viernes, 29 marzo 2024
Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

Los escombros del socialismo

Son los dueños absolutos de la pirámide de desechos que han levantado y como faraones de lo escatológico buscan el reconocimiento de su heroico proceder.

Un rey zamuro parado sobre la cima de una enorme escombrera con su corte de buitres uniformados de negro, que aletean y picotean de la basura adyacente, es la imagen que me viene a la cabeza cada vez que pienso en los socialistas del siglo XXI. Sólo que estas aves falconiformes y rapaces cumplen una función primordial en la cadena alimentaria o red trófica, al engullir la carroña y desperdicios que los seres vivos generan a toda hora y en cualquier lugar. Mientras que los socialistas provocan, deliberadamente, caos y destrucción en los países de los que se apropian, al arrasar con todo lo que encuentran a su paso.

Son los dueños absolutos de la pirámide de desechos que han levantado y como faraones de lo escatológico buscan el reconocimiento de su heroico proceder. Hasta al premio Nobel de la paz aspiran cada año, para lo cual cuentan con una milicia de lobistas que se encarga de promocionar a sus candidatos ante el jurado instalado en Noruega. El costo es alto, pero lo vale, sí consiguen estos galardones para “descollantes” figuras del socialcomunismo. Pienso en Rigoberta Menchú, Juan Manuel Santos y en Adolfo Pérez Esquivel, quien no contento con su Nobel, propuso a Evo Morales para este premio en este 2020.

La destrucción perpetrada es un exitaso para ellos, porque no pueden reinar sobre los logros de quienes les precedieron. Necesitan convertir en basura lo que antes fue un edificio, una carretera, un conglomerado de empresas, un parque industrial, un sistema hospitalario, una estructura educativa eficiente y hasta una burocracia que tenía su razón de ser como servicio público. No queda títere con cabeza, porque justamente al cuerpo social lo despojan de su alma, espíritu y arbitrio para convertirlo en un espantajo en una marioneta que manejan a su antojo.

No quieren en sus dominios disidencia, libertad, inteligencia, capacidades individuales para la autogestión y el emprendimiento, sólo quieren zombis. Seres inertes a quienes manipular y luego desechar cuando ya no le sirven para nada. Por cierto, el DRAE aporta un interesante significado de zombi: “Persona que se supone muerta y ha sido reanimada por arte de brujería con el fin de dominar su voluntad…También son cuerpos que se devuelven a la vida para ser usados como esclavos”.

Brujería y esclavitud son dos elementos que han transversalizado el acontecer de estas últimas dos décadas. El primero -no obstante, su carácter salvaje y primitivo, de conjuro, ensalmos y mal de ojo- ha sido de gran relevancia, tanto que ha sido objeto de estudio por el peso que ha tenido en la cúpula dominante. En tanto que la esclavitud es en la práctica el modelo socioeconómico impuesto, mientras se llenan la boca con las libertades de la que sólo gozan los verdugos socialistas aterrajados en el poder. Al concretar vemos que en Venezuela se ha instaurado un zombialismo, cuyo fin último es hacer de los venezolanos seres sin voluntad, cadáveres insepultos que no necesitan alimentarse, ni ir al médico, ni trabajar, ni estudiar, ni socializar, ni divertirse.

La preciada vida de la mayoría ha sido convertida por el socialismo en un verdadero desperdicio, en un desecho, lanzado al basurero, sin que la presunta sensibilidad que tanto cacarean se mueva un ápice de la comarca de sus intereses: esto es donde está lo que les conviene. Si para que ellos permanezcan en el poder es necesario acabar con la existencia de millones de seres humanos, lo harán sin que les quede nada por dentro, y sin el más mínimo sentimiento de culpa.

Es ya una tradición de la izquierda. Lo hizo Mao con los chinos de su propiedad. Fidel dueño del pueblo cubano, que celebró su llegada en 1959, Stalin con los millones de almas sacrificadas en aras de mantener el comunismo soviético. Igual se comportó Pol Pot en Camboya, Ho Chi min en Vietnam, Enver Hoxha en Albania o el tocayo del que te conté, Nicolás Ceausescu, en Rumanía. Incluso Josips Broz Tito en su Yugoeslavia, un territorio comunista fabricado con retazos de otros países, para complacer el afán expansionista del dueño de la URSS desde 1923 hasta 1954.

 Agridulces

La abnegada y sostenida dedicación de la tiranía para que liberen a Alex Saab es conmovedora. Hasta oro extraído del subsuelo venezolano es enviado a Cabo Verde, para pagar los elevadísimos gastos en diligencias legales para impedir la extradición de este colombo-libanés. Arreaza no se cansa de implorar medidas humanitarias para Saab, mientras nuestros presos mueren de hambre y mengua en las cárceles socialistas.

¡Más noticias!