A la bella Caracas, ejemplo y admiración por siempre de la población venezolana, la vimos hundirse en el caos y la fealdad, anunciado desde significativos detalles de su cotidianidad en todos estos años pero ahora en el clímax de un deterioro violento y de minutos; con oscuridad, parálisis de servicios y la severa falta de agua. Ya no es la ruralidad ajena, esos mentados primitivismos (monte y culebras) o manifestaciones del burdo traje que los lejanos pueblos del interior de la república por años han intentado abandonar, olvidados por los gobiernos centralistas y la generalidad de políticos pendientes de saquear las arcas públicas. “Líderes” trastocados en sargentos partidistas; convertidos en gobernadores, alcaldes y en las últimas décadas comisarios de los atropellos y generales de la corrupción con la revolución bolivariana. El gentilicio maracucho, único; canto del lago y La Chinita, se volvió la casa de los zombis por la desesperación, los saqueos, de la mano de la gestión del fanatismo de gobernantes locales con el cálculo político e ineficiencia de los socialistas nacionales. Llegó de este modo el ostracismo al primer estado de Venezuela. y así como a este, las otras 15 principales urbes del país con características de modernidad, entraron violentamente en el nivel comatoso de una crisis integral, hartamente prolongada e inhumana por años, solo con posibilidad de superación mediante la audacia y el coraje de nuevas ideas, otros modelos de conductas a todos los niveles, impulso de proyectos y protagonistas brotados desde la esencia social, la discusión y el encuentro auténtico de la dinámica que por hondo sentir, asuma el drama de la destrucción de las instituciones y las deformaciones de carácter social y económicas de la población. Eso que precisamente los actuales gobernantes de facto de la revolución, de veinte años de poder, se niegan a reconocer invocando la permanencia infinita del socialismo fracasado, desbordado por la incompetencia; azuzando, además, el prefabricado odio anti capitalista, las categorías de imperiales o derechistas, según jerga y discurso.
“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”
Para estas horas parecen lejanas de la crisis venezolana y más aun de la especificidad de esta, en nuestra Guayana extensa, las afirmaciones de los filósofos Bertrand Russell y Karl Wittgenstein, sobre el uso adecuado del lenguaje. Es quizás más tentador, apostar por las consideraciones que tiene la letra del cantautor español, Joaquín Sabina, sobre el curso del mes de abril. Pero es el peso del lenguaje, sus mensajes y los límites de lo que ocurre en este país, lo que involucra el destino y las resoluciones de días aún más duros y desgarradores, probablemente por venir.
Altos funcionarios civiles y militares del proyecto socialista en ejecución, aúpan explicaciones surrealistas con palabras floridas y pintorescas comparaciones en relación al desastre eléctrico, el agua, transporte, la seguridad ciudadana, la monetización e hiperinflación, quiebras de empresas públicas, caso Pdvsa, destrucción del sistema de salud y pauperización del sistema educativo. El discurso dirigido a los que creen les secunda, no escatima en sarcasmos, tanto como en la mofa de las argumentaciones. En Ciudad Guayana los funcionarios y familiares se instalan en un hotel de lujo, único, conociendo que la caída nacional del servicio eléctrico no los afectará mientras se pasean con informalidad dominguera por los pasillos lustrosos del recinto de alojamiento cinco estrellas. El “alto mando eléctrico”, instancia vuelta a recuperar tan solo hace unas horas, por decreto del señor Maduro, no se va al estado Zulia, donde al agobio de una temperatura infernal como es natural de aquellos lares, se le agrega la suma de los apagones nacionales que han contabilizado, para ellos, la semana sin luz, ni posibilidad de obtener servicios elementales de ningún tipo. Los revolucionarios se expresan así, con un lenguaje que mastica cada frase, en su acompasado juego político a través de las cadenas de radio y televisión. Mientras en pueblos y ciudades, desde Santa Elena de Uairén, Chacopata, San Carlos en Cojedes, Acarigua, San Fernando de Apure, Puerto Ayacucho, Tucupita, El Sombrero, Cabruta, El Clavo, Machiques, se escucha la expresión, a gañote limpio, que recuerda la progenitora del presidente usurpador; manifestación de rechazo y de luchas por ese futuro de realizaciones difícil de aprehender. La jerga popular se nutre, en cada protesta por las calamidades diarias (sin posibilidad de respuestas) con maldiciones y frases escatológicas que multiplican la irritación y el cansancio ante instituciones inservibles, manipuladoras y agresoras. Son las coberturas que cada sector pone al mundo de sus anhelos. La del usurpador y sus ministros pretendiendo esconder la irrupción social que no amaina, a la par de acomodarse en sus minuciosas construcciones argumentales en procura del regodeo del poder. La de la clara mayoritaria sociedad venezolana, con un empuje inédito que muy seguramente se llevará por delante no solo al chavismo-Maduro y combo, sino que al aclarar un tanto más las aguas de la opresión, a todo aquello que no interprete la Venezuela movilizada por los derechos, la justicia, la democracia de respeto a las leyes y de conductas éticas en función de las mayorías.
