El signo característico de los espacios residenciales de la Gran Caracas fue la ausencia de ruidos. Así fue la primera descripción de algunos conocidos en el intercambio sobre lo que pasaba en la zona metropolitana y en la zona del hierro, en nuestro caso, en relación con las primeras horas de la jornada de las parlamentarias organizadas por el régimen, sus aliados y las instituciones secuestradas. Era un silencio hondo, que se palpaba, coincidían desde distintos sectores de la capital de la República, a la vez que las imágenes de las escuelas que sirven de centros de votación mostraban con claridad la ausencia colectiva.
El matiz de Ciudad Guayana, que luego se propaga como una ola gigantesca en todos los municipios y especialmente en Heres (ahora Angostura del Orinoco), es una dinámica que ignoró exprofeso acudir a votar por alguno y se dedicó a las compras del mercado, en virtud de la larga flexibilización de la cuarentena por la COVID-19 y a adelantar las sufridas colas de varios días por el surtido de gasolina, tal como en detalles fue reseñado por la excelente cobertura de Correo del Caroní (La jornada electoral cerró en Guayana igual que como comenzó: con desolación en los centros, titularon Jhoalys Siverio y José Rivas).
Pero el espíritu que estuvo en todas las horas, incluso las de prórroga innecesaria luego de las cuatro de la tarde y hasta las ocho de la noche, fue de desolación, de la falta de ese sonido tan particular que produce el ajetreo; la marcada ausencia de la gente en atención a algo que se supone estelar e importante. Una semana atrás exactamente, aquí en el municipio Caroní, el conglomerado de transportados al acto del cierre oficialista podía apostar, favorablemente en cálculos de los jefes de la revolución, que las amenazas a quien no les acompañaran en su elección darían resultados: la muchedumbre lograda era suficiente para encontrar los votos que la trampa se encargaría de maquillar. Esto último lo hicieron y lo continuarán haciendo, pero en la percepción popular y desde los datos de las mesas la abstención regional abarcó increíbles cifras cercanas al 90%. No hay, por lo tanto, marcha atrás al rechazo de la corrupción de los revolucionarios que quebraron las empresas, a los que son indiferentes a la tragedia social y al derrumbe económico que impulsa la miseria que padece la geografía del estado Bolívar. Sobre todo, no hay concesiones a la necesidad de cambios urgentes y profundos que tienen todos los venezolanos. Fue lo que prevaleció ese domingo con el silencio, signo de absoluta resistencia.
Síntomas de los estertores
“Lo más difícil es aprehender (sujetar) lo obvio” era una frase de un apreciado dirigente, ya fallecido. Recuerdo el discurso del amigo porque ahora viene este ejercicio con el panorama nacional y con la interpretación de la conducta venezolana ante el régimen el 6D. Todavía están muy sutiles las voces interesadas (ni tanto cuando un otrora aliado se pone en escena) que ya comienzan a poner la alfombra del 2021 para dejar reforzada la opinión de: uno, la invencibilidad del gobierno con el secuestro de la Republica, y dos, descartar desde ya, por ilegal -con el mismo peso de responsabilidad que la usurpación- cualquier manifestación de lucha o contención como la que actualmente se encuentra en pleno desarrollo mediante la consulta popular de la AN y del presidente interino, Juan Guaidó. Se colorea con filigrana el más redoblado pesimismo; se desestima la fuerza ciudadana, la manifiesta ayuda internacional, y la labor de individualidades y organizaciones opositoras que aun con las críticas que la población, con razón, les tiene, han impedido el asalto final de la fiera totalitaria. Se pone la alfombra con adelantos de análisis políticos, justo en el instante en que el squezze play (con la intención de ganar el juego de mostrar la fachada democrática) quedó abortado debido al comportamiento venezolano de rechazo en la farsa parlamentaria. Aun así, sigue la jugada, sin escrúpulo alguno, para decir del silencio de la gente que no hay nada que hacer y que todavía no son evidentes los síntomas agónicos del proyecto revolucionario.
Existen dudas e interrogantes importantes sobre la suerte del Estado democrático, sobre el papel dirigente de la oposición y su capacidad para la grandeza o de poder rearmarse ante la amenaza de más persecución. No son fáciles las respuestas, ni los escenarios planteados, así como los pasos inmediatos de luchas, pero lo que definitivamente no tiene sentido es la vía de la sumisión o los espejismos para actuar en correspondencia con el sentimiento de resistencia de la sociedad venezolana. Aquellos “poderes creadores del pueblo”, expresión poética de Aquiles Nazoa es la convocatoria en lo político hoy; mínima determinación que ha de ocupar a quienes piensan en la recuperación del orden constitucional.
No puede observarse la consulta popular ni cualquier otra iniciativa de las organizaciones que se encuentran en la legítima Asamblea Nacional con desdén o desinterés. Es esa movilización, ratificada una y otra vez, lo que engranará -como sucedió con la trompada a la trampa parlamentaria- la acción política (sin poses, voluntarismos, ni pretendida ilustración) que saque a Venezuela del sufrimiento en razón de un proyecto revolucionario cuyos síntomas son los estertores de la muerte y que con el silencio, la población ya está escribiendo su epitafio.