Pasada la segunda vuelta, la incertidumbre sobre lo que va a ocurrir en Argentina es aún mayor que la que había respecto a cuál sería el resultado del balotaje. Hace una semana la opción era uno o el otro, y además ayudado por las encuestas, que esta vez, reconozcámoslo, le pegaron bien cerca.
Y las dudas no se plantean porque haya sido electo el opositor y libertario (según él) Javier Milei. Si hubiera ganado el oficialista Sergio Massa el panorama hubiera sido similar. Argentina está a punto de explotar. Hay pocos elementos definidos, mirando a futuro, que permitan fundamentar cualquier aseveración que constituya algo más que una mera expresión de deseos.
Lo aconsejable: ver, mirar con atención y esperar. Por lo menos ver lo que hace este gobierno que se va y termina el próximo 10 de diciembre, mirar con atención cómo conforma su equipo de gobierno Milei y los anuncios que anticipe y esperar al 11 de diciembre. A partir de este día se sabrá qué nivel de velocidad imprimirá a las reformas prometidas y, por enfrente, cuáles serán las reacciones.
Se han cumplido si una serie de hechos que permiten mientras tanto separar la paja del trigo.
Primero queda claro que Milei no ganó, fue el kirchnerismo el que perdió y arrastró buena parte del peronismo.
Se sabía desde hacer mucho que los argentinos estaban hastiados, que querían echarlos. Estaba podridos de que se robaran todo, de la corrupción galopante, del enriquecimiento desmedido e insultante, que violaran todo, constitución, leyes y lo que sea, sin preocuparse para nada de la gente. Si se hubiera dado aquello de que “roban pero hacen”, no tengo dudas de que el peronismo habría vuelto a ganar. Pero ya ni eso; se han ido llevando todo y con paso “sobrador”, con suficiencia, burlándose diariamente de los argentinos.
Si estarían hartos que de nada sirvieron las trampas, los anticipos, el “dinero dulce”, el miedo que quisieron meter, los candidatos sustitutos y disimulados -ayer Alberto Fernández, hoy Massa-: casi 56% los repudió. Es mucho.
Ahora esos “señores”, esa “asociación”, ¿qué van hacer? ¿Van a devolver todos, se van a poner a disposición, van a contribuir y a ayudar a la recuperación? ¿Van a renunciar a todos sus “curros”? Seguro que no. Es un “temita”. Menuda tarea para el nuevo gobierno.
Pero aun suponiendo que no existiera el “temita” -el que puede traducirse en toneladas de piedras-, solo arreglar y encaminar la destrozada economía argentina es una tarea para gigantes. No se arregla con consignas, escandalizando burgueses, con griterío y con ronqueras.
Y la “dolarización” ¿dónde está? Parece que en estas horas se dieron cuenta que no se podía. No sabían de qué estaban hablando y si lo sabían estaban mintiendo y haciendo demagogia aprovechando “la oportunidad”, frente a un pueblo anhelante de soluciones mágicas, y a unos opositores tradicionales como el macrismo y los radicales que no estuvieron a la altura del momento. No les dio la talla.
Sin contar, además, los votos necesarios en el Congreso. No los tienen en ninguna de las dos cámaras. ¿Y los gobernadores?: estos son correligionarios y amigos si se les da plata para que atiendan a los suyos en sus respectivas provincias. Y si no hay plata, ¿cómo los arreglas?
Más un pueblo ansioso, con expectativas quizás exageradas y muy nervioso.
Milei no supo ni hacer un buen discurso de festejo. Subió al escenario con su hermana: “la Jefa”. ¿Quién la eligió? ¿Otro títere más? No le agradeció ni el gran pueblo argentino, que sin duda dio un ejemplo de civilidad.
Los argentinos de a pie fueron los grandes ganadores. Y lo perdedores Cristina Fernández de Kirchner, la multimillonaria, y Mauricio Macri: su gente, la gente de Juntos por el cambio se perdió la gran chance, no supieron hacerlo.
Se irá viendo, por el momento.