jueves, 12 septiembre 2024
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El Pacto de Punto Fijo visto por Américo Martín

Fueron políticos de fuste y demócratas convencidos los que firmaron el Pacto de Punto Fijo. Los mismos que se comprometieron a actuar en conjunto y solidariamente en torno a tres cuestiones esenciales.

El Pacto de Punto Fijo ha sido demonizado y satanizado por diferentes camadas del zurderío, que encontraron un filón para desacreditar a la democracia venezolana, que nació y se impuso durante 40 años, gracias a este acuerdo. El mismo que pudo congregar a Acción Democrática, Copei y Unión Republicana Democrática. Los más importantes partidos, cuyos líderes sufrieron todo tipo de persecución por la brutal dictadura de Marcos Pérez Jiménez, que se prolongó durante seis largos años. No fue mucho tiempo, pero sí suficiente para sembrar el miedo, llenar las cárceles de políticos, perseguir a la disidencia, asesinar adversarios y, por supuesto, enriquecer al tirano y a la casta cívico-militar, siempre dispuesta a disfrutar los beneficios de su cortesanía prebendaria.

El Pacto de Punto Fijo fue propagandeado como símbolo del mal. Expuesto en unas dos páginas y que muchos de sus detractores ni siquiera habían leído. Eso sí, durante décadas fue usado para descalificar a la democracia representativa. En universidades, cuarteles, grupos culturales, intelectuales, et al, se hablaba, despectivamente, de “puntofijismo”. Pero la principal motivación de este pacto fue, como lo afirmó Américo Martín (1938-2022), “proteger el naciente y trémulo intento democrático, cubriéndolo con todos los abrigos posibles. Era necesario defenderlo de fuertes enemigos dominados por la venganza o el deseo de restablecer el régimen anterior, y dispuestos a aprovechar cualquier flanco débil” (La terrible década de los 70. p. 14.2013).

Este pacto se firma el 31 de octubre de 1958, a apenas 10 meses del derrocamiento de Pérez Jiménez. Wolfang Larrazábal era presidente de la Junta Gobierno, y para aquel momento era candidato de URD, PCV y MENI. De innegable popularidad, gracias a su carisma y al Plan de Emergencia. Larrazábal obtuvo 903.479 votos, una buena votación que lo ubicó en un honroso segundo lugar. Intuyo que los venezolanos no querían otro militar en el poder y eso jugó en contra de sus aspiraciones.

La Venezuela de aquel momento se movía a un ritmo acelerado, agitado, vibrante. No es poca cosa salir de una tiranía militar, confiar en un líder que provenía de los cuarteles y planificar unas elecciones para finales de 1958. Eso me hace apreciar el carácter visionario de quienes pensaron, prospectivamente, en un país signado por la incertidumbre, y asediado por enemigos internos y externos.

Fueron políticos de fuste y demócratas convencidos los que firmaron el Pacto de Punto Fijo. Los mismos que se comprometieron a actuar en conjunto y solidariamente en torno a tres cuestiones esenciales. En primer lugar, defensa de la constitucionalidad y del derecho a gobernar conforme al resultado electoral. Aquí quedó claro que los partidos que no ganaran las elecciones impedirían el uso de la fuerza para cambiar los resultados. En segundo lugar, se formaría un gobierno de unidad nacional. De coalición, en el que ninguno de los 3 partidos tendría hegemonía en el Ejecutivo. En tercer lugar, los tres partidos se comprometieron a presentar ante el electorado un programa mínimo común.

No fue una unión táctica para vencer a un enemigo, sino un pacto para gobernar, respetado en lo esencial por sus signatarios. Quienes tuvieron que defender la constitucionalidad del gobierno, hacerle frente a un amenazante militarismo y a una izquierda que abrazó la lucha armada. Y “se proclamará contraria a la democracia y asumirá sectariamente un socialismo no democrático” tal como concluyó Américo Martín.

Destaco el valor testimonial de las Memorias II de Martín, titulada La terrible década de los años 60. Porque el fue protagonista de primera línea en esta franja de la historia. Primero como militante de la juventud de aquella AD, dividida cuando la democracia daba sus primeros pasos. Después lo fue como enemigo del gobierno adeco, al pasar a formar parte de la lucha armada (1964) que copió el modelo cubano para la toma del poder.

Pero su larga vida le permitió mirar críticamente su pasado, hacer un balance sereno y legarlo a un país, que necesita conocer una historia no instrumentalizada ni manipulada. Martín analiza y reconoce aciertos, pero no cierra los ojos frente a errores y desatinos. En estas memorias le dedica un buen espacio al Pacto de Punto Fijo, afirma que es “esencialmente positivo en dos sentidos importantes: impidió el retroceso hacia el militarismo dictatorial y alentó con buen respaldo medidas indispensables en materia educativa, energética, de vialidad y otras que sería mezquino desconocer… Cumplió su objetivo estabilizador. 40 años de democracia dan cuenta de eso. 4 décadas con los militares en los cuarteles”.

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