Quejarse de los políticos de oposición
Últimamente he visto hilos de Twitter y artículos que expresan disgusto por los políticos de oposición, donde los tildan de vivos, superficiales, tontos y carentes de buena voluntad hacia los venezolanos. Son escritos muy emocionales, al lector le queda es completar el sentido o adivinar las referencias que el tuitero o autor no se atreve a mencionar, es decir, termina uno casi reescribiendo la cosa.
La gente tiene derecho a expresar sus frustraciones, sus decepciones y llorar, pero ¿qué se gana realmente con eso? ¿Hacer que la gente sea indiferente o deteste más la política de lo usual? ¿de verdad creen que estos políticos son muy distintos del resto de los venezolanos? Y la pregunta obligada, ¿Dónde está el quiebre entre ellos y nosotros?
La democracia nos atañe a todos, pero es tarea de los políticos marcar el rumbo. Si hay algo que exigirles a los líderes en su cara, es que se dejen de guabinas y convoquen con la verdad en la mano.
La superficialidad
El tema de la superficialidad de los políticos es fascinante. En una oportunidad, un conocedor del tema me aseguró que no se aprende nada con los políticos de oposición. Sin embargo, el tema me retrotrae a un discurso donde Angela Merkel les arrancó carcajadas a sus compatriotas alemanes (tarea difícil). Contaba ella que una de sus primeras lecciones de política con Helmut Kohl fue el oírlo dar discursos donde decía y no decía nada. Claro está, no es que sea tan fácil evadir repreguntas y vacilarse la plaza pública con discursos vacíos, pero no faltan los escenarios para demostrar si efectivamente hay alguna profundidad.
Siguiendo la premisa de que los políticos recrean las usanzas de la gente, tengo una teoría sobre cuánto las profundidades no son bienvenidas. Aun cuando éstas se digan en un escenario adecuado, con un lenguaje sencillo y breve, la hazaña de decirlas puede traer reveses, prejuicios o silencios sospechosos. La comodidad campea. Conozco a una persona que se burla de las frases pensadas sin ninguna reserva. Con actitudes de esa índole, se hace cuesta arriba decir las verdades. Un político podría estar tentado a seguir la corriente y entregarse al facilismo, pero sucede que el liderazgo consiste en subir sin miedo a la gavia del barco. Los políticos están llamados a remontar la cuesta y decir la verdad cuando les sea necesario.
Un caso extraordinario de un político venezolano que supo manejarse fue el quien fuera el presidente Luis Herrera Campins. Se acercó al ciudadano de a pie, recorrió el país, y también se adentró en el alma de la nación de la mano de las obras de Rómulo Gallegos. Fue llano o profundo de acuerdo al caso.
Pitágoras
Al poco tiempo de graduarse en la Universidad Simón Bolívar, un vecino me comentó graciosamente que después de terminar sus estudios de ingeniería eléctrica se sentía urgido de “recuperar el habla”. No era tan chiste, quería poder expresarse bien, escribir con propiedad, y seguido me pidió una lista de novelas para leer. Finalmente, eso lo recuerdo bien, le aconsejé que no se quedara solo con sus lecturas, sino que las compartiera con su hermana, porque los debates literarios son extraordinariamente ricos.
Lo interesante de ese episodio, es que a lo largo de los años se me han acercado o he notado a algunos ingenieros con inquietudes similares, hombres y mujeres. Importante es que todos ellos sin excepción sabían leer bien antes de entrar a la carrera, y el gusto por la lectura les quedó desde entonces. Sin embargo, esta curiosidad me recuerda a Pitágoras, el enigmático filósofo y matemático griego.
Profundidades
Me encantan los clubes de lectura de obras literarias. Me hace recordar los años de ensoñación cuando debatía sobre obras de teatros o novelas en el salón de clase. Recuerdo a un trabajador de banco que por hobby asistía las cuatro primeras semanas del trimestre a nuestra clase, la disfrutaba, participaba y después se retiraba sin más.
Digo esto porque me hubiese gustado tener a Luis Herrera Campins de profe. Hay varios testigos que dan fe del desbordante y sentido conocimiento del presidente por la obra de Gallegos y los ríos del llano. ¡Cómo desearía volver a ver la Radio Rochela de Emilio y Laureano! Un sketch donde se pudiera traer a Luis Herrera desde el más allá, para dictar cátedra sobre Reinaldo Solar, o Pobre Negro o Canaima. Los estudiantes de este profe serían los políticos de oposición. La pregunta es quiénes de ellos pudiesen leerse las novelas antes de entrar al salón de clase. Debatir una historia es conversar con el autor, en este caso con Gallegos, quien pensó largamente sobre este país. Atreverse a discutir desde el timón de la historia, eso sí sería un inesperado debate político.