viernes, 29 marzo 2024
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Sin poesía no hay ciudad: el grafiti también es literatura

Mucho se ha dicho que en nuestra ciudad no es posible que prenda la poesía por ser esta un territorio de empresas, comercio y hormigón, pero ello no es argumento ni excusa.

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Hace algunos años aparecieron grafitis inusuales en varios puntos de la ciudad que exhibían frases que exaltaban el amor y el optimismo -elaborados con letra negra sobre fondo blanco- y que convertían a los transeúntes en lectores de poesía, inesperadamente y por algunos segundos, mientras aguardaban a que el semáforo ofreciera su cambio de luces. Un tiempo después descubrí que esta iniciativa llamada “Movimiento de Acción Poética”, surgida en México en 1996 y que se ha extendido por toda Latinoamérica con su lema Sin poesía no hay ciudad, busca hacer del arte un bien público, adornando las paredes de la urbe con grafitis de contenido literario.

Mucho se ha dicho que en nuestra ciudad no es posible que prenda la poesía por ser esta un territorio de empresas, comercio y hormigón, pero ello no es argumento ni excusa. El auge industrial y comercial no son motivos para limitar la actividad poética, sofocada en realidad por otras causas como la escasa y mala educación, la baja oferta cultural y el uso inadecuado del ocio. Por ello, no hay ciudades ideales para el poeta. Indistintamente, cualquier urbe sirve para buscar la belleza escondida entre sus pliegues de asfalto. Hasta en el mismo infierno pueden existir poetas y Dante lo sabía pues bajó guiado por uno, el laureado Virgilio. Esta ciudad -cielo para unos, infierno para otros- puede albergar poetas y los hay de excelente calidad. Donde exista un grupo de seres humanos, independientemente de las circunstancias del contexto, ahí nunca faltará la literatura.

En nuestra ciudad se han hecho continuas actividades en procura del incentivo por la lectura y la escritura de la poesía. Se han organizado recitales, concursos, charlas, talleres, pero la idea que siempre queda en el ambiente es que la literatura resulta ser una actividad de pocos. Para “masificar” la participación quizás deba pensarse en llevar la poesía a nuevos contextos, como los centros comerciales, los mercados, las salas velatorias, las paradas de autobuses, los ambulatorios, las colas para adquirir algún producto, las vallas. Despojar a la poesía de su solemnidad de “salas de arte” y hacerla más cotidiana, más parte de la vida. Convertirla en grafiti, de ser posible. Sí, en grafiti, pues la poesía, desde que nació frente a la fogata del primer homo sapiens, ha recurrido a variados formatos y medios como el chasquido, el trabalenguas, el canto, la danza, la música, el libro, el video y las redes sociales para poder transmitir sus sonidos e ideas.

El grafiti, cuyas manifestaciones más longevas proceden de la antigua Grecia y Roma, es hoy instrumento de contracultura que logra satisfacer la necesidad de decir públicamente algo a alguien. Quizás lo que nos causa desajustes al ver un “grafiti poema” es el darnos cuenta de que la literatura no es solo práctica de papel y tinta, reservada para pocos, y que en cambio puede aparecer en cualquier vuelta de esquina; o para decirlo en palabras de Jesús Martín-Barbero: “la literatura y el saber en general han sufrido descentramientos y deslocalizaciones que han hecho del mundo un lugar de aprendizajes y encuentros, ya no reservado a la escuela, al museo o a la biblioteca”.

Pero ¿cómo leer un grafiti poema? ¿Cómo escudriñar sus manchas de aerosol para sus posibles análisis? La poética de una posible “literatura grafiti” tendría que señalar las características de la brevedad y la mordacidad, propios de la práctica escrituraria del grafiti, y además registrar la sorpresa y el asombro con la relación de temas u objetos contrarios, como querían los simbolistas y surrealistas. La “literatura grafiti” es una práctica literaria influenciada además por la brevedad de las redes sociales, del mensaje de texto y de la velocidad de consumo a la que está enfrentado el lector contemporáneo.

Sí, en mi opinión estos grafitis pueden ser considerados como literatura y quizás pronto veamos algunas antologías de sus manifestaciones.

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El libro infierno. El escritor y matemático italiano Carlo Frabetti nos presenta en El libro infierno una muy interesante y entretenida colección de relatos breves cuyos protagonistas son los libros mismos. En cada uno de los textos, el infierno es mostrado como una inmensa biblioteca en la cual el diablo exige la resolución de una prueba para lograr escapar de la sofocante prisión. Este texto ofrece a los amantes de los libros algunas horas de ameno entretenimiento y algunas chispas de reflexión sobre el funcionamiento de la literatura. El libro infierno fue editado por Alfaguara en el 2002.

Cuando la literatura es un disfraz. “El poeta no se expresa como el novelista o el autor teatral, pero en todo caso, lo que los une a todos es la voluntad vocacional de expresar su personal manera de entender el mundo. Esto, claro está, se refiere a los verdaderos escritores. A los auténticos. A los sinceros. Aquellos para quienes la literatura es la actividad esencial, así sea necesario ejercer en la vida muchas obras actividades para asegurar el pan. Porque claro está que hay muchos disfrazados de escritores para los cuales la literatura es una profesión como las otras, una profesión que permite vender un producto sin contenido, un producto simplemente útil y utilizable, y entonces producen algo semejante a las pastillas tranquilizadoras, a los remedios para lograr la calma, a los productos farmacéuticos para calmar la angustia. Eso es también un contenido, en cierta manera y está formado por las comedias de situaciones chistosas, por las novelas policiales, por las narraciones que ocultan la relación del hombre con el mundo en lugar de ofrecer una imagen del mundo. Vale decir que, para esos escritores, la literatura es un disfraz en lugar de ser una confesión. La literatura es un silencio en lugar de ser una voz”. Guillermo Meneses.

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