Conocí a Antonio Pasquali cuando ingresé a la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. Era el director de aquel interesante microcosmos académico, adonde llegué desde mi Upata natal. Creo que estuvo poco tiempo en aquel cargo, pues muy pronto supe que Gustavo Díaz Solís -gran escritor- sería la figura directiva de Letras, situada al lado de la Escuela de Filosofía, de donde egresó Pasquali. De La Sorbona recibió su doctorado y completó su formación en las universidades de Oxford y Florencia.
Antonio Pasquali -Rovato, Italia, 1929- llegó a Venezuela con 18 años y está considerado uno de los más destacados estudiosos de los medios de comunicación social. Creo que fue de los primeros comunicólogos de nuestro país, gracias a la publicación de libros que marcaron el camino en este ámbito, como: Comunicación y Cultura de masas, La comunicación cercenada, Comprender la comunicación o el Aparato Singular, entre otros. Todos de obligada lectura, para quienes buscaban entender lo medial desde una perspectiva diferente a la simple descripción del fenómeno. Como muchos de aquella generación, encontraron en la Escuela de Frankfort el fundamento teórico de su trabajo intelectual.
Pero Pasquali no se quedó en sus libros y en sus teorías, fue mucho más allá al impulsar procesos que agitaron los soportes del statu quo, al introducir debates y mucha polémica en torno al papel que debían cumplir los medios de comunicación en la sociedad. Entre 1974 y 1975 el Comité de Radio y Televisión de la Comisión Preparatoria del Consejo Nacional de la Cultura, luego de 28 reuniones entre noviembre y mayo, presentó un documento que marcaría un antes y después en cuanto a la radio y a la televisión.
Se trata del Proyecto Ratelve, que según sus propios autores es: “despiadadamente lúcido y documentado, nacionalista y esperanzador, realista y viable, modelo tal vez único de metodología y de novedosos criterios analíticos-prospectivos… Esta investigación incidirá de manera profunda -y seguramente irreversible- en los procesos de renovación de la radiodifusión pública y privada, tanto en Venezuela como en otros países de la región”.
Al frente del comité estuvo Antonio Pasquali, acompañado de estudiosos e investigadores de la UCV. También participaron expertos, técnicos y personeros de las cuatro instituciones del Estado con injerencia en la radiodifusión, como fueron: OCI, MinComunicaciones, Cantv y Cordiplan. Es justo nombrar a algunas de las figuras que integraron este proyecto: Francisco Tugues, Luis Vezga Godoy, Raúl Rendón, Filadelfo Pérez, Lorenzo Azpúrua Marturet, José Mayora, Elizabeth de Caldera, Ovidio Pérez Morales, Raúl Agudo Freites, Oswaldo Capriles, Héctor Mujica, Cándido Pérez Méndez, Manuel Lusinchi, entre otros.
A pesar del apoyo del presidente Carlos Andrés Pérez en su primer período, este proyecto no llegó a implantarse. Lo cual no fue obstáculo para que Pasquali siguiera adelante con otras propuestas, como la Ley Orgánica de Radiotelevisión que fue presentada en el Congreso Nacional en 1995. Abogaba en aquella oportunidad porque la sociedad venezolana “tras un debate realmente abierto, se dé libremente un gran servicio radial y televisivo público de alta calidad, cobertura completa del territorio, programación diversificada conforme a las necesidades de los usuarios y del país y profundo respeto al público”.
Pasquali trabajó durante once años en la Unesco como director general para el sector de la comunicación. Fue un gran maestro reconocido nacional e internacionalmente, comunicólogo y por encima de todo un demócrata convencido. Sus más allegados disfrutaron su pasión por la cocina. Mantuvo su presencia como articulista de El Nacional: siempre crítico, reflexivo, contundente, valiente y pedagógico en sus planteamientos con relación a la hegemonía comunicacional, como instrumento de control de los medios nacionales. Lamento su partida -como la de tantos venezolanos- que han muerto esperando que la democracia triunfe sobre la tiranía.
Agridulces
El epulón que tiraniza a Venezuela le hace recomendaciones marcadamente democráticas a Lenín Moreno. Le sugiere que converse con los indígenas, con los trabajadores y con todos aquellos que protestan en Ecuador. ¡Qué paradoja!: aquí el locatario miraflorino reprime sin medida ni clemencia a los venezolanos, pero propicia un diálogo sincero en otros países.