Ciudad Guayana es hoy no dos conglomerados, como se constituyó en su atropellada historia de muchas fundaciones. Vale acotar, una vez más, que luego del decreto de 1961, es el 21 de diciembre de 1979 cuando se instituye la denominación Ciudad Guayana en la reforma de la Ley de división política-territorial, aprobada por la entonces Asamblea Legislativa del estado Bolívar. La enorme y extendida ciudad es ahora algo así como la conjunción de 20 o 30 sectores residenciales de considerable poblaciones, con vida propia y con dinámicas específicas que, ciertamente, se identifican al llamado de Ciudad Guayana.
La revolución, con sus corsarios, los comerciantes de la política, la ineptitud y el pillaje en materia pública hicieron su “agosto” en la región, desmantelando todo lo que encontraron de pie, que es historia vigente y en desarrollo. Pero quizás el mayor obstáculo que enfrenta la población sea definir su futuro: reencontrar la modernidad que fue arrasada y otorgarse la multiplicidad de expresiones económicas, sociales y hasta políticas que han venido surgiendo en estos 22 años de debacle bolivariana.
Se torna difícil hacer la tarea, porque tiene visos de conciencia política, que es lo que algunos factores actuantes en la realidad actual esquivan; no porque la política ande desprestigiada, lo cual es así, sino más bien porque asumir tareas con el empeño ciudadano puede chocar con los intereses de quienes imponen las reglas y tienen el poder político sobre la sobrevivencia en la región. Redefinir, como en la cotidianidad guayacitana está ocurriendo en sus innumerables comunidades, choca con el hecho doloroso de que la generalidad de la visión de la ciudad asociada al emporio industrial cambió diametralmente, y que los nichos de la nostalgia, siendo respetados, no tienen asidero en los desafíos del porvenir.
En la cumpleañera Ciudad Guayana hoy nos cuesta a todos visualizar los pasos de la identidad que va esculpiéndose, pero lo concreto es que en el proceso de definiciones, la política con sus dirigentes de la mitología e ineptitud revolucionaria y, los secuestradores de la alternativa democrática, con sus prestidigitadores de proclamas, andan por su lado, y por otro (en total paralelo), la franja ancha donde van los guayaneses, con sus imperiosas necesidades, precarización de la calidad de vida, y el atropello a sus derechos. Ninguno de estos bloques se representa en el otro; no existe, por los momentos, ni en futuro cercano probablemente, integración, cercanía o conjunción alguna.
Ciudad abierta, democrática y con desarrollo
La ciudad ha de reencontrarse con muchos de los elementos de la planificación que tuvo en sus inicios: vialidad, servicios, mantenimiento, ornato, espacios urbanos definidos, trabajo y modernidad. Debe incorporar lo que los habitantes reclamaron siempre: mayor humanización, alto nivel de conocimiento y entrega de sus gobernantes. Y ha de incorporar el adelanto tecnológico (Gobierno on line, entre otras modalidades) y lo que el ingenio popular ha venido impulsando con presencia extendida de comunidades que requieren en justicia ser parte protagónica de la Ciudad Guayana que se rehace a la sombra de las distorsiones del proyecto socialista del Arco Minero de la terrible emergencia humanitaria compleja; ese espíritu artesanal calificado que se levanta por sobre las “burbujas” de bienestar, cerradas a las mayorías empobrecidas, que tienen que conformarse con la propaganda de “mejoría”.
Si algo se pudo demostrar en los días de la crisis más dura en la ciudad, cuando se cerraban los puentes, al implementar que los trabajadores de las empresas debían abandonar por órdenes superiores las factorías ya que no los necesitaban; cuando el surtido de gasolina se volvió una pesadilla por semanas (ahora un poco menos), y cuando, para la guinda de toda esa situación de parálisis y cálculos políticos de la unión cívico-militar, apareció la pandemia; en esa hora, los conglomerados de la mayoría de San Félix cruzaba a pie los puentes, o de las distintas villas de Puerto Ordaz, caminaba a los comercios disminuidos para hacer la economía de la subsistencia. Ya las empresas empezaban a ser el recuerdo que es hoy. De allí que la audacia y sobre todo la determinación con el talento joven son requisitos para la propuesta de reconstrucción de la ciudad; la gobernanza ha de cumplir un rol efectivo. Ciudad Guayana debe planificar instituciones locales descentralizadas en esta urbe gigantesca. Ya no solo son dos municipios como algunos lo plantean; pueden llegar a ser más, todos, encuadrados en atribuciones y en la operatividad de la ciudad abierta, ágil y sustentable que tengan como primera prioridad la ciudadanía y no las numerosos cargos públicos a endosarse a la burocracia y a las aspiraciones de los candidatos de organizaciones políticas.
Hace años se repetía lo de la figura de “aguas abajo” para referirse a empresas de productos acabados, al lado de la industria pesada. En esta hora, la imagen se asocia más al fiasco revolucionario. En cuanto a “entre dos ríos”, tan invocado por la perplejidad de la falta de agua por tuberías, puede interpretarse que estamos entre las dos aguas: seguir la inercia en que esos partidos políticos sigan haciendo sus maniobras, con los revolucionarios en primera fila, o la otra, levantar la fuerzas de la gente por la Ciudad Guayana de desarrollo; en el máximo esfuerzo de construir otra historia.