jueves, 28 marzo 2024
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La manera más insidiosa de relatar la perversión

Uno de los factores que hizo tan polémica la novela fue el argumento de que Lolita era una apología de la pedofilia, un libro que promovía y romantizaba el amor entre adultos y menores.

El clásico de Vladimir Nabokov sumerge al lector en el controvertido relato de Humbert, un narrador que divaga entre la historia de su vida y cómo durante cinco años lo movió la obsesión por su amada nínfula: Dolores, una niña de doce años. Lolita, en pleno siglo XX, aparece con una historia de pederastia: un tabú para la época. Fue por ello que el libro tardó en ver la luz.

Fue rechazado por las editoriales estadounidenses, censurado y terminó siendo publicado en una editorial francesa de contenido erótico dos años después de ser terminada, causando mucha polémica en la decorosa sociedad de 1955. Nabokov escudriña desde la perspectiva del pederasta que será la voz que nos mueve a lo largo de una prosa relatada desde la tranquilidad del que se presume inocente. Una historia ominosa en la que Humbert intentará convencernos de que su obsesión es una diáfana historia de amor incomprendido.

¿Podrías compartir todo un día con un pederasta? ¿Conocer los más ínfimos detalles de sus aberrantes preferencias y quedar con ganas de oír más? Pues eso resume Lolita: una historia que te pone en conflicto pero te hace querer saber más. Supone estar en la mente de un enfermo sexual, ponernos en el lugar de un sujeto que probablemente no escogeríamos como amigo pero que el autor insiste en que conozcamos a profundidad.

Nabokov, de origen ruso y conocido como uno de los grandes escritores del siglo XX, nos sumerge en la psiquis de Humbert, lo que nos provocará una dualidad de sentimientos contradictorios: repulsión, empatía, lástima… La obra desafía las convicciones del lector y lo pone a dudar sobre lo que sucede en la realidad, fuera de la patológica apreciación del protagonista. Es fácil de leer pero complejo de interpretar si se es un lector básico, ya que hay una trampa constante: terminar creyendo en la defensa que tenemos ante nosotros (lo que nunca fue la intención del escritor pero es el constante peligro al que somos expuestos).

Uno de los factores que hizo tan polémica la novela fue el argumento de que Lolita era una apología de la pedofilia, un libro que promovía y romantizaba el amor entre adultos y menores. Luego de leerlo, estoy convencida de que esto está alejado de la realidad. Nabokov nos acerca al protagonista para plasmar la perversión en la que un pederasta culpa al menor de su delito. No es una apología: es un vistazo a las ideas de un pervertido.

Su genialidad está en la firmeza con la que el escritor cuenta la historia como si se tratase de un poema romántico: volviéndola atractiva y quitando cualquier rastro de vulgaridad. Lolita no es pornografía, como se catalogó apenas fue publicado. Se ahorra comentar cualquier escena sexual rebuscada y opta por la sutileza, por los vacíos y por la falta de explicaciones. A fin de cuentas, una estrategia que genera expectativa y hace volar la imaginación: tentadora de principio a fin.

Es muy fácil para nosotros ponernos en el lugar del protagonista debido a su simpatía engañosa y su constante uso de la ironía. La historia se presta para la discusión, crea conflictos y opiniones de toda índole, te hace dudar hasta de lo que consideras inaceptable. Te obliga a ser crítico y nos pone en una situación de reflexión. La contradicción en la que Humbert envuelve a sus lectores difícilmente nos deja ir sin que hayamos sentido, en algún punto, empatía y lástima por él aunque lo sepamos un personaje deleznable.

Sus páginas nos muestran a todos los involucrados en un caso de abuso sexual: los padres descuidados, un adulto con una mente retorcida y una criatura falta de atención. Por momentos estamos dentro de ese automóvil viajando por Estados Unidos, escuchando los desatinados comentarios de una niña irreverente y apreciando los paisajes descritos de manera tan exquisita que se nos olvida lo que realmente está sucediendo hasta que alguna situación, abruptamente, nos recuerda la tosca diferencia de edades. Se nos recuerda quién es la víctima y que estamos presenciando un terrible abuso que se nos disfraza de romanticismo.

No es hasta el final que comenzamos a conocer a Lolita, la pequeña de doce años, que en este momento ya tiene diecisiete y que es un personaje poco desarrollado que Humbert no se molesta en descubrir. Tendrá su corto momento en el tramo final del libro en el que se nos permitirá ver apenas un esbozo de su infancia corrompida. Recuerde que según Nabokov: “fuera de la mirada del señor Humbert: no hay nínfula”.

Ha sido escrita para ser leída sin moralismos ni tapujos: somos testigos de una historia abyecta, tabú, incómoda y son estas características las que la hacen una obra que rompe con todas las convicciones sociales, que te pone en jaque ante tus principios y te permite ver arte en un panorama en el que jamás se consideró que podría vislumbrarse.

Los buenos libros incomodan, remueven convicciones y nos hacen cuestionarnos a nosotros mismos: estas características las cumple Lolita: la novela es una insidiosa manera de narrar la perversión.