El 27 de enero de 1945 las tropas soviéticas del primer frente ucraniano arribaron al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau en el sur de Polonia. Allí llegaron estos soldados, para ser testigos de las escalofriantes evidencias del sistemático y brutal genocidio, perpetrado por los nazis contra el pueblo judío y otras minorías, como gitanos romaníes, polacos y prisioneros de guerra soviéticos. Encontraron, in situ, unos siete mil prisioneros -muchos enfermos y otros al borde la muerte- abandonados por sus verdugos de las SS, que huyeron precipitadamente ante el avance del ejército rojo. Pero eso era sólo la punta iceberg. Luego el mundo supo de la escandalosa dimensión del Holocausto, esa gran tragedia de la que pocos se habían percatado.
Más de un millón de personas fueron asesinadas sólo en este campo de tortura y muerte, entre 1940 y 1945. Las cámaras de gas, los crematorios y los cerros de objetos personales de las víctimas, testimoniaron la escala industrial del exterminio. Muy organizados hasta para matar, los nazis, construyeron un complejo. Integrado por un campo de concentración, uno de exterminio y otro de trabajos forzados, cerca de Cracovia, donde nació Juan Pablo II. El campo de exterminio estaba dotado de 4 cámaras de gas, con una capacidad para 2 mil personas.
Aquellos que se libraban de una muerte inmediata eran sometidos a formas extremas de esclavitud laboral, hasta arrancarles sus fortalezas físicas y mentales. Despojados de su identidad personal, le rapaban la cabeza y les tatuaban un número en el antebrazo izquierdo. Disponían de una sola muda de ropa. A los hombres los vestían con harapos y la chaqueta a raya. Esa que hemos visto en las películas que han tratado este doloroso tema.
Para los nazis el trabajo era muy importante, por eso un cartel colocado en la entrada de Auschwitz, rezaba Arbeit macht frei (El trabajo te hace libre). La mayoría de los prisioneros sobrevivían unos meses en el mejor de los casos. Por esta razón, era menester exprimirlos hasta la extenuación en minas de carbón, canteras, construcción, excavación de túneles, canales y fábrica de armas. Vale recordar que empresas privadas aliadas del nacionalsocialismo, usaron la mano de obra de los prisioneros por ser muy barata. Entre otras, IG Farben y Bavaria Motor Works (BMW).
Estas empresas se beneficiaron de la mano de obra esclava, y no tenían en cuenta las condiciones en las que sobrevivían “sus” obreros. Cuyo único delito fue ser judíos en los dominios de quien había alimentado un patológico antisemitismo, desde mucho antes de llegar al poder en Alemania. Con Hitler aquello se masificó, junto con la certeza de su superioridad como raza aria. Muy por encima del resto de sus congéneres.
Aquellas víctimas fueron confinadas en barracas insalubres, sin ventanas y con un balde como letrina colectiva. En cada barraca se alineaban 36 literas, donde dormían 5 o 6 prisioneros por cama. En una barraca se hacinaban unos 500 presos. El menú: sopa aguada con carne y verduras podridas, pan, margarina, té u otra bebida amarga. Por si tanta impiedad no hubiese sido suficiente para estos desalmados, también fueron usados como conejillos de indias por los científicos e investigadores filonazis. Experimentaron en y con los cuerpos de gemelos, enanos y niños para demostrar sus hipótesis. Igual se afanaron en la búsqueda de métodos para esterilizar a quienes los nazis consideraban inferiores.
Auschwitz debe ser una señal de peligro, porque la humanidad no está a salvo de criminales como Adolf Hitler. Autor intelectual de aquel terrible Holocausto, y de la segunda guerra mundial que destruyó gran parte de Europa. Por eso, es absolutamente necesario que no se olviden aquellas infamias, vilezas e ignominias, pues son de los hechos más oscuros en la historia reciente. Hay que decirle NO al olvido. Los ultrajes a la condición humana deben ser recordados por todos, para evitar que se repitan. En especial en estos momentos, cuando el antisemitismo y otras formas de intolerancia irrumpen, descontroladamente, en diversas partes del planeta.
El pasado 27 de enero se cumplieron 80 años de la liberación de los sobrevivientes del campo de exterminio de Auschwitz. Una fecha que remueve el dolor y la tristeza, causada por aquellos crímenes contra el pueblo judío y otras minorías. Es una oportunidad para recordar que la barbarie no descansa, que está al acecho. Y ni la cultura ni la riqueza pueden contra ella. Como apunta Yuval Noah Harari, “Auschwitz nos enseña que la civilización es una capa muy fina que puede romperse en cualquier momento”.
Agridulces
El CNE sigue hackeado desde Macedonia del norte. Por eso, el ente electoral da a conocer su calendario a través de redes sociales. Informan que el 27 de abril habrá elecciones regionales y parlamentarias, pero no se publicarán resultados.