Hay una sentencia que dice que recordar es vivir. Y en mi experiencia entiendo que recordando es posible ir entendiendo muchas cosas que parecían evidentes, pero que al contrastarla con los recuerdos se develan ante uno con una claridad tal que obligan a reconocer que entendimos.
A lo largo de cierto período importante de mi vida he estado leyendo, investigando y conociendo sobre el arte, sus propuestas y tendencias. Las grandes obras y los maestros, todo lo que ha marcado y definido la historia del hombre, por lo menos en occidente.
Ha sido un periplo apasionante, y siempre ha estado revestido por la seriedad del estudio y el rigor de la academia. Con estas líneas he ido aprendiendo a resolver recordando, del día a día y del pasado. Como por ejemplo de mi infancia. Algunos eventos que en mi niñez marcaron un instante y lo eternizaron en mi memoria.
Recuerdo de mi asistencia a los festejos, el entretenimiento de muchos animadores dedicados con entusiasmo a distraer a los infantes. Algunos elaboraban contornos que asemejaban la anatomía de los caninos, doblando en partes un globo inflado de color, alargado. Era un cilindro de unos cuantos centímetros, que iba tomando particular forma cuando las manos del animador lo manipulaba con definida destreza.
Pero no era sólo la pericia lo que me llamaba la atención, también su temeridad al manipular el globo, su rostro y gestos denotaban calma, quietud, mientras que en mi se sucedía un gran nerviosismo por la espera de una posible explosión.
Lo cierto es que con habilidad convertía aquel largo objeto de fina goma, en una estructura que se me asemejaba a un cachorro. Recuerdo sobre todo a ese, al que parecía un perrito, posiblemente se podían hacer varias formas de animales u otros objetos, no los recuerdo.
Ahora bien, hace poco me vuelvo a tropezar con esa imagen, pero en esta ocasión devenida obra de arte. Los “Ballondogs” de Jeff Koons, quien podría considerarse como uno de los artistas más cotizado en la actualidad, me han causado esa reminiscencia que provoca un recuerdo y demanda una nueva manera de entender el arte.
La crítica lo ha definido bajo varias etiquetas muy pomposas, unas tantas como minimalista, otras tantas como artista conceptual y en ocasiones como Neo pop, que a mi parecer la que más me cuadra.
Luego de particulares experiencia tanto personales, como en su desenvolvimiento laboral, Koons utilizaba objetos cotidianos de valor mínimo, lo que 100 años antes había hecho Duchamp (recordemos los Ready made) pero orientados al mass media y la publicidad, pretendiendo un discurso acerca de las aspiraciones y sueños de la clase media y la anhelada persecución de la fama y la fortuna, y el pretendido estilo de vida. Lo que logró para sí mismo.
Se inspiró en la polémica y la apropiación como base esencial en la instauración de su trabajo artístico, que siempre fue catalogado como producto de una gran ambigüedad. En muchas ocasiones fue objeto de demandas legales por violación a los derechos de autor, las cuales muchas veces perdió.
Para sus detractores, Koons no es más que la personificación de las dolencias del arte contemporáneo: una expresión banal, inofensiva, producto de una posmodernidad pusilánime, simuladora y kitsch. En la que lo evidente es lo superficial, la fiesta del consumismo.
Para mí, una renovada visión del pop y su herencia Dadá, la que me acorta el camino entre la expresión y la vida. Lo que me hizo entender aquella combinación entre entretenimiento y miedo. La distracción con el objeto que se iba dibujando cachorro desde la esencia manipulada de un globo de color.