martes, 30 de mayo de 2023

Cosecha de odio

Esa variada fauna de chupópteros enchufados succiona las riquezas espirituales -pero sobre todo las materiales- donde quiera que estén, mientras expulsa billones de semillas de odio.

La siembra del odio ha engendrado una feroz y despiadada cosecha durante estos últimos veinte años. No sólo se ha diseminado en el fértil suelo socialcomunista enriquecido con el veneno del fanatismo, sino que también es el oxígeno que se respira en todo tiempo y lugar, mediante la hegemónica omnipresencia de sus incansables difusores y usufructuarios. Tanto abajo como arriba esta abominable secta congrega a todo bicho de uña con licencia para chupar, parasitar, fagocitar, rapiñar, vampirizar, ratear, sangrar, expoliar, excluir y desvalijar de todas las formas y maneras conocidas y por conocer.

Esa variada fauna de chupópteros enchufados succiona las riquezas espirituales -pero sobre todo las materiales- donde quiera que estén, mientras expulsa billones de semillas de odio, que han germinado en terrenos, aparentemente, no aptos para darle vida a estas simientes del mal. Porque, justamente, están en las antípodas, esto es asociados al bien desde sus propios orígenes.

El más elocuente de todos se hizo oír apenas la semana pasada: de sotana y comunión, de misa y misericordia, compasivo y piadoso. De él, escuchamos el sermón del desprecio hacia venezolanos que intentan volver a su país. Su palabra fue un disparo de Kalansnikof que perforó el alma nacional de creyentes y no creyentes. Trocheros vociferó. Bioterroristas sentenció desde su púlpito. Envenenado -con gusto- por la hiel, el desprecio y la inquina con la que alimenta su sacerdocio.

Numa es su nombre. Imagino en homenaje a Numa Pompilio, (715-673 a.C) segundo de los 7 reyes legendarios de Roma y quien estableció el estado sacerdotal de Roma, y distribuyó la tierra entre el pueblo. Muy apropiado el nombre que me suena maracucho, y que resulta adecuado para un sacerdote que se promociona en las redes sociales como: “comprometido con las luchas y el dolor de los pueblos, eso me lo enseñó Jesús de Nazaret”. El apellido Molina, infiero, no viene de Tirso de Molina, sino de molinar, que es el lugar donde están los molinos.

Numa Molina fue el aceñero en estos últimos días. No porque moliese granos, sino porque trituró su propia credibilidad al hacerse eco de un relato excluyente y estigmatizante, que se ensaña contra los venezolanos sometidos por la dictadura -que él defiende y apuntala- a la más abyecta de las miserias.

Me pregunto cuál es el tipo de pobre con el que está comprometido este clérigo. ¿Qué clase de dolor debe experimentar el pueblo para merecer la compasión de quien tiene a Jesús de Nazaret como maestro? ¿Acaso no le resulta suficiente el hambre que atenaza a la gran mayoría de los venezolanos, o es que el peso de la ideología comunista es superior a su sensibilidad frente a los desposeídos? ¿Será posible que de los anillos que rodean a Numa Molina, ninguno de sus miembros forme parte de la inmensa diáspora venezolana esparcida por el mundo?

Una buena parte de mis creencias fueron convertidas en bagazo cuando leí las declaraciones de este mediático sacerdote. Estoy segura que no fui la única. Porque los venezolanos ya estamos acostumbrados a la grosera e irrespetuosa verborragia de la cúpula cívico-militar. Son más de 20 años de experiencia como receptores de todo tipo de abominaciones y del odio más enconado, vociferado en cadena nacional de día y de noche, los 365 días del año. Pocos países han tenido que soportar tanto encono y malevolencia.

Después de dos décadas aquello se ha normalizado, incluida la mentira como sustrato de toda la verborrea a la que nos someten a diario. Pero que un hombre de la iglesia, un confesor, un pastor de almas, un ministro del Señor haga suya las mismas palabras de odio de los verdugos de los pobres, es algo que no entra en mis entendederas. Porque en este caso es imposible estar bien con Dios y con el diablo. O Numa Molina está comprometido con los pobres o lo está con esta tiranía criminal. Él no esconde sus preferencias, por lo que resulta imperativo su ascenso a capellán castrense, donde servirá a sus verdaderos intereses y honrará a su ideología castrocomunista. Así, entre militares y camaradas lo que diga Numa Molina sí “va a misa”.

Agridulces

Baltazar Garzón llegó al culmen como defensor de los derechos humanos, al comandar al equipo de abogados que echará el resto para sacar de la cárcel de Cabo Verde a esa combinación de Gandhi con Nelson Mandela de los CLAP. Como siempre, todo su trabajo por la justicia será gratuito, porque Alex Saab, ese peregrino de la bondad, no tiene un dólar en sus bolsillos.

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