jueves, 28 marzo 2024
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Obligados a inventar y dejar de errar

Ante problemáticas como desnutrición infantil, condiciones precarias de los adultos mayores, violencia contra la mujer, el planteamiento de justicia tiene que impulsar instancias de formación para la resistencia.

@OttoJansen

El presidente mexicano se burla de la institucionalidad peruana, lo hace repetidas veces sin que tenga respuesta del resto del mundo civilizado, que deja pasar el trance como un asunto de estos países y como encontronazos normales de las relaciones internacionales. El presidente brasileño que no es el “impulsivo” y “antipolítico” como fue calificado Jair Bolsonaro, habla -nos referimos a Lula Da Silva- en un arranque de conceptos modernistas de “deconstrucción de la narrativa”, de desmantelar la imagen de dictadura que la mayoría de las naciones le reconocen al régimen de Venezuela, mientras los países de pensamiento democrático se alistan en poner muros legales a la inmigración desbordada y dejar en el escenario doméstico las razones que aniquilando las libertades son las causantes. No se hable ya de Nicaragua, donde la falta de reacción es increíble, y de la situación cubana que tiene ribetes de monarquía dictatorial, por lo que son otros los modos de indiferencia en sus niveles de tratamiento.

El proceso político e institucional venezolano, por lo tanto y como siempre se ha tenido presunción, no es cualquier cosa. No es un asunto de unas elecciones, aun cuando haya que pasar por ellas, ni de un solo trancazo de orden popular, como lo vivido con sus respectivos fracasos y como los que muy seguramente encontraremos en el camino por transitar. No es una situación de normal abordaje en el análisis y la acción que la revierta, estando la sociedad hecha hilachas en su funcionar y secuestrado el Estado de Derecho. La revolución chavista que vició y ha vuelto ruinas la nación se apoya en la parálisis, la indiferencia y en las dudas constantes para continuar destruyendo la institucionalidad, llevándose por delante la normalidad colectiva. Esto es lo que hacen, desde el discurso y el cálculo, los presidentes mencionados; además de estar en la cola de nuevas acechanzas que aúpa el proceso en Colombia o lo que puede ocurrir en Ecuador, con el espectro tradicional de los partidos haciendo aguas y sin aparentes planteamientos libertarios de nuevos cuños.

No es una operación clásica, lo que requiere la democracia débil para enfrentar los modelos de gobiernos que conducen al totalitarismo, al socavamiento de la representatividad de las sociedades. Pero se insiste en el operativo electoral ordinario, sin atender la organización de la resistencia; los resortes de la propuesta y de las formas de lucha. Se establece desde factores decentes venezolanos la faena política más cercana a la emoción civilista, que deja flancos indefinidos al plan autoritario cuya meta es avanzar, como lo hace sin mayor oposición, hacia el Estado comunal.

Educación, conocimiento, ciudadanía 

Estamos obligados a hurgar en la creación de espacios que incorporen a los venezolanos a la tarea de repensar la democracia, a remozar la cultura libertaria en el nuevo diseño de una nación que funcione con ciudadanía e instituciones vigorosas. A transitar en el aprendizaje de los fundamentos que permitan la reivindicación de los derechos y la justicia. Estamos en la obligación de hacer la tarea urgente en lo que sirva de base para la recuperación de la institucionalidad que ofrece la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Esto es imprescindible, sin los añadidos de “exquisiteces” que como una moda ahora se difunden en el mundo.

Ante problemáticas visiblemente prioritarias como la desnutrición infantil, las condiciones precarias de los adultos mayores, la violencia que arropa a la mujer y a toda la población. A la falta del trabajo decente, a la huida de jóvenes, profesionales y familias enteras del país; al hundimiento en la miseria de las ciudades y pueblos. Frente a todo esto el planteamiento de justicia tiene que impulsar la constitución de instancias de formación para la resistencia, con banderas de reclamo sostenido de recuperar el sistema educativo nacional, hecho trizas y horrorosamente mecanizado en lo que va quedando. Son las trincheras para proyectar el futuro y encausar la movilización fecunda en el presente, saliendo al paso a la ignorancia y al personalismo que alimenta el socialismo del siglo XXI.

El mundo anida en estos días otros debates en los que el país está relegado, pero esas discusiones finalmente llegan a un mismo punto: La democracia y el totalitarismo. Para responder a la posible inquietud de que nuestros males requieren acciones prácticas y no teóricas, cito este texto que ejemplifica a las preocupaciones globales y mide la dimensión de nuestras realidades periféricas, no menos angustiosa: “Por eso creo que es importante que desde la educación y la investigación se haga lo posible para buscar un camino interdisciplinar, entre la filosofía, la programación y la robótica para tratar de resolver estos problemas éticos”. La cita corresponde a Marck Coeckelberg, filosofo, experto en ética de la tecnología, quien en entrevista con el diario El País, se refirió la inteligencia artificial, democracias débiles, populismo, capitalismo y totalitarismo. Apuntando, además: “Hoy en día es en el ámbito de la tecnología donde se juega el conflicto político”.

Para los venezolanos y para Latinoamérica, donde los gobiernos usan sus riquezas para financiar mecanismos de control social y político, el ámbito de confrontación es el CONOCIMIENTO llano. Sin la debida formación, el camino repetirá comicios dudosos que eligen a farsantes y comerciantes de la política que harto conocemos del obsoleto espectro partidista.