Leo en una Easy Eco Tips, página dedicada a la preservación del ambiente: “Los residuos orgánicos crean metano (CH4) al descomponerse en un vertedero. El metano es un gas de efecto invernadero que es 30 veces más dañino para el medio ambiente que el CO2, y contribuye al calentamiento global”.
Podemos empezar acotando que en Ciudad Guayana, como en todas las poblaciones del estado Bolívar, no existen vertederos formales, por lo que la basura se descompone atiborrada en las calles y vialidades. A esa circunstancia agregamos ahora la fuga de alúmina en las operaciones de los gastados equipos de la empresa Bauxilum, y según nos explica un especialista parece también el ambiente contaminarse con azufre que es uno de los materiales usados en las aleaciones del material mencionado.
La expansión del polvillo blanco o alúmina calcinada en sectores de la ciudad no deja de ser parte de la guinda en una ciudad cada vez menos operativa, abandonada, sola y de precarización progresiva, sumando el desplome de los servicios públicos, pese a los balbuceantes anuncios de las autoridades. Sin exageración alguna, es un panorama posapocalíptico industrial, con seres humanos batallando por cuenta propia en función de derechos atropellados y puestos en entredicho por un sistema de justicia, igual de cuestionado. La enorme ciudad industrial, otrora punta de lanza de la modernidad pujante y prometedora, por sobre sus fallas que también las tenía, es hoy un conjunto de islotes en los que en algunos se observa cierta dinámica vinculada a lo que puede ser una economía normal; básicamente de ensanchamiento comercial, sin las llagas de las distorsiones que ha impuesto el Arco Minero. Ya que para las mayorías que integran las clases populares en las extensas comunidades de San Félix y más recientemente de Puerto Ordaz, esos “islotes” solo tienen de funcionamiento la inercia y las practicas del Estado populista, con su gastado discurso revolucionario, donde los jefes de calle reparten las bolsas de comidas, los anuncios de bonos insustanciales, la distribución del gas y la propaganda de un “mundo feliz”.
La involución gobiernera
No se trata nada más, con los mecanismos de ley, de medio ejercer o hacerlo con interpretaciones sesgadas para que las ciudades y municipios tengan una fachada institucional, de gobernanza o de gestión pública. Eso es lo que tenemos este tiempo con las alcaldías, concejos municipales y sin hurgar sobre el papel y utilidad de los consejos legislativos, que no tienen profundidad parlamentaria, ni fuerza jurídica en las atribuciones de su competencia.
Voltear el rostro hacia todas las comunidades de Ciudad Guayana es apreciar el abandono, sus calles de aguas negras, la violencia al acecho en los matorrales que invaden la vía pública; el Estado del bienestar es una abstracción que se la come la ignorancia, la dejadez y la falta de escrúpulos para asaltar el presupuesto de los organismos que, luego de tantos vaivenes por décadas, no sabe la colectividad si existen. A ello se agrega la incapacidad para ideas densas, que proyecten miradas futuristas. Impulsar esas miradas sin duda alguna convertirá muchas conclusiones en lineamientos de los cambios democráticos requeridos y de diseños humanistas de las ciudades que deben formarse desde ahora en la fundamentación y los conceptos. Precisemos un aspecto concreto, del tipo de debate público, con fugaz aparición días atrás en Ciudad Guayana.
Uno de estos diputados regionales que rigen en esta etapa de instituciones de dudosa legitimidad propone la división del municipio Caroní; salta otra voz diciendo que San Félix y Puerto Ordaz, deben ser dos municipios como se pregonó en años en que el país caminaba sin crisis y sin sobresaltos autoritarios. Uno más plantea que es negativo para la población y otros manifiestan su acuerdo, pero con la condición de que sean varios municipios. En estricto apego a la libertad de opinión, las voces se aceptan y hasta ahí. Pero en propuesta seria, lo que una discusión de este calibre debe contener son explicaciones, acuerdos colectivos y garantía del respeto del Estado nacional. Con tales requisitos, una propuesta así debe ser en la presente coyuntura, más bien, bandera política y ciudadana de cambios ante el marco de dictadura. De allí que la fórmula ha de examinar lapsos, figuras de gobierno que no necesariamente es la mecánica división de municipios, y sí hurgar en estructuras diversas como en otros países se han implementado con éxito. Claro, mucha de la intención de la supuesta propuesta es la figuración pública, coqueteo con el régimen y por supuesto el interés electoral de crear nuevos gobiernos inútiles y sin recursos.
Mientras tanto, la extensa Ciudad Guayana se viene reduciendo al hedor en calles y comunidades, a la existencia del gas metano que se propaga como lo hacen también el azufre y la alúmina calcinada: los tristes escombros y operaciones de lo que fue el modelo industrial, ahora en su máximo esplendor de oscurana y mal vivir, con zamuros revoloteando y algún que otro buitre que nunca faltará.