jueves, 28 marzo 2024
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Orden del día: acompañar la Asamblea Nacional

Entender el cálculo del régimen fue labor imprescindible para apuntar correctamente en la ruta por el rescate del orden constitucional y el pleno ejercicio democrático que impone la Constitución Bolivariana de la República de Venezuela.

Agosto ha sido un mes de lluviecitas en la región. En la mañana, al mediodía y avanzada la noche. Nos sirve para mirar a través de la monotonía del agua al caer, el tiempo indetenible y como en este, el lapso tradicional de las vacaciones escolares comprobar, también, el desastre vivo del país y de nuestra Guayana con sus tragedias sociales y económicas que parecen no tener fin, ni esperanzas. Un mes tradicional de la algarabía infantil y juvenil, ahora de mucho silencio; con los sonidos de la nada que presagian, probablemente, esas tormentas desbastadoras que por ahora esconden las precipitaciones menores a la vista.

La descomposición, la gangrena de la institucionalidad; el Estado fallido del proyecto revolucionario en Venezuela, que ha traído consigo la Torre de Babel de las diferencias, reproches y juicios multiplicados, en la evasiva opinión pública. El panorama, sin embargo, presenta un islote salvador (“@eliaspino: La AN y su presidente son lo que nos queda de República, por si lo habían olvidado”), que ya puede comprobarse, a la par del paso de los meses y el hundimiento generalizado, con la labor que viene ejerciendo la Asamblea Nacional y quien también funge como presidente (e.) en el propósito sostenido de rescatar el orden constitucional.

“Siempre se puede estar peor”, es el coro desde varios años, pero tal alerta que nunca tiene suficiente credibilidad para las mayorías no impide que los hechos, todos de signos dramáticos, lleguen, nos sorprendan y potencien más las angustias. Así que es de imaginar un panorama nacional profundizado en el dominio totalitario de la población y en la espesa desesperanza libertaria, de la manera como iniciamos este 2019. El control político socialista que hace uso de las necesidades más elementales de los venezolanos, que produce las humillaciones más terribles pero que puede a la vez confundir a muchos con sus maniobras. No había indicios en enero que la Asamblea Nacional y quien resultó en sorpresa por su designación y desempeño como presidente, podían abrir el muro del escepticismo y llegar a obtener el respaldo internacional que con los EE UU y el Grupo de Lima a la cabeza, detendrían (todavía insuficientemente) la carrera del régimen a perpetuar su poder. Que la tarea parlamentaria entablaría las acciones más factibles de logros concretos en la transformación de Venezuela, no congelada -amenaza persistente en grupos de intereses- con el maquillaje democrático y menos aún bajo el poder del modelo revolucionario gobernante de tantos atropellos, persecuciones, corrupción, hambre y fracasos soportados con estoicidad.

Parlamento tras definiciones

Entender el cálculo del régimen fue labor imprescindible para apuntar correctamente en la ruta por el rescate del orden constitucional y el pleno ejercicio democrático que impone la Constitución Bolivariana de la República de Venezuela. Allí radica el acierto de la actual AN que pudo elevarse (en medio de posiciones y acuerdos incompletos) por sobre la debilidad y el desorden de los partidos políticos, vanidades y apetencias individuales. Pudo asumir los mecanismos parlamentarios de convivencia hacia lo interno de las mayoritarias fuerzas democráticas, y trazar una ruta desde el decreto Ley de Transición democrática. Ciertamente con fallas sobre todo en la articulación con las regiones que han electo incondicionalmente representantes que no son tales y algunos hacen concesiones a la dictadura, con poco interés por el destino de las mayorías empobrecidas y el modelo de república existente. Este es el caso del estado Bolívar, donde puede anotarse el que hasta nuestros más apreciados miembros de la emergente sociedad civil, que aquí demuestran su perseverancia, dudan sobre señalar a quienes desde la supuesta trinchera opositora se comportan como comodines de la revolución y sus desmanes.

