sábado, 20 abril 2024
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Concepción Acevedo, de Upata

La primera mujer periodista de Venezuela nació en Upata en 1855. Le sobraba temple, tanto que incursionó en el masculinizado mundo editorial, al fundar no una sino tres revistas.

Hoy quiero hablarles de Concepción Acevedo, la primera mujer periodista de Venezuela. Ella nació en Upata en 1855 en un hogar muy pobre, tanto que no fue a la escuela y aprendió a leer y a escribir gracia a sus hermanos. Aquello no fue óbice para que se convirtiera en una ferviente lectora desde los 7 años.

Escuchemos sus propias palabras para entenderla mejor: “Desde niña fue la lectura mi pasión dominante. Dejaba mis juegos infantiles para oír leer a mis hermanos. A los siete años me apoderaba de los libros y allá, bajo la sombra del huerto devoraba ansiosa, conmovida y febril aquellas páginas”. También le confesó a esa otra gran periodista, Carmen Clemente Travieso, que leyó todo cuanto caía en sus manos. “La pequeña instrucción que poseo la debo no a esfuerzos de los profesores, sino a los autores antiguos y modernos”.

Como señala Roger Vilain, un upatense de estos tiempos de diáspora: “Su sensibilidad y disciplina la convierten en una autodidacta, cuya formación y audacia harán de ella una mujer con el temple suficiente para forjarse un nombre protagónico en el panorama de las letras y del pensamiento de finales del siglo XIX en Venezuela”. Y mira que le sobraba temple, hasta para incursionar en el masculinizado mundo editorial, al fundar no una sino tres revistas.

La primera, Brisas del Orinoco, la fundó en Ciudad Bolívar con 21 años, cuando se casó con Roul Lefranc de Taylhardat, un exsoldado e ingeniero francés, quien sirvió en el ejército de Napoleón III y se vino de su Francia natal, siguiendo el camino de El Dorado, rebautizado en estos tiempos de socialismo como arco minero. Porque Upata estuvo siempre en esa ruta de la ambición, la codicia, la avaricia, la aventura y la riqueza fácil. Era 1876 y el país estaba en manos del ilustre americano, Antonio Guzmán Blanco.

Nuestro inolvidable Ángel Romero, quien precedió al doctor Athife Habib como cronista de Upata, habla de un periódico cuando se refiere a Brisas del Orinoco y la investigadora Mirla Alcibíades advierte que se trataba de un decenario, que se prometía para los 7, 17 y 27 de cada mes. En todo caso, la entrega inaugural de este medio impreso se materializó en Ciudad Bolívar el 7 de marzo de 1888. Y no es irrelevante destacar que se trataba de una publicación en y del interior de Venezuela, liderado por una upatense en la capital del estado Bolívar.

     

Agridulces

A Pablo Iglesias -el vicepresidente elegido por Pedro Sánchez si logra concretar su investidura- le comprobaron que recibió casi 300 mil euros de parte del estafermo miraflorino. El mismo que ha violado hasta los derechos más elementales de los venezolanos, quienes huyen enfermos y hambrientos de este expaís. Algo que le resbala tanto al PSOE como a Podemos y a toda la izquierda caviar de Europa.

Queda dicho que las dificultades económicas de esta intelectual tampoco fueron obstáculo para desarrollar su proyecto editorial en la provincia, lo que le permitió elevarse a niveles que la colocan en paridad con otras letradas del continente. En este sentido Alcibíades subraya: “Es importante marcar su diferencia con muchas colegas nacionales y continentales de su tiempo, que gozaron de los beneficios de pertenecer a clases económicas privilegiadas o a sectores que eran expresión del patriciado de las letras”.

27 ediciones de Brisas del Orinoco reposan en la Biblioteca Nacional. Rebeca fue el seudónimo usado por Acevedo para rubricar su trabajo creativo, que abarcó tanto poesía como narrativa, sin dejar de lado la crítica literaria. Se deja constancia que no fue una revista educativa, pues no se propuso moldear conciencias. Comparto con ustedes lo que Alcibíades concluye con relación a las secciones que dan forma a Brisas del Orinoco: “Son expresión de una mirada atenta, de una actitud reflexiva, de una posición vigilante que da cuenta del compromiso asumido ante la realidad, no solo nacional sino latinoamericana”.

En las páginas de Brisas del Orinoco encontramos textos de Víctor Hugo, pero también a Rubén Darío con su modernismo, el movimiento literario del escritor nicaragüense que tuvo un reconocido impacto en Europa y a otros escritores tanto nacionales como internacionales. La política o el problema limítrofe del Esequibo tuvieron un importante centimetraje en esta publicación, al igual que eventos como la Exposición Universal de París. Lo que no se discute es que Acevedo dejó su impronta en cada número: en forma de relato, poemas, cartas y ensayos, etc. Brisas del Orinoco se publicó hasta marzo de 1889.

Esta última fecha coincide con un viaje sin rumbo conocido del señor Tailhardat, quien abandona a Acevedo con sus cuatro hijos. Entonces Caracas se convierte en su destino. Allí llega en 1890 y es nombrada inspectora de escuelas federales. En la capital profundiza su formación como linotipógrafa y en 1892 funda otro medio impreso que bautiza como La Lira y que dirigirá durante 30 años. Está documentado que es la primera mujer telegrafista de Venezuela, graduada en la Escuela de Telegrafía. Desde 1909 ejerció como directora de la Escuela de Artes y Oficios. Veinte años se mantiene en ese cargo y se jubila en 1928, tras cumplir 50 años de servicio.

Dos de sus hijos murieron. Miguel Ángel falleció a muy corta edad en 1887 en Ciudad Bolívar. En tanto que Leopoldo Augusto fue torturado en una cárcel de martirio y suplicio -el castillo Libertador- durante la dictadura de Cipriano Castro.

Leopoldo -coronel de artillería- sirvió a las órdenes de Ignacio Andrade y más tarde del propio Castro, pero luego se incorporó a la revolución encabezada por el banquero, diplomático y militar Manuel Antonio Matos. Lo detuvieron y sin mayores contemplaciones lo encarcelaron en las tenebrosas bóvedas de aquella ergástula, donde murió aherrojado al cadáver de otro prisionero, cuyas carnes se desprendían a pedazos. El joven artillero enloqueció de dolor hasta morir.

Una ciudadana como Concepción Acevedo hizo hasta lo imposible para salvar a su hijo Leopoldo, pero está visto que todo resulta infructuoso cuando te enfrentas al poder omnímodo y brutal de una tiranía. Adheridas siempre a las tesis conspiranoicas, convierten en enemigo a todo aquel que disienta, que exprese una crítica, que tenga pensamiento propio o discrepe abiertamente. Ser ciudadano y hacer política se convierten en actividades de alto riesgo en las dictaduras y eso lo sabía nuestra escritora upatense.

Concepción Acevedo también fue la fundadora de El Ávila al año siguiente de llegar a Caracas y de La Lira. Publicó Flores del Alma, su primer poemario; el segundo fue Arpegios. Recibió reconocimiento como colaboradora de El Cojo Ilustrado, igual lo hizo Nicanor Bolet Peraza en la revista Las tres Américas en 1894, también fue incluida en el primer libro de la literatura, ciencias y bellas artes. Muere en 1953 en Caracas a los 98 años.

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