadencia e inmoralidad política en los días que corren: “Mientras tanto la esperanza, de tanto esperar, se torna en cólera y más tarde en desprecio… Pasarán las series de redentores sin redención una tras otra…”.