Es interesante y divertido escribir una pieza sobre Boris Johnson, el recién renunciado primer ministro del Reino Unido. Lo he hecho antes para referirme a sus devaneos, mentirillas, oscuridades, y de la misma manera para apreciar su pasión y claridad al interpretar algunos momentos históricos. El solo tener que dilucidar sus actuaciones y aparentes contradicciones ha sido un reto para mí, un juego, pero en esta oportunidad quiero conversar sobre qué nos muestra él sobre el liderazgo democrático, partiendo de la Venezuela democrática como centro.
Durante mi temporada en Inglaterra, yo escuchaba la radio, leía la prensa y me quedaba sorprendida de cómo su democracia podía soportar tanta ferocidad crítica contra los miembros del Parlamento. Por ejemplo, el caricaturista Steve Bell del diario The Guardian dibujaba al entonces primer ministro David Cameron con una cabeza-gorra en forma de preservativo. Una situación desconcertante que me recordaba cómo un ataque orquestado podía desdibujar a un líder, al punto de perderse la perspectiva del conjunto. Pronto entendí que eran tan comunes en la Venezuela democrática las acusaciones indiscriminadas de corrupción que, en medio de la confusión, se disparó aún más la desconfianza en el sistema legal y las instituciones. En cambio, las denuncias de la prensa inglesa siguen un proceso y los británicos saben que la verdad saldrá más temprano que tarde. Además, es una ventaja cuando los ciudadanos pueden acercarse al miembro de Parlamento de la localidad, saber cómo éste vive y se viste. Sin embargo, se esté donde se esté, hay difamaciones que quedan en el ánimo y enrarecen el ambiente. Para un ciudadano, vivir en cualquier democracia significa hacerse paso entre la marea de informaciones.
A diferencia de los autoritarios, los políticos democráticos deben rendir cuentas y vivir en medio de las presiones propias de quien afecta a unos más que a otros con sus decisiones. Carlos Andrés Pérez, por ejemplo, compareció ante el tribunal por las acusaciones de la partida secreta, muy a pesar de que aquello fue una emboscada. Era él un político tradicional que creía en las instituciones y ese solo hecho lo define. CAP no es comparable con ningún personero del régimen chavista madurista. Haya sido CAP eficiente o deficiente, lo fundamental es que actuó dentro de las leyes de la república. No pudo sortear la situación en su contra, porque en esos años la gente quería un hombre “fuerte”. ¿Resultado? Tener ahora el país que sufrir un régimen de facto, con gobernantes a quienes no les importa ni la gente ni la historia ni los intereses de la nación.
Sobre la sana práctica de rendir cuentas quiero hablar en relación con Boris Johnson. En su tiempo como primer ministro se vaciló como pudo, es decir, toreó, los efectos secundarios de la opinión pública. Yo he seguido sus declaraciones y, por sus respuestas, se sabe cuándo tiene el corazón en lo que dice (a favor del sistema de salud después que se salvó del Covid), cuando es una situación apasionante para él (ir a Escandinavia a apoyar ante la amenaza rusa, o su apoyo a Ucrania al mejor estilo de Don Quijote). Cuando no le interesa el tema, sea porque está comprometido con las directrices de su partido u otros factores de poder, o porque no sabe, responde con desinterés, suele mentir o sencillamente palabrea sin sentido. Suelen ser estos los casos en que asume algunas posiciones por pragmatismo. Fue ese el caso del Brexit y, en el caso de la pandemia, de entrada, él no estaba de acuerdo con las restricciones de cuarentena, después de saber las indicaciones de los virólogos de la Universidad de Londres.
¿Por qué esta renuncia de Johnson? Como en el caso de David Cameron y Theresa May, Boris sale a causa de los juegos políticos de su partido. A los Conservadores no les interesaba Cameron porque éste no seguía la línea del Brexit. La salida de Theresa May es interesante porque ella, a pesar de haber diseñado una “salida” que respetaba el Acuerdo del Viernes Santo, su partido le exigía más de los posible, y por eso le quitaron el respaldo. Con BoJo no iba a ser muy distinto. Él optó por el Brexit más problemático de su partido, pero no le perdonan el no haber reducido los impuestos. Y como las consecuencias del Brexit han sido previsiblemente catastróficas, pues el partido conservador no se les ha ocurrido nada mejor que sacar a BoJo para agarrar aire. Y así seguirán. Lo del escándalo de la fiesta en medio de la pandemia, la tragicomedia, esa es la careta con la que manipularon a la opinión pública. Pusieron a funcionar toda una orquesta para ocultar los quejidos resultantes del Brexit.
Ahora bien, la pregunta es ¿por qué los ingleses no votan por los laboristas y salen de este caos de los Conservadores o Tories? Allí está el detalle, los ingleses confían menos en el partido laborista. Es un pueblo que no cree en panaceas y que practica el escepticismo cuando a soluciones se refiere. Una vacuna contra cualquier extremismo. Yo creo que es por eso han sido usuales las coaliciones en los últimos años, buscando una balanza en el Parlamento.
A pesar de sus disparates, BoJo logró cerrar el capítulo del Brexit y ser eficiente en el proceso de vacunación. Estableció una ruta de acciones para apoyar a Ucrania, y gracias a un discurso impecable logró unir al país. Ahora pareciera que BoJo tiene intenciones de volver al poder. Mientras tanto, está asegurando su liderazgo en la OTAN y ha sabido estrechar lazos con el Gobierno de Ucrania. Tiene un conocimiento profundo de la historia de su país, y es un apasionado del sistema de libertades.
Pero que se ponga las pilas. El muy exitoso exprimer ministro Tony Blair ha venido trabajando en un plan para su país, y se ha estado moviendo con los medios. A juzgar por su rol en el partido laborista en el pasado, no hay que sorprenderse de un nuevo empuje para su partido. Una democracia gana si los partidos son más saludables.