jueves, 28 marzo 2024
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Al encuentro de la utopía del liderazgo regional

Se trata de enfocar el fenómeno cada vez más expansivo de la inherencia democrática en la relación ciudadana a todo nivel. No es cuestión exclusiva del impacto de la tecnología, como puede llegar a confundirse.

@ottojansen

Nuestro sector educativo, ignorado por siempre en la atención de sus necesidades más básicas (empezando por el salario y las condiciones de los centros de enseñanza, afronta con las “uñas”, pero con imaginación e inventiva, las medidas más valientes para que la atención de los alumnos no se paralice. Es el espíritu de la mayoría de educadores y de un personal anónimo, enclaustrado en las más feas deficiencias del sistema educativo en Venezuela. Este empeño que con altibajos comprensibles ha visto el país no encuentra ningún tipo de correspondencia desde esa mística docente. Igual la de empresarios, la de personal de salud, profesionales diversos, ni en el más humilde de los vecinos que procura su sustento, con el comportamiento de la clase política gobernante, la nomenclatura revolucionaria, y de políticos que, amparados en la “normalidad” prefabricada de una Venezuela que se cae a pedazos, se refugian en la comodidad personal, en el conservadurismo, en el forjamiento de la trampa; en una torcida visión de interpretar a una población arrodillada conforme con un destino inerte. Así convocan a una farsa electoral que nada le aporta ni le distingue del caos nacional.

Venezuela y la extensa Guayana tienen un buen ciclo transitando las líneas paralelas entre el sentir de la gente con la de acciones de los “políticos” y sus partidos congelados en otras épocas. Nada extraña que en la honda crisis actual, se evidencie con más fuerza este retrato. Pero es el futuro que, superando las trincheras instaladas por el totalitarismo y el coronavirus, lo que importa destacar de una nación atropellada pero que no se rinde. La oferta de sociedad de progreso para Venezuela y para una región como el estado Bolívar se encuentra no en la fase de las palabras. Ya está en los hechos, y esa vanguardia la encarnan, ¡Oh, sorpresa!, los educadores. La ola nacional, la constitución de la novedad, en medio de tanto dolor, se cristaliza en el lenguaje de redes de la labor digital que tiene como pilar reproductivo al sector de la educación como debe ser, aun cuando se expande a todo el tejido social, los estados, ciudades y pueblos. Esa es la oferta de país que se encuentra truncada por el primitivismo revolucionario y la concepción de no pocos políticos opositores -ni siquiera hablamos de los piratas que acompañan al régimen- anclados en el vedetismo de arengas mitinescas o en los códigos analógicos, que ya no tienen casi recuerdos en la memoria colectiva de la generación actual.

Gobierno electrónico y ciberactivismo social

“La matemática, la física y la filosofía del lenguaje han cedido últimamente un fenómeno que irrumpió con parte de su enorme poder fecundante a la comunicación, poder exponencial, y produjo un salto gigantesco en la humana cultura por universalizar el empleo del primer código omnidenotativo, el dígito binario, y que a fuerza de sus capacidades ilimitadas y en incesante aumento, ubicuidad, velocidad, costos decrecientes y altísimo coeficiente democrático (devolvió a la entera humanidad una capacidad de emitir que los grandes poderes habían acaparado”. La cita pertenece al libro La Comunicación Mundo. Releer un mundo transfigurado por las comunicaciones”, del periodista y comunicólogo Antonio Pasquali.

El brillante especialista venezolano, fallecido hace algunos meses, pone el acento en la catástrofe social, económica, política, además de la grave pandemia, por lo que tiene puntual pertinencia hoy. Se trata de enfocar el fenómeno cada vez más expansivo de la inherencia democrática en la relación ciudadana a todo nivel. No es cuestión exclusiva del impacto de la tecnología, como puede llegar a confundirse. Es el lenguaje, la cultura democrática y con ello lo que implica en la actuación de organismos, instituciones y ciudadanos. Pues bien, en la circunstancia de la cuarentena 2020, los signos son claros sobre el avance colectivo que instala sus frenos al virus pero también al pensamiento dictatorial en Venezuela. Esta conducta se conforma sin que el liderazgo político democrático en su totalidad, lamentablemente, se sitúe a la par del discurso futurista (que ya es aplicación) en función de rescatar los derechos y deberes que han de ejercer gobernantes y gobernados. Por lo demás en la compleja etapa que transitamos, con la utilización decidida a ir al impulso de rescatar el orden constitucional secuestrado.

Pero si la centralización en el plano nacional maniata a la minoritaria dirigencia política que entiende este campo, en nuestras regiones, como lo dice un apreciado amigo, estamos a nivel de Stencil y multígrafo. Nuestros conocidos “jefes” regionales partidistas ni escribieron nunca y por lo que vemos, tampoco manejaran el lenguaje digital. Encontrar en la inventiva que ahora hacen los educadores es la cartilla para la utopía del desarrollo integral de todo el estado Bolívar: la profundización de la democracia directa, con gobiernos electrónicos y ciber activismo social. Para esto hay que vencer la ignorancia y fanatismo rojos, es menester poner en su lugar al atraso de políticos colaboracionistas, cuyas tristes maromas pueblerinas siempre terminan apegadas a sus bolsillos.