jueves, 28 marzo 2024
Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

Alexis Sequini

Morir de 64 años por estos días es hasta un acto egoísta, por eso tengo esa culebra por arreglar con mi pana Alexis Sequini, el más hondo y multidireccional artista que me ha enseñado la ruta de la creación en serio.

El 12 de octubre pasado recibí una trágica llamada: a mi pana Alexis Fernández Sequini (nacido el 22 de julio de 1954) su pasional corazón, que colgaba de un hilo marionetero, le había echado la última carta de su juego suicida. Las últimas pisadas del tablero en el ajedrez que los artistas de verdaita convierten los días y por ende la vida.

Si algo hay que decir de una vez para proseguir, es que estamos hablando de alguien que marcó imborrablemente el concepto plástico de nuestra región. Así que de ahora en adelante hablaré de un ser excepcional, de un maestro que difícilmente puede estar sujeto a la odiosa indiferencia adrede, al olvido ingrato.

Fernández Sequini incursionó con éxito en la pintura, el dibujo, la escultura, el arte vitral, la cerámica, el cine y la fotografía. Difícilmente hay algo que necesite de aportes creativos que no lo haya realizado. Alexis Sequini era un polímata. Era la esencia de la curiosidad.

Sequini se convirtió en un maestro para muchos

       

Lo conocí a finales de agosto de 2003. Trabajamos muy duramente para inaugurar por esos días Encuentro en el umbral, una escultura de gran formato que tenía como finalidad simbólica estrechar los lazos de amistad y económicos de socios japoneses y venezolanos en la reductora de aluminio de Venalum. Después, en compañía de otro excepcional artista plástico, Luis Bellorín, concretaron la escultura en homenaje a los trabajadores en la misma factoría.

Sequini (o Bebini, para los panas), era un tipazo. En una ocasión en la que estábamos en mi apartamento librándonos de los demonios de un día insoportable con escocés del bueno, se percató de aquel desorden de libros y pequeños detalles que estaban carentes de espacio adecuado. Me dijo: “poeta, este desastre lo arreglamos mañana”. Fuimos a la ferretería y compramos material a unas medidas que él llevaba en su cabeza, y una vez con el cargamento en el apartamento armó, seis módulos en menos de dos horas. Quedé asombrado de la capacidad de resolución de aquel carajo que rayaba en la genialidad.

Otra de nuestro amigo entrañable: en una ocasión en la que exorcizábamos demonios con tequila Frida Kahlo, se apoderó de mi cocina y preparó una lapa guisada que difícilmente olvide por el resto que me queda de vida. ¡Qué plato tan extraordinario!

Era un exquisito cocinero, o mejor, era un envidiable hombre de cocina. Creo que todo le quedaba excepcional a mi pana Sequini. Lo único, y que le reclamábamos era el amor por su vida: allí siempre salía raspado. Era un extremista, un suicida con nivel de conciencia.

Sequini era un furibundo crítico de esta vida amorfa y malévola que tiene accionar de gobierno. Era muy duro y contundente. Como todo artista era hostil al poder, entendiéndolo como la capacidad de pocos para aprisionar a muchos, y mire que si algo funciona bien aquí es la arbitrariedad y la precariedad existencial y de los sentidos. En eso estaba más que claro.

Alexis tenía una lectura del mundo erudita y liberal. Te podía hablar de los hormigueros de la Gran Sabana, sobre la Biblia o detalles ocultos de la sonrisa de la Mona Lisa o el último libro del venezolano Rafael Cadenas o del neoyorquino Paul Auster, su mundo estaba situado de curiosidad intelectual.

Era un ser modesto, inteligente. Esto lo llevaba al túnel de los detalles. Sabemos que esto es un indicador como el de la memoria que hacen a los seres creativos. Mi pana lo era y de la alto vuelo. Conocer a Alexis me enseñó los límites entre vida y creación. Eso, lamentablemente, mi amigo no lo supo administrar. Sabía de su seria lesión cardíaca pero se echaba a reír cada vez que los amigos le reclamábamos por sus excesos. Se reía infinitamente de sus atentados cotidianos contra su vida. Eso no se lo perdonamos los que en verdad lo queríamos. Morir de 64 años por estos días es hasta un acto egoísta, por eso tengo esa culebra por arreglar con mi pana Alexis Sequini, el más hondo y multidireccional artista que me ha enseñado la ruta de la creación en serio.