La primera vez que vi a Carlos Yusti fue en una exposición de su trabajo pictórico en aquella institución -recientemente descentralizada- bautizada por el primer burgomaestre electo, como Almacaroní. En aquel edificio recién estrenado un joven artista -proveniente de Valencia- mostraba parte de uno de sus muchos talentos, También desplegado en su propia curaduría, pues en aquel momento no se prodigaban expertos en el área en estas provincias orinoquenses. Estos curadores del dulce mal del arte o hacedores de conexiones -que filtran, digieren y conectan- sólo laboraban en las grandes capitales.
Se iniciaba la última década del siglo XX, y las nuevas autoridades se abrían a todas las manifestaciones del arte en el municipio más importante de nuestro estado. Almacaroní era una galería, donde los artistas plásticos mostraban el producto de su creatividad. El anfiteatro, evocador de la Grecia que está en el origen de la cultura occidental, nos permitía asistir a la presentación de artistas, cantantes, titiriteros, mimos, et al, que encontraron un lugar con buena acústica y un público atento y entregado, que disfrutaba de la abundante programación cultural que allí se ofrecía.
Ese público, próvido para lo finisecular, fue muy especial en esos momentos. Interesado, también, en la creación de los artistas plásticos que en esta ciudad eran numerosos. Pero Carlos Yusti se abrió paso con su cubismo, que fue lo que yo intuí en aquellos lienzos distribuidos en la gran galería “Almacaroní”.
Más adelante pude constatar que la personalidad y la pintura de Yusti estaban en consonancia con ese movimiento. Que significó una revolución plástica sin precedentes, pues el arte se desprendió del realismo y rompió con la forma de representar los objetos, heredada del renacimiento. Para el cubismo existen variados y simultáneos puntos de vista, con lo que desaparece la visión frontal de los objetos. Los mismos se descomponen en fragmentos geométricos o facetas. Esta fragmentación abrió paso a una notable transición, que llevó a la pintura figurativa a las más diversas formas de abstracción.
Desde finales del siglo XIX se buscaban nuevos caminos para el arte. Los impresionistas ensayaron con la luz, los postimpresionistas con la forma y los fauvistas con el color, pero no llegaron a romper, definitivamente, con la representación tradicional de la realidad visible. Fue Cézanne quien experimentó con los valores constructivos de la forma y el color, y concluyó que los elementos de la naturaleza se reducían a 3 formas esenciales: el rectángulo, el cono y la esfera.
Conversé con Carlos sobre mi percepción y no recuerdo que me hubiese desmentido, así que me quedé con aquella noción cubista de su obra. Que, por cierto, coincide, salvando las distancias, con la manera cómo se bautizó este movimiento el 14 de noviembre de 1908. En ese momento el crítico Louis Vauxcelles dijo que George Braque “maltrata las formas, y lo restringe todo a cubos”. Lo que coincidió con lo afirmado por Henry Matisse, como jurado del Salón de Otoño ese mismo año, donde participó Braque. Matisse usó la expresión “pequeños cubos” para caracterizar la obra de Braque.
Por supuesto, estoy segura que Carlos no maltrataría las formas. Pero seguro las modificaría o las variaría, porque es irreverente, iconoclasta y transgresor con el arte y en sus posturas políticas, pero es un ser generoso, disciplinado y dedicado, incluso, con las causas perdidas.
Otro aspecto también lo vincula con el movimiento cubista. Se trata de la influencia que tuvo la escultura africana en el cubismo. Quien se haya acercado a la obra pictórica de Yusti, se ha encontrado con lo que llamaremos el período o etapa de las africanas. En la que confluyen su visión de la femineidad y su sensibilidad con relación a las mujeres del llamado continente negro. El las ve poderosas en sus ecosistemas y así las dibuja. Tengo uno de estos cuadros con una amazona africana jineteando a un aterrorizado felino. Los ojos del tigre expresan un miedo enorme, mientras la chica piel de ébano se aprecia segura y confiada.
No tengo que decirle que Carlos Yusti es el pintor que nos sorprende con su luminosidad y numinosidad. Es también el artista que nunca renunció al trazo infantil como recurso esencial para singularizar su creatividad con el color y las formas. De suyo, se nutre con una savia pueril y candorosa que recorre su talento, y que le tiende puentes con los niños de todos los tiempos y lugares, por los que ha pasado y ha recorrido.
También estoy segura que a Carlos Yusti le importa muy poco que se le califique como cubista, futurista o se le ubique en uno u otro de los innumerables vanguardismos. El siempre jugará con y a la ambigüedad. Algo que sólo es posible cuando se es un estudioso y apasionado del arte: condición esencial para transgredir, quebrantar y hasta profanar los santuarios de lo tradicional, lo consagrado, lo inveterado.
Agridulces
Lástima que la gente buena e imprescindible como Jorge Urosa Savino muera contagiado por covid. Extrañaremos su voz valiente y ponderada -que sin un grito y sin insultar- supo interpretar y denunciar el dolor y la tragedia del pueblo venezolano.