El eje de la Vinotinto. No me canso de ver el gol de Eduard Bello, una y otra vez. Como soy Vinotinto, atesoro sus imágenes en mi memoria. He buscado trazar la trayectoria del balón desde la gestación del gol en el medio campo, y no hallo cómo aumentar la pantalla de mi celular para apreciar los diminutos puntos, curvas y rectas entretejidas por unos jugadores que se detienen, corren y miran a los actores en el amplio espacio de la cancha. Aunque parezcan diminutas hormigas de pared, los veo en tamaño real frente a mí, plenos en un silencio interior que guía sus segundos dentro del bullicio de un estadio rival.
Y no podía ser otro el poema sino la chilena acrobática. Apalancado en el eje de su rueda, Bello giró en el aire y en un latido disparó el balón al arco, hacia la red última. No cualquier gol ha sido este: hay en esa espléndida esfera las huellas del desafío, de elevar la montaña al aire y leer las señales del juego.
Desde donde estoy me veo mediocampista y de allí reconozco a otros seres que trabajan incansablemente. Lejos de los lentes de la cámara y sus focos, un arquitecto del juego se resguarda para divisar las intenciones a su alrededor. Mantener la fuerza entre los ojos, en el ombligo, en el compás de las extremidades, cultivarse en la templanza. Andar a pasos menudos, esquivos. Precisar un blanco y levantarse tras los errores o el fracaso, ese oficio único de resistir y rodearse de almas nunca olvidadas en este accidente del tiempo y de la historia. Saberse como un jugador más con número de camiseta y con el entrenamiento de rigor para mover los pies en círculos, saltar, desandar, seguir y recorrer la cancha, una y una y otra vez.
Hasta pasar el balón a quienes precisan el foco en la escena final, los que conquistarán el gol en el arco y la red. El gol único, el mismo.
La relevancia de Andrés Caleca en el mundo opositor. Hace años escuché una sentida conversación en la radio sobre la ausencia de liderazgo dentro de la oposición. En ese entonces necesitábamos más un político sólido y coherente que un candidato. Alguien capaz de conducir la variopinta oposición entre las trampas del chavismo por un lado, y por el otro lado en el de los propios miedos. En ese entonces, como ahora, el régimen infringió amenazas, compró conciencias blandas y con ello sembró una mayor desconfianza entre los opositores y creyeron tanto la especie de la fulana invencibilidad de estos usurpadores, que se notaba en su manera de hablar lo rendidos que estaban. La pobreza de espíritu los embarga de tal forma que se dan por derrotados ante cualquier posibilidad seria de hacerse paso. Con una mentalidad semejante no se ejecuta nunca una chilena frente a Brasil.
Digo lo anterior porque apuesto al liderazgo de Andrés Caleca como alguien acertado para fortalecer el proceso de recuperación de la democracia, que medie por la paz y ahuyente las pasiones inútiles en el mundo opositor.
De la madera profesional de Andrés saben otros mejor que yo. Las referencias que tengo de él provienen de su temporada guayanesa y también por nuestra amistad de tuiteros. Él es un político que defiende y ha inspirado a otros en el apoyo a las elecciones primarias. Su decisión de participar como candidato está acompañada por su comprensión del tema electoral. En momentos de incertidumbre y confusión alrededor de las primarias, él ha sido esencial para aclarar y desenredar los laberintos causados por las amenazas del régimen. Su sola presencia protege el proceso.
Cuidar lo creado. El liderazgo de padre es escaso hoy en día. En un régimen político de irresponsables donde la burla, la mentira y las bravuconerías están por encima del bienestar de la comunidad, la figura parental, sea de hombre o mujer, viene a significar crecimiento y vida. Un liderazgo parental mas no de Estado paternalista, nos haría recordar que una nación es una familia capaz de reconstruirse gracias a la conducción.
Apuesto por la faceta edificadora de Andrés Caleca. Con las primarias él ha actuado como si se hubiese tratado de una hija o unos nietos.