jueves, 28 marzo 2024
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Consumo de carne en Venezuela es más bajo que en países africanos

Se espera que la producción en 2020 caiga de 169.000 toneladas métricas a 90.000, lo que supone una disminución de 46% en comparación con 2019.

Carlos Seijas Meneses | TalCual

El sector ganadero prevé que la producción de carne de res caiga casi la mitad este año con respecto a 2019, como consecuencia de la prolongada crisis económica -agravada por la pandemia y las medidas que ha tomado el gobierno de Nicolás Maduro-, la severa escasez de combustible, la falta de insumos, los abusos por parte de autoridades y la inseguridad en el campo.

El presidente del Instituto Venezolano de la Leche y la Carne (Invelecar), Carlos Albornoz, calcula que este año el sector producirá 90.000 toneladas métricas (90 millones de kilos), lo que supone una disminución de 46% o 79.000 toneladas en comparación con 2019, cuando se produjeron 169.000 toneladas (169 millones de kilos).

Consumo por el piso

Si la baja producción que se espera para 2020, de unos 90 millones de kilos de carne, se divide entre los 28,4 millones de habitantes que hay aproximadamente en Venezuela tras la ola migratoria de los últimos cinco años, quedarían apenas tres kilos por persona. Es el consumo más bajo de Latinoamérica y menos de la mitad del de los países africanos Etiopía, Ruanda y Nigeria, donde se consumen siete, ocho y nueve kilos, respectivamente, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

En Argentina, pese a enfrentar la segunda inflación más alta de la región después de Venezuela, el consumo per cápita de carne supera los 100 kilos al año, de acuerdo con la FAO.

Los investigadores de la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), afirmaron, en julio de 2020, que Venezuela se ha alejado considerablemente de sus pares suramericanos, acercándose a la situación que ostentan algunos países de África. Peor aún, pues el consumo nacional de carne se encuentra por debajo del de países del continente africano.

Sin embargo, asegura que un porcentaje de habitantes, los que no tienen cómo cubrir la canasta de alimentos, que según la Encovi es 79,3% de la población, consumieron menos de tres kilos de carne. “Se calcula que alrededor de 10 millones de personas comieron la carne que se produjo, mientras que las dos terceras partes, cerca de 20 millones de personas, no consumieron ni medio kilo. Es algo muy fuera de proporción, la poca carne que se está produciendo la consume un tercio de la población. El resto no está consumiendo prácticamente nada”.

La Encovi 2019-2020 reveló que la insuficiencia de ingresos para adquirir la canasta básica de alimentos hace que las familias venezolanas tengan una alimentación basada en carbohidratos y que el consumo nacional promedio de proteínas sea de 34% del requerido.

Desnutrición proteico-calórica

La disminución del consumo de carne -y de las otras proteínas como pollo y huevos- tiene una incidencia significativa en la salud de las personas, sobre todo en la de los niños.

La nutrióloga Marianella Herrera, investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes), indica que cuando una persona no tiene una suficiente ingesta de proteínas hay una afectación importante en la regeneración de tejidos y en el crecimiento y desarrollo de los niños. Pero Herrera opina que la situación es mucho más compleja, pues asegura que en Venezuela tampoco hay una suficiente ingesta de calorías, lo que se conoce como marasmo. “La tendencia a una desnutrición proteico-calórica es grande, y eso tiene consecuencias importantísimas”.

Otro de los problemas que hay con respecto a la desnutrición es la adaptación al déficit crónico del consumo de calorías y proteínas. “Hay una adaptación en el cuerpo, y esto hace que, por ejemplo, un niño que tenga ocho años parezca de cinco. Cuando esta desnutrición crónica continúa a través del tiempo, además de la disminución de la talla, va a tener otros problemas como retardo cognitivo, trastornos psicomotrices y una serie de alteraciones, inclusive de las habilidades matemáticas. Esto al final impacta en la productividad y en el desarrollo del país”.

Inseguridad

El presidente de Invelecar señala que los principales factores que explican la reducción de la producción son la nula rentabilidad, la falta de insumos, los abusos desde el sector público, el desestímulo y la inseguridad (jurídica, económica y personal).

