No he escuchado la voz de Bashar al Assad y, seguramente, muchos habitantes de Siria tampoco la oyeron. Este tipo de tiranos son mezquinos hasta con las palabras. Por eso el oftalmólogo no quiso ofrecer un discurso de renuncia. Huyó con su familia, sin despedirse de un pueblo que sufrió las peores atrocidades, que tanto su padre como él perpetraron durante más de medio siglo. Con el agravante de una guerra civil que se prolongó por unos 13 años, que expulsó a millones de sirios de su patria, destruyó al país y casi toda su riqueza artístico-arquitectónica, y desató una represión que apresó, torturó y asesinó a miles de ciudadanos en terribles cárceles, conocidas como picaderos humanos. Donde encontraron cadáveres quemados y disueltos en ácido, mientras que los presos que lograron sobrevivir y ver la luz del sol, estaban en una situación que desnuda la infinita crueldad de estos sátrapas. Todos famélicos, harapientos, demacrados flacos y a punto de morir. Un holocausto, un genocidio “ejecutado en socialismo” en pleno siglo XXI.
Porque Hafez al Assad asaltó el poder mediante un golpe de Estado, y formó gobierno (1971) con miembros de otros partidos de izquierda. En el inicio de este siglo Bashar, su hijo, fue entronizado, cuando su padre murió en junio de 2000. Una dinastía feroz, derrocada el último mes de 2024. Porque estas castas comunistas se aferran al poder, sin importar cuánto daño provocan al pueblo, a quien dicen defender, y en cuyo nombre gobiernan: siempre con mano de hierro y con la bota militar rodilla en tierra, para aplastar la disidencia democrática.
Bashar huyó. Y hoy está instalado, cómodamente, en uno de esos hotelazos moscovitas junto con su familia. En el avión no había asiento para otro miembro de la cúpula. Esa que -muy sumisa- le sirvió al último tirano de apellido Al Assad, y que lo sostuvo durante casi 25 años en el solio. Siempre lo vi altivo, con su largo cuello ajirafado, tez blanca, orejas excesivas, pequeños ojos, y una gran nariz. De la que parece desprenderse un negro bigotito, de estilo hitleriano, que se destaca sobre el claroscuro de unos vellos que cubren el labio superior. Su pelo ensortijado cortado casi al rape, y una papada que se “hace” cuello, completan la fisonomía de este oftalmólogo, graduado en Londres. Ese que jamás le curó -ni siquiera- una conjuntivitis al pueblo sirio, pero sí lo subyugó, hambreó, reprimió y asesinó.
Putin, con el humor y la bondad que le caracterizan, dijo que le concedió el asilo a Bashar por razones humanitarias. No quiso que su amigo y protegido tuviese una muerte tipo Gadafi. A los panas hay que cuidarlos. Por eso Putin no dudó en utilizar su base aérea en Siria para sacar a su colega en apuros. ¡Qué solidario y qué buen corazón tiene el zar ruso!
Bashar está feliz en Moscú, pero Siria quedó en ruinas. Tantos años de guerra civil lo destruyeron todo, menos sus palacetes, que fueron saqueados por la población y los grupos insurgentes. También el mausoleo familiar de los Al Assad, construido en Qardaha, cuna de la familia, fue blanco de la furia de los sirios, quienes desenterraron las urnas y las quemaron públicamente. El mármol fue hecho añicos, en una suerte de ceremonia que simbolizó el fin de una zurda tiranía que superó el medio siglo.
El desafío al que se enfrentan los sirios es mayúsculo, porque hay que construir sobre tierra arrasada. Esto es levantar infraestructuras destruidas por la desidia, la corrupción y años de guerra, alcanzar la reconciliación entre las diferentes facciones, minorías y comunidades y formar un gobierno estable. Menuda tarea deben afrontar los grupos, que unidos, derrotaron a Al Assad.
Hoy Siria se encuentra dividida entre tres grupos principales -porque hay secundarios- que controlan distintas zonas de este devastado país. Está el Hayat Tahrir al Sham (HTS) que lideró la ofensiva contra Damasco y controla parte del noreste e incluye la provincia de Idlib. El Ejército Nacional Sirio (ENS) apoyado por Turquía es el otro grupo, y el tercero se denomina Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), que dominan también el noroeste y cuentan con el apoyo de Estados Unidos. Además existen numerosas facciones locales en el sur, así como células del estado islámico, calificadas como remanentes por los analistas.
Lo urgente es formar un gobierno de transición. Lo que puede complicarse por las diferencias ideológicas y las variopintas lealtades internacionales. El analista Serhat Erkman advierte que la influencia extranjera es clave en la ecuación siria. “Desde Damasco hasta las tierras que llegan al río Éufrates la influencia es de Irán… La costa mediterránea, las zonas desde allí hasta Damasco y las tierras del sur están bajo la influencia de Rusia”.
Agridulces
Antes se hablaba de “pobresores” universitarios, categoría ampliamente superada al arreciar el socialismo del siglo XXI. Hoy somos un sector que apenas sobrevive en medio de las más acuciantes privaciones. Siempre cuesta abajo, nos desplazamos hacia la miseria, con boleto para la indigencia.