Ahora el diseño del régimen ha sido anular los poderes públicos y dividir la disidencia, monopolizar los medios de comunicación social, creando un sistema de propaganda manipulador y amordazar la irritación social que se convierte en palanca de cambio político. Esta creación cubana ha encontrado la repuesta desde el Parlamento venezolano que entendió cómo hacer valer su legitimidad, como no dejar burlar la voluntad soberana y poco a poco resolver -no exenta de debilidades e inmadureces- la relación con la sociedad que ha pagado con sangre, presos políticos y atropellos las luchas por los derechos. Esta ruta (cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres) ha presentado las incomprensiones naturales y los desesperos normales de la ciudadanía en una situación caótica y desgarradora en cada rincón del país. Colándose por ese callejón las apuestas interesadas que detrás de supuestas posiciones extremistas han hecho de la estrategia en cuestión el mejor adversario para sus pretensiones subalternas, y otros, desde posiciones aparentemente moderadas, aúpan condiciones de las que el régimen saca provecho para mantenerse, al propiciar la desmovilización y no valorar con exactitud la presión internacional y la protesta colectiva. La situación de Venezuela en cada orden de su vida es manifiestamente terrible, eso impide pisar las trampas de los radicalismos de mentiras o los espejismos de atajos “procesales” hacia la transformación que se requiere pronta y consistente. De allí que estas posturas terminen diluyéndose, mientras los desesperos del gobierno se estrellan contra la realidad económica y social, insistiendo en acciones recurrentes de ataque a los diputados o la amenaza, cada vez con menos fuerza, de intervenir a toda la Asamblea Nacional, como se volvió a decir, pero cuyo recule lo contempló, hace unos pocos días, el país.

Resolución Guaidó

La tarea puesta en la visión POLÍTICA, aquella que prioriza el trabajo de acompañar a la población, de ofrecer las explicaciones necesarias, de hacer concreta la solidaridad, incentivar la organización, de “tocar” las problemáticas de las comunidades (no de sacarse selfies con el horror social). ¿En cuántas oportunidades el habitante común no lo ha reclamado? Es lo que corresponde al estado Bolívar en esta coyuntura: acompañar sin remilgos, por declaratoria de la AN a Juan Guaidó. La resistencia nacional sigue su curso, dura y compleja. Pero es a través de la institucionalidad que representa el Parlamento, su condición de brazo fundamental de la república, con sus debates, resoluciones y tareas que las definiciones hacia la democracia y la libertad llegarán a puerto seguro. Por lo demás, si algo debe reconocerse es que los diputados vienen siendo víctimas por sus esfuerzos, convicciones o solo presencia en el Parlamento, de la persecución dictatorial que ha ido desde la eliminación de los salarios hasta amenazas, torturas de los que se encuentran presos, los que han tenido que exiliarse o buscar refugios. Es el compromiso de derrotar, con el tiempo que apura, el régimen que ha hundido a este país. Agosto y sus aguas siguen el curso de las definiciones inevitables; aquí la resistencia ciudadana tiene que mantenerse alerta y al lado de los diputados. Los nuevos ciclos dotarán, es tan previsible como deseable, a todo el tejido social y político venezolano de los instintos necesarios para el ejercicio de equidad y justicia de la nueva democracia venezolana.

Trocitos…

– ¿El último de los mohicanos? Desmanteladas sin escrúpulos las empresas básicas de Guayana para que los operarios de la revolución pudiesen hacerse con jugosos negociados. Tocaba definitivamente sacar de la escena sindical al único activo de lucha y liderazgo que en la cotidianidad de la región encabezaba las menguadas protestas y vocación reivindicativa del que fue un exigente movimiento obrero. Ahora con sentencia firme en contra y puesto a cumplir condena de cinco años se extenderá en Rubén González, por sobre el ilegal aislamiento, su credibilidad de hombre honrado y comprometido con las tareas que los trabajadores siempre le otorgaron y le otorgarán.