viernes, 29 marzo 2024
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Cipaya, entre otras cosas

El estado Apure es tan solo muestrario de los jirones de nuestra soberanía, repartidos a dentelladas entre las FARC, el ELN, el fundamentalismo musulmán, nuevos amos territoriales de lo que, alguna vez, fue Venezuela.

@omarestacio

Uno tras otros se atropellan los adjetivos. Se dan tumbos, codazos, zancadillas, entre sí, por encabezar el calificativo que mejor refleje, el ADN de la narcotiranía.

Cipaya, malinche, vendepatria, quintacolumnista. Porque se le coloca en decúbito ventral -evitamos el poco lírico, ponérsele en cuatro patas- a cualquier potencia extranjera, grupo, delincuente individual o bicho de uña, Maradona, Monedero, Piedad Córdoba, los Castro, Zapatero, Sancrís, Iván Márquez, Samper Pisano, Lula, los Kirchnner, Odebrecht.

La Victoria, estado Apure, es tan solo muestrario de los jirones de nuestra soberanía, repartidos a dentelladas entre las FARC, el ELN, el fundamentalismo musulmán, nuevos amos territoriales de lo que, alguna vez, fue Venezuela.

La única ley, en la narcotiranía, es que no hay ley. Anomia social absoluta, aderezada con el narco. Ni hay ley, ni reglamento, ni manual de urbanidad y buenas costumbres. Al calificativo de narcoanárquica, por consiguiente, no le falta ni le sobra ni un solo gramo de musculatura descriptiva, y si no nos creen, que venga “El Coqui” y nos lo cuente.

Tiranía gallina y/o de tiranos gallinas ¿Se acuerdan de la cara de pánico, en el episodio de Vista Hermosa, estado Nueva Esparta, porque unas doñitas sonaron sus cacerolas? ¿Y la que mostró la tarde del dron “magnicida”, avenida Bolívar, Caracas? ¿O del carrerón del “más inteligente de la RoboLución” (o del país de los ciegos) en México, abandonando a merced de un par de zagaletones, a su propia madre, en plena calle, a la voz de “¡Sálvese quien pueda y esa vieja que se j…?”.

Se peca por recatado cuando se le califica de corrupta. Saqueadora, es el apelativo que le calza. Haber sido la protagonista del saqueo más descomunal desde Adán y Eva, hasta el día y hora de terminar de escribir la presente crónica, 31 de marzo a las 6:47 p.m., no es cualquier cosa. Algún cortafuego creará la Civilización para que, tal fruición, comezón, picazón con furor de Mesalina por el asalto tumultuario, no se repita nunca más, en el futuro.

Ecocida. “El corazón de las Tinieblas” de Joseph Conrad, palidece ante la depredación de, suelos, cabeceras de ríos, aire, aniquilación de la fauna y de la flora, en la explotación del “Arco Minero”. Todo para repartir el botín con sus compinches, turcos, iraníes, chinos, tinto en sangre compatriota, mano esclava, de niños incluida.

Cualquier infortunio, causado por la Naturaleza o la mano del hombre. Imprevisto o previsible, es buena excusa para reprimir. Y para guisar, porque no solo de matar, torturar, de violar DD HH vive la narcotiranía. El COVID, no iba a pasarles liso. “El que no vota no come” de ayer, es “El que proteste, no se vacuna” de hoy. La ocasión la pintaban calva, para otros buenos billetes ¿Recibir donativos de vacunas contra el COVID-19 de, Pfizer, Astrazeneca, Johnson & Johnson, Moderna? ¡Ni que fueran gente decente! Para buenas mordidas, nada mejor que la hipotética vacuna, no probada ni aprobada por nadie, comprada con sobreprecio a los narcotiranos cubanos.

Y hablando del COVID-19. Tiranía genocida, porque impedir el ingreso al país de millones de dosis de vacunas -vacunas de verdad, no de pacotilla- es asesinar, naciones enteras.

¿Hay maneras, no digamos ponerle fin, pero al menos, de alterarle la inercia a tanta tragedia? Las hay. El que, tome de un brazo al tirano, gentilmente, y lo regrese a donde vino, “La Ínsula”, San José de Cúcuta, Departamento Norte de Santander, Colombia, será héroe nacional.