La inseguridad en el campo no ha parado en estos meses de pandemia. En las zonas del país dedicadas a la cría de ganado, sobre todo en los estados Zulia, Barinas, Apure y Guárico, los productores han continuado reportando violencia de grupos irregulares y de indígenas, cobro de vacunas y extorsiones y robo de ganado, equipos y maquinarias.

Armando Chacín, presidente de Fedenaga, asegura que la violencia de grupos irregulares ocurre en todas las zonas fronterizas. Productores han sido asesinados por robo o porque se niegan a pagar una extorsión. Otros ganaderos -que fueron obligados a pagar vacunas a diferentes pandillas en un mismo sector- se han ido del país. Mantienen desde afuera sus unidades de producción para no perder su patrimonio.

En enero de 2020, productores entregaron un proyecto de revisión de la Ley de protección a las actividades ganaderas al Ministerio de Agricultura y Tierras y a la Procuraduría General de la República. Les respondieron que de eso supuestamente se ocupará la próxima Asamblea Nacional (AN).

La Cámara de Comercio de Maracaibo denuncia que el delito de extorsión ha ido creciendo con el paso de los años. Pide al gobierno de Maduro, al gobernador del Zulia, Omar Prieto, y a las alcaldías que lo reconozcan y combatan.

“Se presume que buena parte de las extorsiones a nivel nacional, son coordinadas desde algunos centros penitenciarios del país. De allí que urge al gobierno nacional y al Ministerio de Servicios Penitenciarios el asegurar el control total sobre dichos centros de reclusión para así disminuir el delito de la extorsión”, dice el gremio marabino. “Sin seguridad no habrá la confianza necesaria para producir y comercializar los productos y servicios que necesita una sociedad que también se siente amenazada”.

Una caída prolongada

La producción de 90.000 toneladas métricas que se proyecta para 2020 representa una caída de 84% en comparación con 2002, el último año en el que el sector ganadero registró un pico en la producción del rubro. En ese entonces, se pusieron en el mercado nacional 565.000 toneladas.

El rebaño de Venezuela en 2002 era de cerca de 14 millones de reses. El fallecido presidente Hugo Chávez aún no había iniciado la ola de expropiaciones y expoliaciones de tierras en su declarada “guerra contra el latifundio”, que, desde 2005, acabó con más de cinco millones de hectáreas que hoy están improductivas. La producción de carne despostada de 2002, de 565.000 toneladas métricas, y el aún no tan afectado poder adquisitivo permitieron que el consumo por habitante al año sea muy cercano a los 20 kilos por habitante.

Para el 2012 el consumo superó los 24 kilos por habitantes al año. Pero el componente era en más de un 55% importado, cuando una década antes, en 2002, era de apenas 3%. El gobierno usó los ingresos petroleros para importar alimentos que luego vendía a precios más económicos que los elaborados en el país, lo cual representaba una competencia desleal con la producción nacional.

En ese entonces, ya el daño a la producción local se había causado. De las 840.000 toneladas métricas que aproximadamente hubo en 2012, 378.000 fueron de producción nacional. “La Ley de Tierras, las invasiones, y la inseguridad personal, jurídica y económica ya habían causado un gran estrago en la economía productiva rural”, dice Albornoz.

El daño a la producción nacional empezó a evidenciarse desde 2013, cuando las importaciones de alimentos comenzaron a disminuir por la cada vez más pronunciada caída de los ingresos en divisas del país, debido a la crisis petrolera, la principal actividad económica de Venezuela y que provee 96 de cada 100 dólares que entran a la caja del Estado.

“El sector pecuario fue el más golpeado. No de los más golpeados, el más golpeado y ha sido consecuente a través de los años. Pero eso generó que el sector rural, sobre todo ganadero, tuviera que crear una estirpe de resistencia y de resiliencia en contra de todos esos ataques, y llegó el momento en el que hoy, en 2020, todavía es de los sectores que se sostienen. El cerdo prácticamente desapareció, no existe. Ciertamente el sector pecuario ha caído, pero no en los porcentajes que han caído los demás”, agrega Albornoz.