jueves, 28 marzo 2024
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¡Cambio promesas viejas por nuevas!

Es la historia de los seductores fatales en el gran mercado de la política convertida en show, luces y efectos especiales para captar votos y poder.

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Hace unos años tuvimos el privilegio de leer un cuento del escritor mexicano Juan José Arreola (1918-2001) cuyo título es Parábola del trueque, perteneciente a una de sus obras destacadas, el libro Confabulario. Este cuento, dentro del peculiar estilo narrativo de Arreola, ofrece múltiples aristas para su análisis e interpretación desde la literatura, la filosofía, la psicología y la política.

La narración del cuento al cual hacemos referencia comienza de la siguiente forma:

“Al grito de ‘¡Cambio esposas viejas por nuevas!’ el mercader recorrió las calles del pueblo arrastrando su convoy de pesados carromatos.

Las transacciones fueron muy rápidas, a base de unos precios inexorablemente fijos. Los interesados recibieron pruebas de calidad y certificados de garantía, pero nadie pudo escoger. Las mujeres, según el comerciante, eran de veinticuatro quilates. Todas rubias y todas circasianas. Y más que rubias, doradas como candeleros.

Al ver la adquisición de su vecino, los hombres corrían desaforados en pos del traficante. Muchos quedaron arruinados. Solo un recién casado pudo hacer cambio a la par. Su esposa estaba flamante y no desmerecía ante ninguna de las extranjeras. Pero no era tan rubia como ellas”.

El relato continúa con un variado cuadro de incidencias. Al principio, el pueblo estaba hundido en los vapores de un aturdimiento generalizado. Los hombres que habían cambiado a sus esposas por las advenedizas creían haber hecho la elección correcta, todo parecía ir viento en popa hasta que ocurrió algo terrible: las rubias comenzaron a oxidarse. La evidencia se iba generalizando y ya no podía ocultarse: “Deslumbrados a primera vista, los hombres no pusieron realmente atención en las mujeres. Ni les echaron una buena mirada, ni se les ocurrió ensayar su metal. Lejos de ser nuevas, eran de segunda, de tercera, de sabe Dios cuántas manos… El mercader les hizo sencillamente algunas reparaciones indispensables, y les dio un baño de oro tan bajo y tan delgado que no resistió la prueba de las primeras lluvias”.

La reacción de los manipulados por el embaucador no se hizo esperar: “Hoy salió del pueblo la expedición de los maridos engañados, que van en busca del mercader. Ha sido verdaderamente un triste espectáculo. Los hombres levantaban al cielo los puños, jurando venganza. Las mujeres iban de luto, lacias y desgreñadas como plañideras leprosas…” y cierra el cuento con otros detalles y acontecimientos.

La lectura del relato Parábola del trueque lleva a analizar las formas de cómo una sociedad puede ser engañada con promesas de cambio político, social y económico, para luego caer en el olvido siendo nuevamente presentadas, en atractivos empaques, en nuevos procesos electorales como anzuelos caza-votos. Las mujeres del cuento son similares a esas promesas de las campañas electorales, que al oxidarse, transformarán los sueños ofrecidos por pesadillas infernales. Los hombres seducidos por el mercader se asemejan a quienes votan sin razonar ni cuestionar las promesas de quienes juegan y comercian con sus sentimientos y necesidades. Luego vendrán los arrepentimientos, el enojo, el desengaño y la desilusión de los votantes frustrados que, en la próxima campaña se engancharán con un nuevo mesías…nuevas promesas de “ahora sí,” y… seguirá la historia.

En los tiempos que corren, la política se ha convertido en un gran mercado. El escritor estadounidense Joe McGinnis (1942-2014) publicó en 1968 el libro The Selling of the President, traducido al español como La Venta del Presidente o Cómo se vende un Presidente en cuyo contenido se describe la comercialización de Richard Nixon durante la campaña electoral de 1968, siendo descrito como un clásico del periodismo político, asimismo como un clásico de los informes de campaña que introdujo por primera vez a muchos lectores dentro de los escenarios del teatro político.

El autor J.L. Sanchis, en un interesante trabajo de investigación a nivel doctoral, señala dentro el tema que enfocamos en este artículo, lo que sigue: “Las elecciones son un requisito importante, incluso imprescindible, para que un país pueda ser llamado democrático”. Sin embargo, plantea que “las elecciones son un proceso complejo desde el punto de vista de la oferta y la demanda. En el lado de la oferta son varios los partidos que desean conseguir el favor de los electores y tratan de conseguirlo a través de muchas técnicas y acciones. Desde el lado de la demanda el conjunto del electorado está formado por muchos electores, quizás decenas de millones”.

Por su parte, el escritor Gabriel Colomé, profesor titular de Ciencia Política en la Universitat Autónoma de Barcelona, España, en su libro El Príncipe en Campaña, destaca la creciente influencia de los nuevos medios interactivos, al igual que los medios tradicionales, en el manejo del mercado electoral: “Las elecciones se han convertido en la confrontación audiovisual de unos líderes que personalizan el partido, las ideas, los programas…El sistema de partidos es el resultante de esta confrontación mediática donde prima el político-seductor, el político mediático, ante el político clásico. Los partidos políticos como instrumento han perdido una parte fundamental de su naturaleza, de su existencia, de su modo de vida tradicional – la vida militante, el debate interno…-, para ser, en gran medida, sustituidos por los medios de comunicación como intermediarios naturales entre los dirigentes y los electores ciudadanos”.

Agrega Colomé, lo siguiente: “La massmediatización de la sociedad ha convertido la política en un referente negativo por la simplificación de los mensajes para explicar conceptos complejos. Es el paso del partido de masas de principios del siglo XX a un partido de maquinaria electoral. Por otra parte, se trata de la masiva utilización de la imagen pública de los dirigentes como recurso político, electoral y publicitario de importancia capital. La opinión pública percibe la política como una pugna, no tanto entre unos programas de partidos, sino cómo conseguir la visibilidad de la imagen pública de los líderes que representan al partido y sus ideales, a través de los medios de comunicación”.

Cuando la política deriva en un espectáculo mediático, puede a su vez encarnar el riesgo de generar “una corriente de adhesiones de tipo emocional, de simpatías temporales o pasajeras, que producirá éxitos imparables pero también fracasos. La política se puede convertir así en un híbrido que favorezca los mensajes populistas sin contenidos”. Muchos políticos encarnan hoy el papel del personaje del mercader del cuento de Arreola: “¡Cambio promesas viejas por nuevas!”. Es la historia de los seductores fatales en el gran mercado de la política convertida en show, luces y efectos especiales para captar votos y poder.

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