Viene la transición
Cita el economista Asdrúbal Olivares del informe trimestral reciente de la compañía de servicio financiero, Barclay’s, denominado La Primavera venezolana: “las transiciones políticas son por definición, inciertas, y Venezuela no es la excepción. A falta de reglas claras no hay plazos firmes ni objetivos precisos. Sin embargo, es una ruta compleja, según la experiencia internacional Venezuela puede retomar la senda democrática”. Categórica observación para desmenuzar elementos de una atmósfera desordenada y caótica. Fue de obligatorio cumplimiento, saldando las formalidades de la ley (necesario para los tiempos intempestivos actuales y próximos) la aprobación de la “Ley del Estatuto que Rige la Transición a la Democracia para reestablecer la vigencia de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela”. Ese paso es palanca de las definiciones grandes y pequeñas en desarrollo, tanto para los actores políticos nacionales, como para los estrictos protocolos de la comunidad internacional y el propio protagonismo estadounidense. El conjunto posterior de iniciativas de movilizaciones políticas, implicaron medir escenarios en las circunstancias de incertidumbre y colapso nacional. Sobre todo el impacto de la inmigración y los potenciales riesgos de enfermedades y epidemias de fácil propagación a países vecinos. Fue innegable la debilidad organizativa demostrada por las organizaciones políticas actuantes en el episodio de la entrada de la ayuda humanitaria (el cuento risible de los ultra radicales que no mueven a nadie o de los anquilosados G4, que más allá del plano nacional, en nuestras regiones son, juntos también a reconocidas individualidades locales, verdaderas caricaturas que no se apartan de sus tramoyas y cálculos propios); debilidad más de actuación de la alternativa democrática que de un desmantelado gobierno, presa de pánicos y traiciones. Los próximos días seguirán su desenvolvimiento con el fardo de fallas y decadencia máxima en el funcionamiento de las áreas nacionales; no puede esperarse otra cosa. Ahora “nadie está jugando”, los han dicho voceros que han alertado de peligros globales (la protesta social tampoco es una escenografía teatral), con el cuadro político e institucional venezolano. De allí la importancia de acompañar, sin desesperos innecesarios, sin adornos de discursos, sin protagonismos estrafalarios, al presidente (e.) Juan Guaidó y lo que representa en la cruzada por el rescate del orden constitucional.
Una región tan importante como Guayana, siempre lo recalcamos, ha de crecerse por sobre la mediocridad de unos partidos inoperantes y desconectados de la realidad social. Ha de empinarse por sobre los discursos manidos de radicalismos huecos, anclados en la nostalgia. La población del estado Bolívar está obligada a marcar el paso y encontrar lo mejor de sí para contribuir con el resto del país en la etapa de transición y en el logro del FUTURO que no se iniciará, si no tenemos el coraje de evaluarnos y el atrevimiento de cambiar desde nosotros mismos. La transición llegará, no es de dudar. Por el momento el saludo al inicio del mes de abril.