Que si el bendito patio trasero
La frase “el patio trasero de los Estados Unidos” no falta en uno que otro comentario sobre las relaciones de ese país con América Latina. Definido como “el área de influencia”, el concepto se aplica igualmente a “los patios traseros” de países como Rusia, China o la India. Ahora bien, cuando en Venezuela se usa el mismo concepto, la más de las veces, se expresa tristeza, frustración, y hasta soledad. La imagen del patio olvidado empeora la percepción, además, puesto que no posee la asepsia de la frase “área de influencia”, sino que remite al patio abandonado donde se lanzan los peroles inservibles y oxidados que estorban porque no se sabe cómo ni dónde botarlos.
El interés geopolítico de los EE UU por su backyard, en todo caso fue establecida por la doctrina Monroe que buscaba mantener a los poderes coloniales europeos fuera de su área, lo que explica cómo la Venezuela de Cipriano Castro se salvó de una invasión-repartición por parte de tres países europeos. Poco después fue Theodore Roosevelt quien tuvo una política de mano dura y mayores ambiciones hemisféricas. Esa política, sin embargo, empezó a disminuir después de las dos guerras mundiales. Desde ese entonces, hasta ahora, la política exterior de los Estados Unidos se basa en su muy sólida alianza con Europa, y a excepción de las tensiones de la guerra fría, pareciera que la región pasó a un segundo plano. Cómo será, que los iraníes, chinos y rusos vienen a Venezuela a aplicar un muy barato extractivismo, para que el régimen se mantenga con las sobras. Esos países saben muy bien la poca valía que le da el gobierno de facto a los venezolanos, su arte, su arquitectura, su metro, la flora, fauna, las aguas, nada. No les importa nada. Barato, barato.
Los prejuicios y la arrogancia “intelectual”
La autora estadounidense Grace Livingstone, aunque le hace reconocimiento a la llamada Alianza para el progreso en la América Latina, por otro lado, critica fuertemente a su país por los prejuicios y la ignorancia de sus legisladores. Pero esa pobreza de juicio no es única en el caso gringo. En otras regiones del mundo, a pesar de la proliferación de mapas por internet, hay quienes no saben exactamente qué son las Américas y mentalmente tienen un mapa anterior al siglo 16. No saben que hubo varios poderes coloniales y que el imperio español ocupó buena parte de este continente. Estas fallas educativas tampoco es que me quiten el sueño pues pueden ocurrir en cualquier parte del mundo, sin embargo, ojalá fuera sólo eso.
Para que se hagan una idea, hay intelectuales y periodistas que, aún teniendo sus mapas en orden y los datos históricos necesarios, juzgan a las américas con descuido y desparpajo. Por ejemplo, aunque saben que hubo una población aborigen en la América del Norte, su indiferencia es tal, que no la toman en cuenta en sus análisis y conclusiones. Pero lo peor es el gigantesco desconocimiento de la historia. No saben que Venezuela, al igual que otros países de la región, nacieron con una partida de nacimiento por la libertad, los derechos humanos y la separación de poderes. Nuestras repúblicas nacieron bajo los ideales de racionalidad y orden del siglo 18, y de la pasión fraterna y libertaria del siglo 19. No obstante, cuando en las conferencias se comenta sobre nuestro fervor de país por recuperar nuestro sistema de libertades, hay quienes lo ven como una imposibilidad para gente como nosotros. Por ejemplo, el filósofo esloveno Slavoj Zizek ve la sombra gringa detrás de los políticos democráticos venezolanos. A esta lista de sabelotodos desaguisados se suma Josep Borrell y otras “lumbreras” de todos los espectros políticos. Ni por respeto usan su acuciosidad para opinar sobre nuestro país. Es un insulto, de eso tengan la seguridad. Les encanta tener una frase para pavonearse en su pose de “rebeldía” contra el imperio.
Afortunadamente hay hombres y mujeres de pensamiento que nos estiman y entienden esta catastrófica injusticia.
Un tríptico para guardarlo en la cartera
Voy a hacer un tríptico a mano, en un papel de hilo. En el primer lado dibujaré un mapa el continente americano con las áreas pobladas por las naciones indígenas antes de la llegada de Colón. En la segunda dibujaré un mapa con los diferentes territorios imperiales que se asentaron en el hemisferio. En el tercer lado voy a escribir una partida de nacimiento sencilla y fácil de recordar. Y en el lado anverso del tríptico, allí pondré la foto del patio trasero de una casa, con árboles, materos, jardines, tendederos de ropa, pelotas una cancha de bolas criollas y una cascada para pajaritos.
Porque el asunto con el bendito patio es que refleja una actitud. Si a uno le gusta su patio, que lo visite quien quiera y desee sentirse bien con uno. No está mal jugar a una invisibilidad conveniente, evitar conflictos, y que solo se nos acerque gente de buena voluntad, sin odios ni violencia. Valen los deseos. Lo esencial es que entre nosotros podamos vivir en paz, tanto, que la diáspora inicie su viaje de retorno.