He desempolvado mis revistas de papel y me he dado la oportunidad de la relectura. Buena experiencia redescubrir ese tesoro de informaciones, noticias, opiniones, entrevistas, reportajes de la última década del pasado siglo y de los primeros años del 21. Visto en estos tiempos el trabajo periodístico del pasado reciente, permite justipreciar tanto a protagonistas y personajes como la calidad, crítica y hasta la imparcialidad de los profesionales que trabajaron para estas publicaciones nacionales que dejaron de circular, como Exceso o El Desafío de la Historia. Dos revistas de innegable calidad, cuya línea editorial estaba en el universo de la investigación, en la trascendencia de su temática, en el conocimiento y comprensión de la sociedad y su devenir histórico.
Su contenido no deja espacio al desinterés o a la indiferencia. Todo resulta relevante desde el editorial hasta las páginas de humor, con el agregado del papel que ha resistido los embates del tiempo. Sin enfermarse con los hongos ni marchitarse con el polvillo o ese amarillo impertinente que impide la lectura. Es como si un tratamiento temprano hubiese evitado los estragos de la vejez de la celulosa.
De ese arqueo hemerográfico extraigo una suerte de semblanza laudatoria pergeñada por Juan Carlos Algañaraz, corresponsal de Clarín de Argentina en España. En Exceso de julio de 1999 se publica Garzón contra Soldado, una verdadera apología del juez Baltazar Garzón. Por cierto, fui sorprendida con este panegírico que rompía con el estilo crítico y confrontador de Exceso, que llegó a congregar las más buidas y punzantes plumas del periodismo nacional.
El soldado era Augusto Pinochet, detenido en Londres el 16 de octubre de 1998 a pedido de Baltazar Garzón. Escribió Algañaraz en el sumario que para “…aquellos para los que la razón de Estado bien vale el sacrificio de miles de seres humanos que irónicamente están bajo su amparo, el juez Baltazar Garzón se ha convertido en una verdadera piedra en el zapato. No parece amilanar al dar caza a cuanto zafio narcotraficante o terrorista sanguinario atente contra el más sagrado bien de los hombres, ni siquiera cuando la presa lleva charreteras de comandante en jefe y ha sido cabeza de una nación, ni siquiera porque el Papa pida clemencia y la vieja Thatcher se muestre contrariada”.
Este ditirambo es ilustrado con una gran fotografía del andaluz de finas facciones, de muy blanca y cuidada tez y es aderezado con lisonjas impropias del periodismo. Las alabanzas del cagatintas argentino son de un calibre superior. Su adulación -levantada sobre ostensibles complicidades de izquierda- pretende vender la impoluta imagen de quien fue expulsado del sistema judicial español. Pero Garzón ascendió, y hoy es defensor de acaudalados delincuentes y representante de las más criminales dictaduras latinoamericanas. Nótese lo que afirmó, categórico, Juan Carlos Algañaraz “…el juez Garzón y los fiscales británicos libran una batalla titánica contra el poder del dinero que financia a los mejores abogados para defender al ex tirano…” (1999).
En la hiperbólica pieza del corresponsal pampeano se destaca que Baltazar Garzón fue seminarista y abandonó su vocación sacerdotal para estudiar derecho porque quería ser juez. Fue un “estudiante brillante” y trabajó de noche para pagarse sus estudios. Muy cumplidor y formal se casó con su primera novia y procreó tres vástagos. Famoso en España y en toda Europa “como el martillo implacable de la justicia contra la corrupción, los abusos del poder y la lucha en favor de los derechos humanos”.
Algañaraz recoge lo que piensan incondicionales del exjuez, esos que refrendan su posición en torno a quien fue magistrado del juzgado número 5 de la Audiencia Nacional. Carlos Slepoy recuerda: “Lo he visto conmoverse hasta las lágrimas ante testimonios espantosos de torturas y violencias de algunos supervivientes en campos clandestinos”. Visto lo que ha pasado en Venezuela, es fácil inferir que la sensibilidad del juez de ayer es diferente a la del abogado de hoy. Sin duda es selectiva y ha cambiado sustantivamente, pues el poder del dinero financia a Garzón al pagarle, también, sus elevadísimos honorarios.
Garzón es miembro exclusivo de la izquierda caviar, esa que llega a sus patiaderos en aviones privados, que lo llevan y lo traen cuando se le antoja. Su presencia le da brillo al Foro de Sao Paulo y al Grupo de Puebla, acompañado por su pareja, la exfiscal general española Dolores Delgado.
Agridulces
La educación es un desastre desde el preescolar hasta la universidad. La destrucción socialcomunista se ha llevado por los cachos hasta los cimientos de lo que fue un exitoso y reconocido logro de la democracia. La mentira -sin pudor- es vociferada en cualquier foro por los capitostes del régimen, mientras utilizan hasta los cuadernos para desplegar el más grosero e irrespetuoso culto al mandón.