¿Cómo podemos entender esto que nos pasa, esta patética destrucción de la lógica y de la vida con lentitud siniestra? Para destruir una de las naciones más prósperas del planeta sólo se necesitaron 15 años, los 5 en curso son una ñapa.
¿Qué variedad de plaga nos atacó y destruyó hasta los ademanes en el caminar? Noten cómo la gente camina cansada y con un movimiento de derrota que aterra. Noten todo y no lo olviden: este aprendizaje a partir de ser una víctima de extremos es para no volver a caminar cerca de la plaga.
El populismo como instrumento de poder basa todo en el resentimiento, en la ignorancia adrede de los ciclos históricos que nos han consolidado como nación. Es así que se inventan que Ezequiel Zamora fue el papá de los helados de esa guerra absurda y sangrienta llamada Federación, que de federal no tenía sino el nombre porque los caudillos y el centralismo eran lo que prevalecía. Si eso se les parece a lo que hoy vivimos, no es una coincidencia, es la reedición de la picardía populista que no hace país sino que nos convirtió en algo amorfo con nombre, que busca desesperadamente sobrevivir a la barbaridad.
20 años de esto que no hayamos por dónde agarrarlo, por dónde soportarlo, por dónde respirarlo, sin ver los costados oscuros de un país de famélicos y hurgadores de basura que pelean con zamuros para no perder el bocado.
¿Cómo hicieron para destruir una de las naciones más prósperas del planeta? Una nación que tuvo la mayor tasa de crecimiento económico cerrando la década de los años 70 y que se mantuvo con altibajos pero con prosperidad y calidad de vida, la cual nos arrimó un sincretismo cultural con resultados a la vista.
Destruyeron el conocimiento, el arte, la universidad, la salud, la vialidad, las comunicaciones y una red eléctrica de las más profesionales del continente.
¿A quién le mandamos como castigo esta plaga, este karma, este dolor de ver que no reparan en su plan de sobrevivencia como sea y al precio que sea?
Banalizaron la inteligencia, la crítica, la ciencia y todo lo que significa progreso Esto me recuerda Camboya en tiempos de Pol Pot y su guerra contra el conocimiento.
Estoy fatigado de las sonrisas congeladas, de las miradas de hastío, del dolor de la diáspora, de la preocupación del vacío en los que estamos suspendidos. Estoy cansado de ver difusa la tierra que me vio crecer y que hoy no me reconoce porque nos borraron (o la han intentado borrar) la historia bonita de mi ciudad.
Estoy curtido contra el odio, porque sé que tengo que amar y ver hacia adelante y aprender que el crimen se esconde en muchos discursos embadurnados de pasión. En eso somos víctimas en mayúsculas. Mucho farsante y delincuente nos ha asaltado el país desde 1830 hasta el día de hoy.
Y no se me olvida Pol Pot y su revolución con la bandera del exterminio y el invento siniestro de los enemigos inexistentes porque es así que te robas una nación y las mayorías sin darse cuenta caminan con la hoz en la espalda a puntico de cercenar y atravesar hasta el llanto hondo y el desconcierto.
Veinte años pareciera esta vez ser una eternidad…