Su hija Ana Corina Sosa recogió el premio en nombre de su madre que se encuentra en clandestinidad por las amenazas del régimen venezolano de Nicolás Maduro.
“Mi música nunca será un opiáceo para tranquilizar a una nación traumatizada o perpetuar mitologías políticas violentas”, aseveró la pianista venezolana.
El problema, por lo visto, no es Oslo. Tampoco negociar la salida de un régimen narco-genocida como el venezolano. Es, por ejemplo, la carga que, sin respeto por su dignidad, le hemos montado sobre los hombros al presidente Duque.