jueves, 28 marzo 2024
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En torno de “Se llamaba SN”

El libro de José Vicente Abreu, que relata los horrores cometidos por la policía política de Pérez Jiménez, también se publicó en Bulgaria, la URSS, Alemania y Cuba.

En estos tiempos de confinamiento y distancia social me topé con un viejo camarada, a quien me costó reconocer por el disfraz pandémico, como igualmente le ocurrió conmigo. Tú eres Luis, le pregunté, le dije mi nombre y nos detuvimos a hablar. Su voz, más bien tenue, traspasaba las dos mascarillas cuando afirmó con una contundencia propia de mejores conclusiones, que el gran error de los venezolanos estuvo en impedir que “su” general Marcos Pérez Jiménez estuviese en el poder durante 20 años más. Esta categórica afirmación proviene de un militante y activista del oficialismo, que por su edad hizo su recorrido por el PCV y el MAS hasta recalar en el psuvismo. 

Que un socialcomunista afirmara aquello sin un ápice de duda me sorprendió. Pues esperaba una furtiva lágrima por el difuntísimo, con la letanía de rigor del líder inmarcesible, el gran timonel, con plenos poderes para resolverlo todo. Ni siquiera mentó al extinto, pero pergeñó una encendida defensa de su general de derechas, Marcos Pérez Jiménez, ese que instauró una tiranía militar, tan corrupta como criminal.

Después de ese encuentro decidí releer Se llamaba SN, de José Vicente Abreu. Libro de 1964 y que hasta 1981 llevaba 15 publicaciones. La última de Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, carátula de León Levi. Por cierto, también se publicó en Bulgaria, la URSS, Alemania y Cuba.

Como exordio fueron recogidas las apreciaciones de diversas personalidades, escritas en los más importantes medios impresos, entre agosto y septiembre de 1964. Esta síntesis de opiniones -de gran valor histórico- abre con lo publicado el 4 de julio de 1964 en la revista Elite: “Por primera vez en nuestra literatura política se produce un testimonio que revela la verdad completa sobre la resistencia, la lucha clandestina, la vida en las cárceles y campos de concentración, a partir del golpe de Estado de 1948 hasta la víspera de la caída de la dictadura. Narrada por el único escritor que vivió directamente esa experiencia, adquiere el valor de documento excepcional”.

El diario La República (31-7-64) editorializó: “Abreu ha escrito en estilo de novela el testimonio de una época cruel en la que el odio implacable hizo presa del pueblo venezolano, sembrando la muerte a lo largo y ancho de la Venezuela heroica, que nunca dejó apagar la llama de la rebeldía contra el despotismo… Es, pues, una nueva seria y grave requisitoria contra Pérez Jiménez y sus cómplices”. Del texto del guayanés Jesús Sanoja Hernández extraigo algunas frases: “Abreu relata las torturas a las que fue sometido…Un estudio psicológico directo, sin matices, acaso demasiado crudo, más cercano a Pocaterra y a Arráiz que a Malraux y a Fucik, pero en realidad viviente como pocas veces antes en nuestra literatura”.

El destacado intelectual Juan Liscano dejó su opinión en El Nacional (8-8-64) “…constituye testimonio convincente de los padecimientos de un joven idealista sometido a torturas y trabajos forzados y también documento fehaciente de una de las épocas más sombrías y sangrientas de Venezuela: la que estuvo puesta bajo el signo de la Seguridad Nacional”. José Vicente Rangel escribe en Panorama (19-8-64) “…su relato-testimonio de la cruel experiencia que le tocara vivir en la época de la dictadura, es quizá el más dramático y desgarrador documento político producido en Venezuela, sólo comparable a las páginas de Pocaterra …Así como el preso se enfrenta a sus torturadores en las noches infinitas y luego el escritor vuelca la experiencia vivida, para el lector se abre un mundo congestionado de miedo, de tormento, de dolor, que resulta difícil olvidar”.

Rigoberto Henríquez Vera escribe en el semanario Combate (20-8-64): “Una época de terror semejante, ignorada por algunos, tendenciosamente desfigurada por quienes tienen interés en silenciarla, era necesario presentarla en sus auténticas dimensiones. Poco se ha escrito sobre la verdadera realidad de aquellos angustiosos años de persecución, cárceles y exilios”. Pedro Manuel Vásquez reseñó en La Extra (23-8-64): “Quien escriba sobre lo que ocurrió en aquella década de odio y venganza desatadas, si quiere ser objetivo y honesto, no puede hacer lo contrario de lo que hizo Abreu. Aquello sucedió y está ahí para la historia”.

De Carlos Díaz Sosa entresaco unas frases muy sentidas que publicó en La República (30-8-64): “El testimonio vivo y sufrido por los poetas y escritores que en mala hora fueron a las cárceles por defender la libertad. Esta es la literatura que reclama el pueblo, para vengarse de la afrenta y prevenir”. Guillermo Sucre Figarella, recientemente fallecido, escribió en la revista Zona Franca: “Abreu se nos presenta como un iluminado en medio del sufrimiento… y prueba dos hechos fundamentales: el que se pueden vivir las experiencias más destructivas sin perder la lucidez y la templanza para trascenderlas y el que con honestidad y rigor se puede escribir una obra de mucha eficacia, que cuando sólo se está asistido por la vanidad literaria…”.

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